Especial
Oro Jondo y la música de gasolinera: Tecno rumba y Camela, la ruta del Bakalao, Eurovisión o las folklóricas
Un lenguaje coloquial e irónico para hablar de una música que nos define como país
El concepto de música de gasolinera nos hace pensar en pasado. En aquellos tiempos en los que escuchábamos música en el coche a través del cd, o del casete si nos vamos más atrás. Muchos colgaron la etiqueta de casposo a los artistas que triunfaban en mercadillos y estaciones de repostar, pero lo cierto es que forman parte de la cultura popular de nuestro país.
Nombres como Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Camela, Los Chunguitos, Ricky Martin, Chayanne, Daddy Yankee o David Bisbal son solo algunos ejemplos de los artistas que podemos encontrar en Dame más gasolina, el libro que recoge un desenfadado e irónico análisis de este fenómeno.
Juan Sánchez Porta, más conocido como Oro Jondo, es un artista multidisciplinar que destaca por su estética kitsch y sus referentes pop dando lugar a composiciones barrocas que nos hacen reflexionar sobre la saturación de información visual en la sociedad de consumo a la que pertenecemos. Él es el autor de este viaje por la música que nos guste más o menos, define a gran parte de la sociedad española.
Tu libro es un recorrido por la música de gasolinera. Este concepto le habrá sonado a chino a la generación Z, si me apuras, hasta a los millennials. Es un concepto muy generacional, ¿no?
Puede que a muchos Z les haya sonado a chino, pero yo creo que, a los millennials, no. Bueno, depende. Yo soy millennial y no ha habido ningún amigo que me haya dicho, ‘¿música de gasolinera? No he escuchado eso en mi vida’. Todos sabemos de qué se está hablando cuando se dice música de gasolinera para hablar de cierta música.
¿Tú has llegado a comprar discos en la gasolinera?
Sí, sí. Lo que pasa es que mucha gente asocia esta música de gasolinera al formato casete, pero yo hasta los dosmiles y poco he comprado discos en la gasolinera, en plan casetes hasta finales de los 90 y cds hasta primeros de los dosmiles. Hasta que ya llegó el formato MP3 y el puerto USB a los coches yo compraba en mercadillos y gasolineras muchos discos.
La radiografía que has hecho de la escena musical de este país es también una radiografía sociológica, ¿pero crees que define a una mayoría o a un sector determinado?
Creo que define a una mayoría porque al final, esta música, es música popular y estos artistas son los que han forjado el imaginario colectivo de la música popular española. Creo que hay más clase media o clase media baja que una clase alta, hablo a nivel intelectual o cultural. Así que define a la mayoría del país, por lo menos, al país del que yo vivo.
Si alguien te dijera que no conoce a la mayoría de artistas que mencionas, ¿le creerías?
Depende de la edad que tenga. Si es un Z puede ser, aunque hoy en día, sí es verdad que, gracias a internet, mucha gente joven tiene acceso a esta música. El otro día, mi hermana me envió un vídeo, que estaba en casa de mi abuela y estaba mi prima que tiene 13 años, y ella estaba con el libro. Iba diciendo nombres de artistas y mi abuela y mi prima tenían que decir si lo conocían o no. Mi prima no conocía a casi ninguno, a la Pantoja y Rocío Jurado, por lo mediático, ahora, de estas artistas, pero al resto, no. Mi abuela, sin embargo, sí. Aunque llega un punto en el libro en el que se cambian las tornas.
Al final forman parte de la cultura popular, ¿por qué cuesta tanto aceptarla?
La canción popular española, o la copla o ciertos artistas españoles del siglo pasado se han asociado al régimen franquista y a esa música casposa y yo fui el primero que cuando era joven veía a estas artistas como Isabel Pantoja y decía ‘qué asco, la música que escucha mi abuela, que yo quiero escuchar a Thalía y a Chayanne’. Luego, con el tiempo al redescubrirlo, me di cuenta de que era una maravilla y de que había ahí unos discursos escondidos que se asociaban a otras cosas, pero, en verdad, era un discurso muy moderno. Además, hace unos años lo de fuera era lo bueno y lo de aquí no lo mirábamos y venimos de ahí. La crítica o la intelectualidad siempre ha mirado afuera y ahora eso está cambiando y C. Tangana o Rosalía son los proyectos musicales que más de moda están ahora y lo que hacen es revisionar todo esto. Nos estamos liberando de prejuicios y eso es algo muy bueno.
Decir que te gusta alguno de los artistas de gasolinera es como decir que te gustan los realities… te encasillan en un saco de gente sin cultura ni intelectualidad, ¿a qué se debe tanta hipocresía?
Ahora creo que nos estamos deconstruyendo, pero esto viene de un clasismo interiorizado y de esa separación que se ha hecho siempre de la alta y la baja cultura. Creo que esos dos conceptos hay que desdibujarlos porque todo es cultura y cada uno viene de un contexto o circunstancia. Hay gente que, a lo mejor, ha tenido acceso a un tipo de cultura y otros no, y no por eso eres más o eres menos que nadie. Además, puedes ser una persona muy inteligente a la que le gusten los realities y te guste la música de gasolinera que se asocia a la baja cultura y también puedes ser gilipollas y que te encante la alta cultura.
O te pueden gustar cosas de la alta y la baja cultura, no hay por qué polarizar, ¿no?
Exacto. Yo nací en Lorca (Murcia) y mi acceso a la cultura era la gasolinera que estaba al lado de la floristería de mi madre. El resto era campo. Mi acceso a la cultura eran los discos de la gasolinera y las revistas tipo Super Pop o la Vale, porque yo no tenía accesos a los museos salvo en las excursiones del colegio. Cuando me vine a Madrid con 19 años, mis referentes eran tachados de cateto o baja cultura por algunos de mis compañeros de Bellas Artes. Pero gracias a la Universidad también tuve acceso a la alta cultura, era la época de la gafapasta, en la que tenías que decir que te gustaban las cosas sesudas cuando a lo mejor también te gustaban las cosas casposas. Gracias a vivir en esos dos mundos y consumir esas dos culturas he aprendido a valorar ambas y me encanta. Y antiguos compañeros que antes denostaban a La Húngara o a Estopa ahora les encantan, igual que escuchar reguetón en una fiesta. Antes era como ‘vamos al FIB o al Primavera’ y yo decía ‘pues yo voy al concierto de Don Omar’.
La gran mayoría de estos artistas de gasolinera, sobre todo al principio, proceden de una familia humilde, ¿seña de identidad?
Yo creo que sí porque, al final, esta gente humilde que hace música más llana, es música con la que clase popular, que es la más grande en España, empatiza y con la que se siente identificada porque son historias contados con un lenguaje que todo el mundo entiende y es algo muy puro y que, además, tiene sonidos muy genuinos. Camela te cuenta una historia de amor y lo hace de una forma en la que todo el mundo la entiende.
Sin la comunidad gitana, esta música de gasolinera no hubiera sido lo mismo, ¿no?
Por supuesto que no, a los gitanos les debemos muchísimo, desde el flamenco, que sin ellos no hubiera permanecido a toda la fusión que se ha hecho del flamenco, en gran parte se lo debemos a la forma de vivir gitana, que no hace falta ser gitano para identificarse con esa opresión que han podido sufrir, de ahí que otros colectivos oprimidos se hayan podido sentir identificados con esa falta de libertades que ellos han expresado a través de ese quejío.
Tu acercamiento a los diferentes artistas está hecho desde un enfoque muy de salseo, ¿al final somos un país de cotillas?
Yo creo que sí. Yo me he criado con la televisión y al final lo que veía era Aquí hay tomate y luego el Sálvame y no hace falta más ver la plantilla para darse cuenta de que el corazón inunda toda la programación. Ya sea el corazón de verano más blanquito como el de Telecinco, más agresivo. O El Diario de Patricia o Callejeros, que nos gusta ver la miseria de otros. Somos un país de cotillas, de curiosos, llámalo X, pero ese modo de entretenimiento está ahí y muchos lo hemos consumido.
En ese sentido, las folklóricas tienen vidas muy peliculeras, ¿cuál es la que más te ha enganchado?
Mi favorita es Lola Flores. Mi artista favorita de todos los tiempos, de todos los estilos y todo. Me encanta ella, su figura, lo que representa y, aparte de su música, su discurso y cómo se atrevía a hablar en televisión de temas tabú en esos tiempos. Recordemos que hablaba de las drogas y decía ‘te puedes fumar un porro y no pasa nada, te puedes meter una raya y no pasa nada, te puede emborrachar con whisky y no pasa nada, pero con método. Después se te iba comiéndote una pringá, bebiéndote agua y descansando’. Que una señora de 60 años dijera eso, o luego cuando dijo que se prostituyó, o la vez que ha hablado de malos tratos y de temas tabú. Me parece que eran ella y Rocío Jurado que, a través de sus canciones, con ese empoderamiento femenino, que no se habían escuchado esas historias en la voz de una mujer hasta que llegó ella… me parecen figuras clave en la historia de España para aprender a tener un poquito de apertura de miras.
Eso sí que eran vanguardismo…
Total, que venga alguien ahora a hablar de drogas como lo hacía Lola Flores. Belén Esteban, en Telecinco, alude a su época de cuando era drogadicta diciendo que estaba malita. Haría un favor a la sociedad diciendo ‘oye, soy cocainómana, salí de eso y estoy bien’. Porque parece que todo el mundo lo entendemos, pero a lo mejor mi tía de 50 años no sabe a qué se refiere cuando Belén Esteban habla de cuando estuvo malita, a lo mejor piensa que es porque es diabética y no, es porque fue yonqui, y no pasa nada.
Rosa Morena es una de esas artistas que pocos recuerdan pero que tuvo un papel importante como mujer empoderada y bandera de libertades, ¿qué pasó con ella?
Con ella ha pasado algo que ha pasado con muchas artistas que, no sé por qué, han quedado en el olvido cuando deberían estar a la altura de otras como Lola Flores, Rocío Jurado o Marujita. A Rosa Morena le pasó como a Concha Piquer o a Mónica Naranjo, que se tuvieron que ir a Estados Unidos para triunfar antes de hacerlo aquí. Ella en los 60 fue toda una estrella en América, de hecho, se codeó con Frank Sinatra y muchas otras estrellas internacionales y aquí no se la conocía. Luego llegó a España y se convirtió en una diva y un mito erótico y la invitaron a ser la imagen del Orgullo. Fue la primera cantante en hacer un desnudo integral en Interviú, hizo muchas cosas por las libertades y por el empoderamiento, pero ha quedado olvidada.
Hablas de la tecno-rumba como el género musical por excelencia de las gasolineras con Camela al frente, ¿nos define como país?
Sí, o por lo menos lo hizo en los 90. Es heredera de la ruta valenciana, del sonido tecno, y, por otro lado, de la sonoridad flamenca tan española. Al final, la tecno rumba era tradición y modernidad juntos, al igual que lo fueron Azúcar Moreno con Bandido en Eurovisión. O al igual que ahora es Rosalía. Como caló tan hondo en la sociedad española, sobre todo en la clase popular, yo creo que nos define mucho como país de esos 90 y dos miles.
Y, de hecho, sin eso guiño vanguardista no se habrían entendido personajes como La Veneno, ¿no?
La Veneno es la personificación perfecta de la tecno rumba. Tal vez no fue la artista más icónica porque solo sacó una canción debido al boom mediático que estaba viviendo, pero al final personificaba esa tradición y modernidad y me parece muy guay que se haya hecho la serie de La Veneno y se recupere y reivindique esa figura que, a lo mejor, gente que en su día la consumió como mero entretenimiento e incluso burla, ahora haya podido ver que hay una historia detrás y que había una realidad social que no queríamos ver y estaba oculta y que ahora nos permite ver cómo vivían esas personas.
Hablas del origen y la evolución de la ruta del bakalao, ¿crees que todo el mundo tiene claro lo que fue?
No, para nada, por eso lo cuento en el libro. En general se asocia la ruta del bakalao a los 90 y a Chimo Bayo y a drogas, tecno y un montón de jóvenes yendo ahí a bailar desenfrenadamente y ponerse hasta el culo y consumir drogas y, sí, por supuesto era eso, pero solo fueron los últimos coletazos y no todo el mundo iba a ese nivel que se nos ha vendido. Y se estigmatizó mucho por el crimen de Alcasser que se asoció a la ruta y ahí fue como su muerte. También pasó que la televisión hablaba de la ruta en la sección de sucesos en lugar de hacerlo en la sección de cultura cuando fue un movimiento muy rompedor y contracultural. Es curioso que la movida se institucionalizase y fuera la cara vanguardista de la España de los 80 que fue cuando la ruta del bakalao comenzó e influenció a estos artistas, pero, sin embargo, se mantuvo a la sombra de la movida.
Hablas de Chimo Bayo como exponente de esta ruta cuando, sin embargo, no sonaba en estas salas, ¿cómo es posible eso?
En las salas principales no sonaba. Él venía de El templo y alguna discotequita así, más de playa, pero no era una de las figuras icónicas de la ruta, sino que dio en el clavo de hacer de esa figura de DJ, showman, agitador y fue el que apareció en todas las televisiones. Era curioso ver en las noticias el dramatismo con el que hablaban de la ruta, ‘drogas, jóvenes, la juventud está perdida, madre mía, que desfase esto’ y de repente, una hora más tarde, en la gala de turno, te aparecía Chimo Bayo cantando ‘exta sí, exta no’ y la misma persona que ponía el grito en el cielo cuando escuchaba la crónica en las noticias se ponía a bailar con esta canción.
Hablando de este tipo de productos que nos comíamos sin entender muy bien por qué nos lleva a artistas como El Payo Juan Manuel, ¿a día de hoy alguien podría entender un artista así?
Muy fuertes sus canciones. Yo me acuerdo de pequeño que cantaba la canción de la cabra o la del mejillón, pero luego tiene esta otra canción en la que habla de que coge a su mujer, la tira a la cama y la empieza a pegar y llamarla puta. Madre mía.
Cuesta entender que alguien cantara esas cosas y que alguien las comprara para escucharlas.
No hace tanto tiempo. Al igual que las cintas de chistes que tenían chistes de mariquitas, chistes de camioneros, chistes de gangosos… por favor, ¿podéis dejar algún colectivo sin ofender o vais a ofenderlos a todos? Pero que ahora estas cosas no nos hagan ni puta gracia nos dice que hemos avanzado.
Otro fenómeno que tratas en el libro en diferentes puntos del libro es el de Eurovisión: Remedios Amaya, Anabel Conde, Azúcar Moreno… ¿qué opinas de lo ocurrido este año?
A mí, sinceramente, él lo haría muy guay, pero, ¿por qué tienen que llevar esa canción a Eurovisión? Ya sabemos que ese tipo de canción no funciona. ¿Por qué televisión española no pone pasta de verdad para llevar una propuesta guay a Eurovisión? ¿Por qué no llevamos ya a Rosalía y ganamos y nos dejamos de tonterías? ¿O a Bad Gyal? Anda que no hay. Lo que uno quiere en Eurovisión es fantasía, purpurina, coreografía… no puedes llevar un baladón. Salvo Pastora Soler que me encantó y lo hizo muy bien, pero, aun así, yo sabía que no iba a ganar. No te fíes mucho de esto, pero leí por ahí que el presupuesto que se gastaba TVE es lo mismo que cuesta hacer un capítulo de Cuéntame. Es como, joder, apostemos un poco por Eurovisión y llevemos una propuesta animada y divertida que seguro que vamos a quedar mucho mejor.
¿Entendiste la victoria de este año?
La verdad es que estaba viendo el Festival y estaba bebiendo con colegas y estaba un poco borracho y no lo seguí al cien por cien. Pero me parece bien que haya ganado esa propuesta porque es un poco diferente y, al final, después de un año, que hemos estado encerrados en casa, era evidente que lo que queríamos era, no glam rock que es lo que ha ganado, pero algo de fiesta, de salir, de explotar. Eurovisión es de las pocas cosas que tenemos para evadirnos, llevemos discoteca máxima. Y en cuanto a la polémica de la raya… la gente se mete rayas, en todos sitios. ¿Qué pasa si se la estaba metiendo? Creo que es mucho peor que esté Israel que no es Europa y es un estado que está cometiendo un genocidio que el hecho de que un artista se meta una raya.
Terminamos con el título del libro que está inspirado en un tema de Daddy Yankee, ¿el reguetón no hubiera sido lo mismo sin esta canción?
Ni el reguetón ni la música en general. Lo que yo creo que ha pasado con el reguetón, por lo menos desde España, es que lo hemos estado mirando desde arriba, desde un punto de vista clasista y siempre con la etiqueta de machista y es evidente que tiene letras machistas, pero es que el machismo está en toda la música porque está en toda la sociedad. ¿Por qué insistimos en que el reguetón es machista? Creo que hay cuestiones clasistas y racistas ahí. Aquí en España estábamos acostumbrados a que nos llegase esa canción del verano, esa imagen del Caribe de resort con pulserita, de piña colada y sopa de caracol y el reguetón lo que vino a decirnos en el 2004, con Don Omar, Daddy Yankee y tal es que había una realidad de gente marginada que luchaba por sobrevivir en una sociedad que no le contemplaba. Es una denuncia social al igual que lo fue la rumba vallecana en España.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...