‘Dune’: un apoteósico festín visual que consolida a Villeneuve como el rey de la ciencia ficción
Una banda sonora envolvente, un ritmo atípico para un blockbuster y una fotografía hipnótica hacen de 'Dune' una obra monumental
Denis Villeneuve se ha ganado por méritos propios ser considerado uno de los pocos cineastas capaces de entender y expandir la hard sci-fi. Dune es un ejemplo más de cómo el realizador tiene la habilidad de convertir historias imposibles o malditas en auténticas piezas de orfebrería visual. La novela de Frank Herbert era una de esas historias inadaptables para las que Hollywood parecía no estar nunca preparada. La complejidad de sus escenarios, el vasto imaginario del autor y los requisitos técnicos, inalcanzables en la época en la que David Lynch y Alejandro Jodorowsky trataron de adaptarla, siempre han envuelto Dune en un halo de maldición.
Villeneuve, sin embargo, ha salido airoso en su traslación de la historia de Frank Herbert, en parte porque ha dividido la historia en dos partes –condensar la monumental novela en una sola película era imposible– y en parte porque ha sabido conjugar lo audiovisual con lo narrativo, tomándose muy en serio la historia de la caída de la familia Atreides y la conquista del planeta Arrakis, construyendo un universo odiseico y monumental que reimagina el libro sin renegar de su historia. El resultado es una obra deslumbrante en su apartado visual, un auténtico tableaux vivant, y entretenidísima como película de acción.
Uno puede tener la tendencia de pensar que Dune es excesiva. En cierta medida lo es, porque cada plano, cada detalle, cada iluminación, cada sonido está perfectamente orquestado para resultar grandioso, desde la perfección milimétrica de los dientes del gusano del desierto hasta los detalles más insignficantes que esconden los trabajados decorados interiores; todo está diseñado para causar la sensación de grandeza y conferir a la película un tono tan épico como la gesta mesiánica del Elegido Paul Atreides, lo que en ciertos momentos puede llegar a resultar cargante.
Con sus virtudes y defectos – habría funcionado mejor como una serie porque lógicamente deja muchas subtramas en el tintero– Dune es todo lo que uno puede esperar de una gran película de ciencia-ficción: Villeneuve ha firmado una obra monumental, visualmente deslumbrante, excesiva, hipnótica, donde combina espectaculares escenas de batalla un ritmo pausado que no llega a ser lento sino denso, lo que le confiere a la obra un toque de autor atípico en los blockbusters más comerciales. Personalmente solo puedo recomendar que vayáis a verla a una sala de cine: la experiencia visual y sonora es absolutamente inmersiva.