Ian Curtis: Crónica de la muerte anunciada del que fuera líder de Joy Division
El artista británico se quitó la vida el 18 de mayo de 1980, hace ahora 42 años
A la tercera va la vencida. El refrán, relacionado con la constancia y la perseverancia, cobra todo su significado en la figura de Ian Curtis. Tras dos intentos fracasados de suicidio, el 18 de Mayo de 1980, consiguió finalmente su objetivo. Los últimos años del cantante de Joy Division, encajarían a la perfección con el título de la famosa novela de García Márquez. Esta es la crónica de una muerte anunciada.
“Prefería morir antes que hacer esa gira”
Todo estaba preparado para que el 19 de Mayo de 1980, Joy Division tomara el avión rumbo a su primera gira por Estados Unidos y Canadá. Incluso el grupo había salido a comprar nuevo vestuario para la ocasión. Si bien Curtis, supuestamente, había manifestado su entusiasmo por este tour, su amiga Genesis P-Orridge, revelaría después: “él me había dicho que prefería morir antes que hacer esa gira.
El 18 de Mayo, Ian había estado bebiendo café y whiskey, mientras escuchaba en el tocadiscos el álbum de Iggy Pop, The idiot. Preparó minuciosamente su muerte
Su mujer Deborah Woodruff (con quien entonces estaba en proceso de divorcio) aseguró que “le daba miedo a volar” y que “temía la reacción del público americano a su epilepsia”. Incluso escribió en su libro ‘Touching from a Distance’: “Pienso que no tenía ninguna intención de ir a América”. Evidentemente, nunca cogió ese avión. El día antes, se ahorcó en la cocina de su casa de Barton Street, en la ciudad de Macclesfield, 45 minutos al sur de Manchester.
Una escena macabra preparada minuciosamente
El 18 de Mayo, Ian había estado bebiendo café y whiskey, mientras escuchaba en el tocadiscos el álbum de Iggy Pop, The idiot. La noche anterior había visto Stroszek, la película de Werner Herzog en la que un músico que se traslada a América es traicionado por su novia, y termina quitándose la vida. Aparentemente, preparó minuciosamente su muerte: descolgó de la pared fotografías de su pequeña hija, Natalie (que solo tenía un año), y de su boda con Deborah, y se dispuso a escribir una carta de despedida.
Fue su mujer quien descubrió la macabra escena: “Había un sobre sobre el mantel del comedor. Me dio un vuelco el corazón al pensar que había dejado una nota para mí. Me acerqué a cogerlo cuando por el rabillo del ojo lo vi. Estaba de rodillas en la cocina (…). Su cabeza estaba ladeada, las manos apoyadas sobre la lavadora. Le miré; estaba quieto. Entonces, la cuerda; no había visto la cuerda. La cuerda de tender estaba alrededor de su cuello”.
Ian Curtis decidió acabar con su vida, pero la figura mítica del post-punk sigue viva más cuatro décadas después. Sobre esos 23 años de existencia, se han hecho películas y documentales, se han escrito libros. Y sobre los motivos que pudieron llevar al músico a suicidarse, hay todo un abanico de especulaciones: el peso de la depresión, de la enfermedad, de su crisis matrimonial, de la responsabilidad por su temprana paternidad, de la culpa por su relación con una periodista belga o de la perspectiva abrumadora de una gira por Estados Unidos. Quizá los efectos secundarios de la medicación que tomaba, como creen algunos. Algo hubo que a Curtis le pareció insoportable y resolvió acabar con todo. Lo cierto es que supuso un mazazo devastador para su familia y amigos.
“Ian fue siempre su peor enemigo”
Cuando murió Ian Curtis, Joy Division solo había publicado un álbum, Unknown pleasures (1979) y no había sido precisamente un éxito. El segundo, Closer, ya estaba terminado y vería la luz en Julio, dos meses después. Las sesiones de grabación habían sido tremendamente problemáticas y se vieron salpicadas por angustiosos episodios de epilepsia y por la relación de Ian con la periodista belga Annik Honoré.
Los otros miembros de la banda, (el guitarrista y teclista Bernard Sumner, el bajista Peter Hook y el batería Stephen Morris), sentían que Annik estaba distanciando a Curtis del grupo. Se había vuelto vegetariano por ella, y en los restaurantes, ambos se sentaban separados del resto. Por otro lado, la epilepsia incontrolada del cantante provocaba momentos de gran congoja. Una noche de grabación, Hook se dio cuenta de que Curtis llevaba horas desaparecido. Le buscó por las instalaciones de los estudios Britannia Row, y le encontró inconsciente en el cuarto de baño. “Había tenido una crisis epiléptica, se había caído y se había golpeado la cabeza con el lavabo”. Durante la grabación hubo otros muchos incidentes como este.
“Ian fue siempre su peor enemigo, porque siempre te decía lo que querías escuchar. Tan pronto como se levantó, dijo que estaba bien, y se negó a que le lleváramos al hospital”, recuerda el bajista. A Ian Curtis le habían diagnosticado epilepsia solo un año antes. En los conciertos se manifestaba en forma de convulsiones repentinas que, como una broma macabra, muchos seguidores pensaban que formaba parte de la coreografía. Le cambiaron la medicación varias veces, pero no parecía que funcionara. La presión de los conciertos, su afición a la bebida, al tabaco y a dormir poco, aminoraban los posibles beneficios del tratamiento. Y para empeorar aun más las cosas, tenía drásticos altibajos emocionales como efecto secundario.
Dos intentos fracasados de acabar con su vida
La grabación de Closer terminó en Marzo. En Abril, Ian intentó suicidarse dos veces. Y estuvo muy cerca de conseguirlo. La primera, cuando se emborrachó y se autolesionó con un cuchillo de cocina. La segunda, cuando ingirió una sobredosis de medicamentos. El bajista de Joy Division, Peter Hook, recuerda en The Guardian que ese día: “Tony Wilson, el jefe de nuestro sello, Factory Records, le recogió del hospital y le trajo directamente al local de ensayo. Le preguntamos ‘¿Todo está bien, amigo?’ y él contestó ‘Sí, excelente, vamos a continuar’”. Como adulto y padre que ahora soy, me siento todavía más culpable que entonces. Si hubiera sido mi hijo, le hubiera sacado de allí y le habría dado un cabezazo a Rob Gretton, nuestro manager, y le habría llevado a casa. Pero había médicos, especialistas, psiquiatras, y ninguno fue capaz de solucionar nada. Increíble”.
Aparentemente, todos los que rodeaban entonces a Curtis eran conscientes de que su salud empeoraba... “y no le pudimos ayudar por pura ignorancia” reconoce Hook. Según Carole, la hermana de Ian: “Podía enmascarar sus emociones. Nunca dejaba que supieras lo que realmente le ocurría. No quería preocuparte, pero interiormente y para ser honesta, nunca pensé que pasaría de los 30 años”.
A Curtis le pesaba mucho la presión de estar en Joy Division, y así se lo escribió en una carta a su novia Annik: “Joy Division es una responsabilidad inmensa que no solo afecta a mi propia salud y a la de los más cercanos. Realmente, perturba mi paz interior porque recae sobre mí el futuro de los otros. La tensión se ha convertido en algo excesivo”.
Dos meses después del suicidio de Curtis, sus compañeros de Joy Division cumplieron una promesa que se habían hecho a sí mismos. Retiraron el nombre del grupo y continuaron con el de New Order. Hoy, Closer está considerado un disco fundamental de la época post-punk. El single Love will tear us apart (no incluido en el álbum) que se publicó solo un mes después del suicidio de Curtis, se considera su legado como canción determinante de una época.
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Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop