Especial
El mágico concierto que convirtió a Bob Marley en estrella universal del reggae: “Lo hacemos respetable”
Así surgió un icono que aún se mantiene tantas décadas después
2.100 afortunados fueron testigos de un concierto histórico en el Lyceum de Londres el 17 de julio de 1975. Los que estuvieron allí dicen que fue un evento mágico, apoteósico, y que representa la cumbre artística de Bob Marley and the Wailers. Apenas duró una hora. Y el calor era sofocante. Las entradas, a 1.5 £, se habían agotado rápidamente. Pero mereció la pena. Había un ambiente de emoción y entusiasmo que cautivó al mismísimo ‘rey del reggae’: “Lo que todos necesitamos son vibraciones positivas”, dijo en un momento de la noche. Al día siguiente, 18 de julio, ocurrió lo mismo. A la misma hora y en el mismo lugar. Los dos impresionantes shows quedaron inmortalizados para la posteridad en el álbum Live!, y convirtieron a Marley en la primera superestrella universal del reggae.
Empieza la gira de Natty Dread
Las dos actuaciones en el liceo londinense se enmarcaban en la gira de presentación del séptimo álbum de Bob Marley and the Wailers, Natty Dread (1974). El tour, que había arrancado en Miami el 5 de junio, recorrió todo Estados Unidos con el mismo repertorio. Las críticas eran favorables, aunque dejaban ver que la música de Marley no había terminado de arraigar en la población americana. En una reseña de su actuación en Nueva York se podía leer: “Viendo a los Wailers en directo uno se pregunta por qué al reggae de Jamaica le cuesta tanto prender en Estados Unidos”.
Pero en Jamaica, Bob Marley & the Wailers eran ya un icono nacional. Poco antes, en Marzo de 1975, la banda había tocado con los Jackson Five, y poco después, en Octubre, compartieron escenario con Stevie Wonder. Ambos shows fueron en Kingston, Jamaica.
Cuando aterrizó en Londres, Bob Marley era casi una superestrella. Sus shows en la capital eran el comienzo de un breve recorrido por el país con paradas en Birmingham y Manchester.
El Lyceum de Londres, un recinto de rock
El Lyceum, un teatro del West End con capacidad aproximada para 2.100 personas, era conocido por los conciertos de grandes bandas y por celebrar concursos de Miss Universo. Destacaba por su techo retráctil que se podía abrir en verano. Se convirtió en un recinto de rock en los 60’s y en los 70’s, cuando bandas como Queen, Led Zeppelin y The Who tocaron allí.
Las dos presentaciones de Marley eran esperadas con verdadero fervor. Cuando las entradas se pusieron a la venta, desaparecieron en pocas horas. Toda una proeza para un artista que no vendía enormes cantidades de discos, aunque bien es cierto que ya entonces era un gran héroe entre la comunidad afro-caribeña. La mezcla racial del público que acudió al Lyceum era inusual para un espacio de rock en aquel momento. En el cartel se anunciaba a Third World como invitados especiales. También que los dos conciertos, el del jueves 17 y el del viernes 18 de julio de 1975, empezaban a las 7.30 p.m. y que las entradas costaban 1.50 libras.
“Lo que todos necesitamos son vibraciones positivas”
La tarde del jueves, había un amplio dispositivo policial a las afueras del recinto. Un espíritu de revolución se percibía en el ambiente junto al dulce aroma del humo por el que Kingston, Jamaica, era conocido. La emoción se palpaba en el abarrotado interior del coliseo londinense. El público bebía latas y botellas de cerveza. El bullicio subió de volumen cuando las luces se apagaron y todos los ojos se posaron sobre el escenario. The Waileres ya esperaban. Después de la sucinta presentación del road manager del grupo, Tony Garret, invitando a participar en “una Experciencia Trench-town”, el concierto arrancó precisamente con Trenchtown rock, en referencia al suburbio de Kingston en el que Marley pasó su juventud. Ya desde ese mismo instante, el sonido del público pasó a formar parte de la propia actuación.
Cuentan las crónicas de los que estuvieron allí que Marley estaba increíblemente animado, algo extraño en ese momento de su carrera en el que se había vuelvo más introspectivo sobre el escenario, concentrado principalmente en el mensaje político que estaba predicando. Dejó que la audiencia se involucrara profundamente con el espíritu sus canciones. Lively up yourself es un ejemplo perfecto de cómo el ritmo de la banda se combinaba perfectamente con el ritmo de la gente. Sir it up es otra joya de ritmo, con un Marley haciendo una jovial interacción entre su voz y la de las I-Tree, entre las que estaba su mujer, Rita. “Lo que todos necesitamos son vibraciones positivas”, clamó Marley al final del tema.
El sudor, algo más el calor físico
Bob Marley hacía breves presentaciones antes de los temas y se movía de un lado a otro del escenario, secándose el sudor de la cara con una toalla. Estaba en todas partes, doblando sus rodillas cuando tocaba, dando la espalda al público o replegándose a la parte de atrás para hacer ver el final de una canción. Había momentos en los que ponía a descansar su guitarra rítmica y daba sorbos a un vaso de papel. Hacía mucho calor. Abrieron el techo retráctil. Cientos de programas se utilizaban a modo de abanico en un vano esfuerzo por bajar la temperatura. Pero lo que provocaba el sudor era algo más que el calor físico.
La versión definitiva de No woman, no cry
"Una cosa buena de la música es que no hace daño, así que golpéame con la música", proclamaba Marley. Y Marley golpeó con la siempre contagiosa I shot the sheriff, que ya el año anterior se había convertido en un éxito masivo internacional gracias a la versión de Eric Clapton, o con la inmortal No woman, no cry. Empezó a cantarla con el brazo sobre la cara, renunciando a su guitarra para darle a sus manos la oportunidad de expresarse. Hizo que la letra viviera y que el público le acompañara cantando a lo largo de toda la canción. Había algo extraordinariamente conmovedor y evocador esa noche en particular. Mientras suena el órgano, se pueden escuchar las voces del público cantando el estribillo, antes incluso de que Marley empiece. El alboroto y bullicio y el afecto del auditorio es evidente a lo largo de los siete minutos del tema. Lo que se plasmó durante esa actuación… se considera la versión definitiva de No mujer, no llores.
“Me agarraban con demasiada fuerza”
No hubo bises. Una masa ciega de entusiasmo había invadido las inefectivas barreras de seguridad en un intento de invadir el escenario. Cuando la banda tocó Get up, stand up, Marley tenía delante una especie de foso de serpientes, de brazos alzados que intentaba agarrar sus tobillos, sus muñecas, el cinturón... era como si le quisieran sacar del escenario. Cada vez que un puño agarraba a Marley, él sonreía levemente, como para sí mismo, e intentaba sacudirse para liberarse. La verdad es que nunca miró a ninguno de los que le alcanzaban. La canción terminó y Marley abandonó el escenario. No hubo manera de que regresara de nuevo. Tocó por casi exactamente una hora. El público permaneció en pie media hora más, aplaudiendo y golpeando con los pies al unísono, reclamando más, pero fue en vano.
Al día siguiente, después de la rueda de prensa, un periodista de Melody Maker le preguntó si había tenido miedo del público del Lyceum: "No, no me preocupa demasiado. Lo único es que no quería que me arrastraran fuera del escenario o que me hicieran daño. Los tipos me agarraban con demasiada fuerza. Eran demasiado fuertes, eran tipos realmente grandes"
Algo único e irrepetible
Ambos conciertos se grabaron en el estudio portátil de los Rolling Stones, un 16 pistas, que había sido utilizado ese mismo año por Led Zeppelin (Physical Graffiti) y Bad Company (Run with the pack) y siete canciones, principalmente del concierto del 18 de julio, se publicaron en el álbum Live! en diciembre del mismo año.
Aparcado a las afueras del recinto durante el concierto, el estudio móvil capturó fielmente el espíritu de la ocasión con todo tipo de imperfecciones menores en la propia actuación que no fue retocada. Ahí quedó para siempre el acople del micrófono planeando momentáneamente durante el primer verso de No woman, no cry. un momento de sutil imperfección que viene a confirmar que lo que sucedió fue algo único e irrepetible.
Los medios que cubrieron esos shows, hablan de ellos en términos de asombrosa perplejidad. Coinciden en el carisma mesiánico de Marley, en el contagioso esplendor de la música y de los músicos, en el sentimiento inmenso y abrumador de la ocasión. Fue entonces cuando las raíces del reggae y el movimiento Rastafari “finalmente entraron en la cultura popular”. El propio Bob Marley aseguraría: “Finalmente hacemos respetable el reggae”.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop