El Chojín: “Un psicólogo no debe ser alguien que te haga ser feliz para siempre”
Racismo, violencia de género y salud mental en la nueva novela del rapero
Edú es un psicólogo español con orígenes africanos. Tiene muy interiorizado el tema del racismo y ha aprendido a controlar su ira cuando no se hacen las cosas como él quiere. Carol es una hija de buena familia mediatizada por lo que se espera de ella.
Él mantiene una relación con una mujer negra que le entiende y le quiere y que se convierte en su punto de apoyo en el proceso que emprende tras diagnosticarle un cáncer. Ella lleva años con un hombre que vive la mitad del año en otro país y que pese a que no le da lo que necesita ha creado un vínculo con él de dependencia, vamos, lo que viene a ser una relación tóxica.
Sus caminos se cruzan y sus diferencias acaban creando una conexión muy especial entre ellos tal vez marcada por la necesidad. Y esos dos puntos de vista de dos personas tan diferentes son los que dan forma a una historia con dos visiones de las cosas.
El Chojín, un veterano del rap español, se ha metido en la piel de ambos para intentar transmitir el mensaje de esa necesidad de empatía que hay hoy en día. Siete martes es su nueva novela y no sólo entretiene, como él pretendía, sino que te hace parar y reflexionar sobre temas que parecen obvios, pero que a veces nos cuesta ver.
No siempre hay oportunidad de charlar con una persona que respeta tanto las opiniones, que se ha aplicado tan bien eso de la empatía y que ha generado un discurso con el que puedes estar más o menos de acuerdo, pero que ayuda a generar un debate de esos que permiten evolucionar. Transmite calma, pero también pasión y es lo que ha volcado en su nueva novela, Siete martes, y lo que, seguramente, escuchemos en su nuevo proyecto musical.
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El otro día hablé con Haze, hace un rato con Rayden y ahora contigo, ¿los veteranos del rap tenéis necesidad de expresaros?
Yo supongo que tiene que ser una especie de consecuencia natural de llevar toda una vida escribiendo. Nosotros somos comunicadores, somos gente que trabaja en la música, pero, sobre todo, comunicadores y al final buscamos nuevas formas de comunicar y la literatura convencional es una que está relativamente cerca de lo que hacemos.
Una de las primeras cosas que llaman la atención de tu novela es esa narración a dos voces. ¿Una llamada de atención sobre esa dificultad que tenemos a veces de ponernos en la piel del otro?
Exactamente eso. Creo que nos ha tocado vivir una época en la que tendemos a pensar que la realidad es la nuestra y que todo el mundo que no piense exactamente como nosotros está directamente equivocado y no es merecedor siquiera de ser escuchado. Esto de narrar en dos voces y dos colores es para mostrar que un hecho objetivo se puede ver desde dos puntos de vista distintos y ninguno de los dos mienten, ni ninguno de los dos tiene por qué tener necesariamente la razón, ni estar equivocado. Solamente interpretaciones.
Un hombre y una mujer muy diferentes, ¿acertaríamos si dijésemos que te ha costado menos dar la visión de Edú?
Sin duda. El gran trabajo para mí de la novela, a nivel creador ha sido eso. He braseado a mis amigas preguntándoles cosas constantemente y mandándoles pequeñas partes de texto para saber si podía colar ese personaje. No quería que fueses nadie estereotipado, sino que fuese real. He tenido que hacer un poquito de investigación.
En el libro dejas claro que piensas que hombres y mujeres no somos tan diferentes como podemos pensar y que hay más cosas que nos unen de las que nos separan, ¿estás convencido?
Todos los seres humanos somos prácticamente lo mismo, solo que, por algún tipo de necesidad infantil, pedimos ser diferentes a los demás. Si empezamos por lo fisiológico, todos invertimos un tercio de nuestra vida durmiendo, eso ya nos iguala. Todos tenemos que comer, respiramos, vamos al baño, físicamente somos iguales. Y en cuanto a experiencias vitales, sí es verdad que dependiendo de dónde vivas puedes tener unas características diferentes a otros. Pero si tú le preguntas a una mujer qué es lo más importante en su vida te va a decir que su familia y si le preguntas a un hombre, te va a decir que su familia también y eso ya nos iguala. Todos hemos sentido lo que es la decepción, lo que es el fracaso, lo que es enamorarse... todas esas cosas las compartimos. También es verdad que hay un pequeño departamento en el que tenemos características distintas, pero en lo fundamental todos somos iguales.
Es paradójico que exista esa necesidad infantil de pedir ser diferentes y después se machaque al que lo consigue, al que es diferente.
Pero porque tú marcas tu diferencia y tu diferencia ya te hace mejor a otra diferencia. No porque reconozcamos la diferencia como una cualidad sino porque tendemos a ver en la diferencia del otro un defecto. Una de las peores cosas que pueden sucedernos como seres humanos es estar en una habitación donde todo el mundo esté de acuerdo, porque tenemos la tendencia a pensar que, si hemos llegado a un acuerdo con los amigos de esa sala, ese acuerdo puede llegar a convertirse en una verdad universal y salir de ahí convencido de que tengo razón porque entre todos hemos dicho que tengo razón. Eso es muy peligroso porque me da a mí una categoría moral según la cual puedo juzgar a los demás desde esa superioridad de que yo tengo razón y de ahí llegar a condenarlas.
Esa forma de pensar supongo que te lleva a defender las redes sociales que son un punto de encuentro de opiniones tan diferentes.
Totalmente, aunque no somos capaces de entender que una opinión que no tenga que ver con la tuya es inevitable. Ser seres sociales implica estar rodeados de personas que piensan y hacen cosas que no te gustan y hemos dejado una tolerancia cero a eso y eso nos hace más débiles. Nos enfadamos muchísimo en redes sociales porque alguien ha dicho no sé qué, estamos envenenándonos sin ningún motivo y sin ninguna consecuencia positiva hacia nosotros mismos. En las redes sociales son sentencias. Yo las utilizo para cotillear en otros mundos y hay gente que, en lugar de cotillear en la cabeza de otro, lo que quiere es colonizarla y quiere llegar ahí e imponer sus criterios y poner su bandera.
Estamos en un mundo super conectado que, en teoría, tendría que abrir más las mentes y, sin embargo, estamos dando pasos para atrás y proliferan los casos de racismo, homofobia, violencia de género... ¿qué nos está pasando?
Creo que nos estamos mostrando tal y como somos y que el problema es que queremos creer que vivimos en un mundo en el que no vivimos. Nos gustaría sustituir el mundo en el que nos gustaría vivir por el mundo en el que vivimos y muchas veces actuamos obviando que la realidad no es la que nos gustaría sino la que es. Al obviarlo, al encontrarnos con el mundo de frente, nos llevamos la decepción. La típica pregunta de ‘¿a qué época de la historia irías?’… que alguien me cuente una época en la que las cosas estuvieran bien según nuestro criterio... es que no la hay, no existe. Lo que estamos haciendo es crear una utopía en nuestra mente que no es trasladable a la realidad porque no existe, estamos rodeados de personas que hacen cosas horribles, que no son la mayoría, pero están ahí.
Entonces, si las cosas son así de deterministas, ¿por qué luchamos contra la violencia de género, el racismo, la homofobia...?
Creo que nuestra naturaleza incluye también luchar contra nuestra naturaleza, que es una cosa maravillosa en el ser humano. Intentamos siempre traspasar nuestros límites. Estamos atrapados entre lo que somos y lo que nos gustaría ser. Somos animales con deseos y eso está muy bien, pero es el principio de una frustración.
Racismo, violencia de género, salud mental, cáncer... grandes temas a los que enfrentarse en una novela, ¿el formato para hacerlo más accesible?
Quería contar personas más que historias. Quería contar lo complicado que somos. Una sola persona junto con otra en una conversación puede terminar hablando de cualquier tema y puede salir cualquier trauma y cualquier situación. Todos hemos tenido una discusión con nuestros padres, algún problema con nuestra pareja, un susto con el coche, se puede hablar de todo porque al final tus experiencias y las mías, si las juntamos, dan para un libro.
Es novela, pero hay pasajes que podríamos definir como ensayo, sobre todo, cuando hablas de racismo, ¿no?
Totalmente. En muchos aspectos me da un poco de rabia admitir que la novela es un pretexto para contar el ensayo de otra manera. En muchos aspectos se puede decir que es así. La forma en la que cuentas las historias determina las ganas que puede llegar a tener la otra persona de leerlas o escucharlas. Los comunicadores buscamos maneras atractivas de contar lo que queremos contar.
Al final, dar tantas vueltas a un mismo tema te genera dudas. No tengo claro si es correcto, o no, llamar negro a un negro. Edú dice que sí y Carol que no.
Ese momento, que no lo quiero desvelar del todo, para mí fue importante a la hora de escribirlo porque incluso me hizo dudar a mí. Me ha pasado con estos personajes, sobre todo de escuchar a Carol porque era más externa a mí, que cuando quería hacer debates entre ellos, quería mostrar que ninguno de los dos era estúpido y que cada uno tenía una forma de pensar que estaba basada en su experiencia. Y me ha pasado un par de veces que, teniendo como autor, cuál era la conclusión que quería que tuviera el lector tras una conversación, al final me ha terminado convenciendo Carol de que, a lo mejor, la que tenía razón era ella. Esta duda que se plantea Edú, también me hizo replantearme las cosas, aunque, al final, en el caso de la palabra negro, yo creo que todo depende de la persona a la que te refieras y si te dice que no es un insulto sino una característica de la que se quiere sentir orgulloso porque le ha faltado la idea de orgullo durante 400-500 años se tiene que tener en cuenta su decisión.
En el tema del racismo, hemos tenido una época con el Black Live Matter, que ha estado muy en un auge, luego se adormeció un poco, ¿cómo valoras este movimiento?
Lo valoro como inevitable. Cuando un grupo dentro de una sociedad es sistemáticamente brutalizado durante generaciones, es irremediable que cada equis tiempo explote, no hay otra opción porque todos tenemos un límite. Ha servido para ver que la cosa, socialmente, se haya movido hacia donde yo quiero que se mueva, pero también ha servido para ver la resistencia que hay para esos movimientos. Me ha entristecido mucho ver cómo muchas personas blancas han tratado el tema con cansancio y estío, como si fuera algo exagerado, quitando peso y trascendencia a un movimiento que para muchas personas es muy importante. Yo he tenido discusiones en redes sociales, personas blancas que asoman la cabeza treinta segundos y se van... ¿perdona?... Llevo 40 años viviendo esto, trabajándolo y ¿tú te asomas cinco minutos y sentencias? Cállate y escucha. Cuando hablo con un médico de medicina, en realidad no hablo con él, le escucho porque yo no tengo nada que decir ahí. Opinión puedo tener sobre cualquier cosa, pero opinión válida solamente sobre cosas sobre las que tenga un poco de conocimiento y con el racismo pasa mucho eso. Partiendo de la base de que cuesta mucho encontrar un acuerdo para definir lo que es el racismo. Me está resultando muy decepcionante comprobar que muchos de nuestros vecinos, compañeros e incluso de gente que nos quiere es insensible ante un grito que hace una parte de la sociedad que solamente pide una mejora para todos.
Yo la entiendo como una lucha muy paralela a la que tienen las mujeres con el feminismo, ¿no?
Lo que creo que ha pasado y no quiero ponerme muy tonto, es que el mundo afro se está aprovechando del movimiento feminista blanco. Me da alegría porque implica que la sociedad se está moviendo hacia el lugar en el que yo creo que debería estar. Creo firmemente en la igualdad de trato a todas las personas. Creo que históricamente ha habido grupos que han sido maltratados, mujeres, colectivo LGTBi, personas racializadas y lo justo es que caminemos hacia un lugar en el que a todos se nos trate por iguales. Pero me da rabia que para que nuestra lucha tenga un poquito de eco, se tenga que colgar de la lucha de mujeres blancas que están haciendo mucho más ruido. Siempre vamos por detrás, no se nos permite liderar.
Otro de los temas que trata la novela es el de la salud mental que tanta visibilidad tiene últimamente, ¿era hora?
Es necesario, creo que no podemos sentirnos bien si la sala de máquinas no funciona. Queremos tener paz, salud, éxito y ser guapos, pero no nos encargamos de cuidar los cimientos que tienen que construir esa persona exitosa que es tu cabeza y su salud. Es irremediable que las generaciones que vienen después de la nuestra cuiden mucho más su salud mental y emocional porque eres mucho más eficiente si tienes la cabeza más sana y tranquila.
Algunos pueden caer en el error de pensar que el psicólogo puede acabar con todos sus males y la novela nos deja claro que son humanos y que también se equivocan.
Por supuesto. Otra de las cosas que me llaman mucho la atención y en lo que estoy pensando mucho últimamente es esa idea que muchas veces tenemos de que tiene que haber una solución para cada problema. Tiene mucho que ver con nuestra tendencia a la fantasía. Hay veces que no hay solución a según qué problemas. Un psicólogo no debe ser alguien que te haga ser feliz para siempre ni nada que se le parezca. Es simplemente una guía y una ayuda. A mí me dan cierto miedo según qué libros de autoayuda porque te venden que existen unos pasos que, si sigues, te llevan a la felicidad. No conozco a nadie que sea feliz plenamente porque eso no existe, ni está entre nuestras posibilidades como seres humanos. Creo que vivimos muchas veces de una manera muy infantil esperando que alguien nos solucione los problemas. Abrimos Instagram esperando esa frase que nos arregle ese problema que tenemos.
También está presente el cáncer, no sé si te ha pillado de cerca, pero, ¿la enfermedad lo disculpa todo y lo digo por Edú?
No, no lo disculpa todo, pero lo condiciona. Yo he tenido temas de cáncer en la familia, incluso uno muy reciente y es una palabra muy grande porque es la causa de más muertes y nos da miedo. Tu forma de actuar, tus pensamientos, tus acciones, pasan a estar condicionadas cuando aparece esa palabra a tu alrededor. Se te permiten cosas que no se te permitirían de otra manera y tú mismo te permites cosas que no te permitirías en otras circunstancias. Te da cierta patente de corso y eso es humano y hasta está bien.
Racismo, salud mental y otras de las patas vertebrales de la novela es la de las relaciones tóxicas y la violencia de género. Ahí también tenemos mucho que avanzar todavía.
Hace poco me preguntaban cómo de Edú era yo y yo decía que él es mucho mejor persona que yo. Es más como me gustaría ser que como soy porque cuando hablamos de temas de violencia machista, es verdad que mucha gente me ve como una fuente de paz, tranquilidad y un tío super majo y todo eso, pero yo me altero mucho con estos temas. Odio a los abusones en general, como concepto, y sacan mi parte violenta. Hubo un par de pasajes del libro que terminé cambiando por recomendación de la editorial porque llevaba a Edú a mi terreno y me decían, ‘no, pero es que no le pega al personaje’. Creo que es muy complicado emitir mensajes tranquilos en la lucha contra la violencia de género, por lo menos para mí lo es. Siempre tengo un límite, tolero prácticamente todo, pero hay cosas que en mi forma de entender la vida no acepto bajo ningún concepto y esa es una de ellas. Me sorprende mucho mirar como individuo en una sociedad compleja en la que eso ocurre, me hace preguntarme qué tipo de bichos somos.
¿El rap es un desahogo para soltar toda esa furia, decepción, incomprensión...?
Sí, sí. Acabo de escribir siete temas que voy a ir sacando ahora y en uno de ellos digo que ser siempre muy calmado y relajado es muy cansado y un día voy a decir lo que pienso. Lo que escribo me descarga, algunas las comparto y otras no. Hay algunas que decido no sacar porque creo que pueden sacar una polémica a mi alrededor que no me apetece. Todo lo que digo en mis letras es verdad, pero no toda la verdad está en mis letras. Yo no solamente escribo para grabar algo y que la gente me escuche, sino que muchas veces escribo para mí. Tengo un montón de raps ahí guardados, de esos que mi productor está deseando que me muera para sacarlos.
Entonces, auto censuras tu música, ¿no?
Del todo, vigilo lo que digo. Tengo una auto censura total. Hay cosas en las que no quiero entrar, no porque no me parezcan interesantes o porque no las piense sino porque pueden crear una polémica que no me apetece. Sé que hay mucha gente con ganas de pelear contra otra porque dice equis y a mí no me apetece estar en todas las guerras.
¿Qué vamos a encontrar en ese Proyecto 7 al cuadrado?
Tengo 13 o 14 discos ya y nunca he trabajado los temas con tanta calma como en esta ocasión. No estoy con ninguna editorial, no tengo ninguna fecha con la que tengo que cumplir. Uno de los problemas que yo veía que tenía con los discos es que tenía que proveerlo de una cantidad de temas de modo que le prestaba mucha atención a cuatro o cinco que luego eran singles y aunque al resto también les prestaba atención, no tanta a nivel creativo. Ahora en este proyecto es al revés. Estuve haciendo los temas con mucha calma, sin ningún estrés, dedicándoles todo el tiempo a su producción musical, las letras, con mucho más cariño. Van a ir saliendo poco a poco y se llama al cuadrado porque cada uno de los temas va a tener una remezcla con artistas de estos que yo considero grandes, algunos con los que nunca he trabajado y tenía cuentas pendientes, y otros con los que ya había trabajado, son muy grandes y aportan mucho a esas remezclas. Tengo muchas ganas de compartirlos y, sobre todo, en directo. Hemos pasado un año y medio horrible de mono máximo. Lo que haré es coger esos siete temas y meterlos en el repertorio para dar un concierto, que me muero por hacer la gira más larga que se haya hecho jamás.
Y para acabar, ¿qué idea te gustaría que calara de tu libro?
Inicialmente cuando me senté y era algo indefinido, quería dos cosas, por una parte, entretener, porque soy artista y me dedico a entretener. Aunque hago un tema de rap, lo puedo hacer pensando en muchas cosas, pero la primera siempre tiene que ser entretener porque si no, no vas a enganchar a la gente. Y lo segundo que quería era incidir en la idea de que necesitamos, para tener una sociedad lo más cómoda posible, entender que siempre va a haber distintos puntos de vista y no censurar la existencia de esos otros puntos de vista sino abrirte a escucharlos y tener empatía con el otro. En ese sentido soy muy pesado, muy monje budista, es importante intentar transmitir buen rollo. En el libro hay momentos que no son de buen rollo y te pueden poner un nudo en el estómago, pero he intentado que el sustrato sea el contrario, el choque de dos personas que no tienen nada que ver y comprobar cómo pueden calar la una en la otra simplemente con sentarse y ponerse a hablar.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...