Daniel Monzón, el alquimista de géneros: “Los jóvenes de hoy entienden la desesperación de los quinquis”

El cineasta nos da las claves de 'Las leyes de la frontera', desvela los títulos que más le han influido y recuerda aquellos días en los que dijo no a dirigir un remake de 'Celda 211' con Russell Crowe

Daniel Monzón presenta la película 'Las leyes de la frontera' en la 69 edición del Festival de cine de San Sebastián / Ander Gillenea (AFP via Getty Images)

Daniel Monzón es uno de los directores más influyentes de nuestro tiempo. Gran parte de su éxito se lo debe a Celda 211, aunque títulos como El niño o Yucatán también han ayudado a convertirlo en un cineasta libre, independiente y polifacético. Como si se tratara de un alquimista, Monzón es capaz de entretejer diferentes tramas y géneros en cada una de sus películas. En su nueva obra, Las leyes de la frontera, estrenada en cines desde el 8 de octubre, confluyen thriller, acción y algo de esa típica y tórrida historia de amor adolescente. Pero todo fluye con tanta naturalidad y estilo que cualquier espectador siente que está ante algo puro, real. No en vano Javier Cercas, autor de la novela en la que se inspira la película, ya ha ido tres veces a verla y cada vez, confiesa, le gusta más que la anterior.

Uno de los grandes logros de este director mallorquín es que es capaz de llenar las salas de cine con perfiles muy distintos. En Las leyes de la frontera los baby boomers verán reflejado el espíritu de la época de la Transición, con toda la subcultura quinqui que el cine se encargó de popularizar, mientras que los jóvenes de la generación Z también encontrarán en esta historia de personajes desheredados y excluidos un universo lleno de vida con el que se identificarán tanto como las generaciones más adultas lo hicieron con películas como Navajeros, Deprisa Deprisa o La estanquera de Vallecas.

Esa línea intergeneracional y transversal que traza Monzón es lo que hace que Las leyes de la frontera sea uno de los estrenos más relevantes de los últimos meses. Eso, y que Monzón llevaba sin estrenar nada en cines desde la comedia Yucatán. Antes de eso llegó El niño, pero ya es remontarse a 2014. Monzón se toma su tiempo. «Al menos tres años de vida» entre largometraje y largometraje, explica. De lo contrario no podría vivir sus películas. Y si su creador no vive lo que escribe y dirige, el espectador tampoco puede llegar a sentirlo.

Las leyes de la frontera... Menuda película, Daniel. ¿Cuál es la piedra angular que te hace embarcarte en esta aventura?

La lectura de la novela, que me apasionó. Pero sobre todo la historia de amor, ese primer amor adolescente y la fuerza con la que te golpea. Todo esto sucede en la España de los años 70, en la época de la Transición, y trata de un chico de clase media que se enamora de una quinqui. Ese amor intenso le hace saltar al otro lado de la frontera, pasa a formar parte de una banda de delincuentes y se hace íntimo amigo del jefe de la banda, que es el chico de la chica de la que está enamorado. Ese triángulo de relaciones tan tenso, tan rico y tan desgarrador me atrapó, también porque yo soy un chico de la Transición. Me agarro al recuerdo de ese protagonista cuyo recuerdo del verano con estos quinquis es lo más intenso que ha vivido nunca.

Porque tú conociste de primera manos a los quinquis...

Me cruzaba con ellos, me atracaron más de una vez (risas). Al mismo tiempo que me producían cierto temor me generaban fascinación. Yo, como el protagonista, era un chico de clase media que observaba las normas y veía a los quinquis con una mezcla de fascinación y curiosidad: parecían prometer una aventura que no es la que yo vivía; una vida más libre, salvaje y anárquica. Y todo eso hizo que conectara mucho con la novela y que quisiera hacer la película. También estaba el placer de reconstruir esa época desde un punto de vista colorista y apasionado. Porque muchas veces se ha recreado la Transición de una forma gris y pesada, pero yo la viví llena de color, música y esperanza. Entonces había dos caras: la cara A, donde estaba la gente como yo, de clase media y acomodada, que disfrutaba de la libertad adquirida tras la muerte de Franco, y la cara B de ese LP de la fiesta de la democracia, que era la de los quinquis, hijos de familias que iban a las grandes ciudades en busca de trabajo y que se quedaban en los arrabales hacinados en poblados miserables y que veían desde la barrera la fiesta y se preguntaban por qué, siendo ellos también jóvenes, no podían disfrutar. Y acabaron intentando tomarse la fiesta por su mano cogiendo una recortada y atracando bancos y robando coches. Murieron tan deprisa como vivieron.

Imagino entonces que hay una gran cantidad de elementos autobiográficos en la película. ¿Hasta qué punto eres fiel a la novela de Javier Cercas? Porque es un libro bastante difícil de adaptar...

La novela es excelente pero tiene más de 300 páginas y está planteada desde varios puntos de vista. Tiene dos partes: ellos cuando son jóvenes y luego cuando son adultos y recuerdan aquel verano que los marcó para siempre. Al final lo que tú tienes que hacer es transmitir el sentimiento del libro, y para ser fiel al espíritu debes ser fiel a la letra, porque son dos lenguajes distintos. Cine y literatura. En literatura tú puedes contar una vida en media página y en el cine debes transmitirlo de otra manera para que el espectador la sienta. Por eso Jorge Guerricaechevarría [co-guionista] y yo nos centramos en la parte de la peripecia de los jóvenes y esa segunda parte la sintetizamos en un prólogo-epílogo. De esa forma conseguimos depurar el sentimiento, ya que de lo contrario se podría haber diluido todo. Ya sabes, quien mucho abarca poco aprieta (risas).

El reparto de 'Las leyes de la frontera' en una fotografía promocional de la película

El reparto de 'Las leyes de la frontera' en una fotografía promocional de la película / Imagen promocional

¿Cómo reaccionó Javier Cercas a la película?

Le entusiasmó. Es el primero que estaba de acuerdo en que la mejor forma de transmitir el espíritu de la novela era ser fiel al pie de la letra. Él me dijo: 'Me encanta la película, es fantástica y reconozco en ella la esencia y el sentimiento que había vertido en la novela. Y luego la has llevado a tu terreno y la has convertido en ese tipo de cine que tanto me gusta, como el de Celda 211 o El niño'. Él está realmente contento y, de hecho, me ha dicho que la ha visto tres veces y que cada vez le gusta más.

Es una película muy transversal, donde jóvenes y adultos pueden conectar con los personajes y la época.

Está entusiasmando a los espectadores de todas las edades. Los que tienen mi edad hacen un buceo en su infancia y su adolescencia porque la película revive la época y los sentimientos que teníamos los chavales de entonces. Pero luego los chicos jóvenes también la disfrutan enormemente. Primero, porque toda la estética les resulta muy cercana. La música trap, desde Rosalía hasta C. Tangana, hunde sus raíces en la música que escuchaban los quinquis, en los Chunguitos, los Chichos, en la rumba catalana. La ropa que visten, esta moda vintage, también se ve en esta banda de quinquis de la película. ¡Quieren vestir así! Estéticamente les resulta muy cercana y fascinante, pero lo cierto es que las pulsiones emocionales de un adolescente son las mismas que las de hace cuarenta años, y realmente la película habla de la necesidad de rebeldía, de encontrar una familia distinta a la tuya con la que te sientas a gusto, de saltarte las convenciones e incluso la ley; de embarcarte en algo prohibido, enamorarte hasta las trancas y vivir ese momento en el que la adrenalina te sale por los poros y necesitas encontrarte a ti mismo.

Supongo que, en lo social, también hay una conexión entre pasado y presente...

Bueno, aunque la comparación no es directa porque ellos vivían en poblados miserables y no tenían nada que perder, la desesperación de los quinquis se puede entender por la juventud de ahora, que tiene carreras y masters y se ven abocados a trabajar llevando comida en una bicicleta o siendo camareros a tiempo parcial en una hamburguesería. Conectan con esa incertidumbre y esa desesperanza. Ven a esos quinquis, con su forma anárquica de moverse, tratando de encontrar libertad y vivir deprisa y agarrarse a algo, a la camaradería entre ellos, y se genera una conexión que yo mismo he vivido en los pases que he hecho en las universidades.

En Las leyes de la frontera encontramos a gente muy joven. ¿Qué tal ha sido trabajar con actores y actrices veinteañeros, muchos de ellos debutantes?

Parte del trabajo es de mis directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano, con quienes trabajo desde Celda 211. En esta película yo quería describir la energía de la adolescencia, así que necesitaba un reparto muy fresco, muy joven. Aquellas películas de quinquis de los 70 y 80 tenían la particularidad, imposible de replicar, de que estaban protagonizadas por los propios quinquis de esa época. Era gente de la calle. Y yo quería quería traer mucha calle. El trío protagonista, Chechu Salgado, Marcos Ruiz y Begoña Vargas, sí tenía experiencia previa, pero salvo Daniel Ibañez, El Piernas, todos actuaban por primera vez. Quería autenticidad. Trabajar con ellos ha sido lo que le ha dado energía e ímpetu a la película y a sus personajes. Han formado realmente una banda de quinquis. Les pedí que se dejaran el pelo largo durante meses y que se convirtieran en sus personajes. Ha sido un placer enorme. Disfruto mucho trabajando con actores consagrados. Luis Tosar es mi hermano; es un placer trabajar con Eduard Fernández, Barbara Lennie, Sergi López y hasta con Timothy Hutton, y yo aprendo de todos, pero esta energía virgen y entregada de estos actores ha sido un regalo.

Marcos Ruiz, Begoña Vargas y Chechu Salgado hacen un trabajo espectacular.

El trío protagonista es sublime. Chechu Salgado como Zarco tiene un carisma enorme, es el icono de lo quinqui. Marcos Ruiz tenía un trabajo muy complicado porque debías verle crecer e ir de un punto a otro, y él que tiene 21 años tenía una capacidad de concentración sorprendente. Y Tere, el motor de la historia, este personaje femenino tan arrollador y tan magnético y lleno de misterio; en fin, Begoña Vargas es la encarnación perfecta. Hasta el propio Javier Cercas, cuando vio la película, dijo que no concebía a otra Tere que no fuera Begoña. Ella, además de su belleza racial y la sutileza que tiene como actriz, sorprendente para una chica tan joven, tiene una manera muy profunda de meterse en su personaje. Yo creo que va a ser una estrella tremenda. Además habla perfecto inglés y tiene la ambición de cruzar el charco, así que creo que es una estrella que va a dar mucho de qué hablar.

¿Qué cine de la época te ha inspirado?

La verdad es que yo no quise tomar prestado demasiado del cine de entonces porque buscaba contar la historia con los ojos del presente. Sí que están los temas de los robos y atracos, los asaltos a farmacias, las carreras de coches desaforadas, el amor adolescente: todo eso estaba en ese cine. Directores de los setenta que me han influido poderosamente... Todo el cine de Martin Scorsese. Malas Calles, Taxi Driver. De hecho, gran parte de la energía viene de la banda sonora de la época, y otros temas compuestos para la película, que sin ser una imitación sí se inspiran en la forma en la que Scorsese manejaba la música en su cine, algo que después Tarantino también ha hecho. William Friedkin con The French Connection, John Carpenter y sus Asalto a la comisaría del distrito 13 o 1997: Rescate en Nueva York también fueron películas que me entusiasmaron y marcaron. Su estilo de rodar la acción me interesa mucho.

Chechu Salgado (i) y Daniel Monzón (d) en el set de rodaje de 'Las leyes de la frontera'

Chechu Salgado (i) y Daniel Monzón (d) en el set de rodaje de 'Las leyes de la frontera' / Imagen promocional

Y si vamos al cine quinqui... ¿Cuáles son tus referencias de la época?

Yo creo que la más bonita es Deprisa Deprisa de Carlos Saura, que era la versión más poética de todo ese mundo. De Perros Callejeros me interesaba cómo estaba rodada la acción tan auténtica. Lo rodaban de verdad y conducían los coches a toda velocidad con riesgo de matarse (risas). Le conferían a las persecuciones un ritmo inigualable. El cine de Eloy de la Iglesia con Navajeros era más crudo, más provocativo y tenía mucha fuerza. Luego hay una joya muy kitsch que no se conoce mucho y que se llama La patria del 'Rata', una película dirigida por Francisco Lara Polop. Una pequeña joya a reivindicar. Era el encuentro entre un quinqui huido que se debe hacer fuerte en una casa y le rodea la policía, algo que me recuerda a Tarde de Perros de Sidney Lumet, otro gran director de la época. Y dentro de la casa había una niña minusválida con la que establece una relación durante treinta y tantas horas. Es una peli muy curiosa y disparatada, con cosas como que la niña estaba doblada por la dobladora de Heidi (risas). Una cosa muy kitsch.

Tú saltas mucho de géneros. Haces cine de acción, thrillers, comedias... ¿Lo siguiente es una película de terror?

Me encanta el cine de terror, pero tendría que encontrar algo que me empujara a ello. Yo, cuando me embarco en algo, siempre lo hago de forma visceral, y lo que me mueve principalmente son los personajes. Su historia. Su vivencia. Es lo que te engancha o no de una película. Algo puede estar rodado de forma exquisita, con una fotografía y música extraordinarias, pero si los personajes no te interesan la película no te interesa. Eso es el eje fundamental. Y sí, me gusta hacer cosas diferentes, porque no le veo sentido repetir lo que ya he hecho. Con Celda 211, que fue un éxito internacional, compraron los derechos en Estados Unidos y finalmente se quedó con ellos Paul Haggis, el director de Crash. Estuve en Los Ángeles y me ofrecieron dirigir un remake con el guion de Haggis. Y yo les dije que para mí no tenía ningún sentido. Me respondían: 'Pero es que está Russell Crowe interesado en hacer de Malamadre'. Y yo les respondí: 'Para mí Malamadre es Luis Tosar'. No tenía ningún sentido hacer lo que ya había hecho. No podían entenderlo y yo no podía entender que no viesen que era un ejercicio baldío, la exageración extrema de repetirte. Pero si de pronto me entra una historia dentro del cuerpo o del alma que tenga que ver con lo que he hecho... en fin, creo que Celda 211, El Niño y Las leyes de la frontera comparten algo, una mirada sobre el otro, la mirada sobre el marginado o el delincuente.

Plataformas, miniseries de televisión, series... ¿Cómo ves este fenómeno? ¿Y el futuro de los cines?

Yo en principio todas las películas que he hecho han sido pensando en su exhibición en salas. Le proporciona al espectador una experiencia diferente. Si estás envuelto por el sonido y atento a una gran pantalla que es lo único que proporciona luz es como una inmersión que no puedes sostener de otra manera. Pero luego bienvenido sea que esa película tenga una segunda vida en plataformas. Hay gente que disfruta viendo cine en el smartphone. Pero ahora, después de la pandemia, la gente ha perdido el hábito de ir al cine y las salas están sufriendo, así que habrá que ver cómo es la recuperación. No creo que desaparezcan, porque el cine es algo connatural al ser humano.

Chechu Salgado, Begoña Vargas y Marcos Ruiz en el cartel promocional de 'Las leyes de la frontera'

Chechu Salgado, Begoña Vargas y Marcos Ruiz en el cartel promocional de 'Las leyes de la frontera' / Cartel promocional

¿Probarías nuevos formatos nuevos como acaba de hacer Alejandro Amenábar con La Fortuna?

Hay historias que yo concibo para cine, y si yo tuviera que meterme a hacer cine o una serie para plataformas... Bueno, hay argumentos que de pronto pueden tener mucho sentido. Historias que necesitan de mucho más tiempo para ser contadas o desarrolladas. A mí una serie con varias temporadas no me interesa, porque es quedarse envarado en algo que exige de ti muchos años. Me interesan más las miniseries. Te permite mayor tiempo para desarrollar los personajes. Pero sí que es cierto que me han llamado de bastantes plataformas y si surgiera la idea que me justificara... no le hago ascos a nada.

Imagino que ya tendrás en producción tu siguiente proyecto...

En producción aún no porque Las leyes de la frontera se acaba de estrenar y yo siempre la acompaño en sus primeras semanas hasta que camina solita (risas). Es como tu hijo o tu hija. Pero sí tengo varias cosas en mente. A mí una película me lleva 3 años de vida: desde la idea hasta que busco la financiación, la ruedo y luego vienen la postproducción y el estreno. Es un aventura que vivo intensamente. Si no lo hago no puedo pretender que el espectador la viva igual. Entonces debo estar muy convencido de en qué me embarco. Ahora estoy barajando varias cosas pero aún no he acabado de decidir cuál de ellas. Estoy entre algo muy monumental (risas), muy complejo y muy ambicioso, y entre otra historia mucho más contenida y relacionada con el universo de Sidney Lumet, que hacía un cine muy intenso partiendo de elementos más parcos. Estoy debatiendo entre una cosa y otra para ver de qué me acabo enamorando.

Las leyes de la frontera se estrenó en cines el 8 de octubre. La película está dirigida por Daniel Monzón y protagonizada por Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu Salgado, Carlos Oviedo, Daniel Ibañez, Guillermo Lasheras, Santiago Molero, Ainhoa Santamaría, Xavier Martín, Pep Tosar, Xavi Sáez, Jorge Aparicio y Cintia García.

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