Especial
Pon tu cámara de fotos en ‘Manual’ y aprende a utilizarla
Los fundamentos de la exposición te darán alas.
Vivimos en un mundo en el que la tecnología avanza a pasos agigantados y la comodidad de obtener fotos competentes mientras vivimos con la cámara en modo “auto” es difícil de desafiar.
No obstante, por mucho que avance la tecnología, lo que ninguna marca ha podido hacer hasta hoy (ni podrá) es saber qué tipo de foto quieres en cada momento.
Por regla general, las cámaras intentarán darte fotos bien iluminadas y nítidas, dando prioridad absoluta al sujeto principal del encuadre, pero… ¿Y si quiero que ese sujeto sea una silueta negra para mostrar el aterdecer? ¿Y si tengo varias personas en diferentes planos y los quiero a todos visibles y enfocados? ¿Y si quiero que los coches que hay detrás del sujeto salgan borrosos a propósito?
Para todas esas situaciones y tantas otras que encontrarás es importantísimo conocer los fundamentos de la exposición y vamos a intentar darte las claves aquí y ahora, sin marear demasiado.
La buena noticia es que sólo hay tres parámetros que determinan la exposición de tus fotografías; conocidos como “el triángulo de la exposición”; todos ellos, de una u otra forma, aportan o quitan luz a tu fotografía, así que lo importante es que sepas de qué forma lo hacen para poder manipularlos a tu antojo para obtener fotografías perfectamente expuestas.
Estos parámetros son: la apertura, la velocidad de obturación y la ISO.
No nos pongamos excesivamente técnicos. La apertura es un parámetro de la lente, no de la cámara, y cuantifica la cantidad de luz que dejas entrar al sensor de tu cámara. Cuando varías la apertura en una lente puedes ver como físicamente se abren o cierran unas lamas que agrandan o estrechan el orificio por el que pasa la luz hasta la cámara.
La letra que representa este parámetro es ‘ f ‘, acompañada de una numeración que habitualmente verás oscilar entre 1.8 y 22 (aunque puedes ver valores todavía más cercanos a cero, como 0.95, 1.2 o 1.4).
Al final, lo que debe quedarte claro de ese número es que cuanto más cercano sea a ‘0’, más luz dejará pasar al sensor y menor será la profundidad de campo, es decir, menor será la parte de imagen que podemos sacar enfocada.
Así pues, la apertura (f) será el parámetro más importante a la hora de determinar el estilo de nuestra fotografía. Es determinante a la hora de decidir si queremos una fotografía en la que pueda verse al sujeto en primer plano, dejando el fondo desenfocado para centrar más la atención o si necesitamos que el contexto sea legible también, lo que nos obliga a “subir esa ‘f’” para obtener una mayor profundidad de campo (más terreno enfocado), perdiendo luz a cambio.
Luego tenemos la velocidad de obturación (shutter speed en inglés o SS en muchas cámaras).
La velocidad de obturación es otro parámetro “físico”, pero esta vez de la cámara, no de la lente y mide lo rápido que se abre y cierra el obturador para tomar una instantánea y, por tanto, de nuevo, cuanta luz entra al sensor.
Para que lo entiendas, imagina que el sensor es un vaso vacío debajo de un grifo. Para determinar cuánta agua recibe tendríamos dos parámetros: la apertura, que sería cuánto abres la maneta del grifo y la velocidad de obturación, que sería lo rápido que abres y cierras esa maneta. Ambos parámetros son determinantes a la hora de medir cuánta agua hay en el vaso.
Además, de la velocidad de obturación depende también el enfoque de tu fotografía, pero en otros términos... Imagina que pasan coches frente a tu cámara; de la velocidad de obturación dependerá que esos coches se vean nítidos o desenfocados en tu fotografía. Cuanto mayor sea la velocidad con la que se abre y cierra el obturador más fácil será captar un objeto en movimiento perfectamente enfocado. Sin embargo, si el obturador tarda algo más en cerrarse, la cámara habrá visto ese coche recorriendo una distancia y te enseñará una especie de “media” de lo que ha visto en ese momento; un coche que se movía de un punto A a un punto B.
Por ponerlo de una forma más gráfica; cuando disparas una fotografía, la cámara necesita saber qué fracción del tiempo “congela” en una imagen para ti. Si le pides una fracción mínima de segundo, seguramente obtengas una captura perfectamente nítida. Si, por el contrario, le das una velocidad de obturación de 3 segundos, las personas que caminan y los coches que pasan irán acompañados de “estelas” que marcan el recorrido que han hecho en esos 3 segundos.
Por supuesto (y volvemos al chorro de agua), si el obturador está 3 segundos abierto pasará mucha más luz al sensor que sí se abre y cierra en una fracción de segundo; lo que afectará a la luminosidad general de tu fotografía.
Por último, tenemos la ISO. El parámetro más fácil de explicar y el más fácil a la hora de exponer una fotografía. La ISO es la sensibilidad del sensor de tu cámara. Es un parámetro digital, depende de la tecnología de tu cámara y representa la capacidad que tiene tu cámara de adaptarse a condiciones de baja luminosidad.
“Si no tengo suficiente luz, subo la ISO y a funcionar”, parece un parámetro mágico visto así, pero el problema de la ISO es que, conforme sube, poco a poco va enseñando las vergüenzas técnicas de la cámara añadiendo ruido a la fotografía y puede acabar destrozando la foto si abusas de esta “magia”.
Por supuesto, luego hay programas que pueden reinterpretar y limpiar ese ruido, pero todo serán parches; así que, por norma general, quieres que la ISO sea lo más baja posible (generalmente 80 o 100, que suele ser el primer valor en las cámaras).
Si habéis entendido estos 3 conceptos, podéis poner vuestra cámara en modo ‘manual’ sin miedo para empezar a resolver esos pequeños ‘puzles’ que supone cada fotografía.
Qué parámetro toquéis primero siempre irá ligado a vuestras necesidades para cada fotografía.
“Es de día, tengo luz de sobra” – Lo primero que tienes que hacer es bajar la ISO. Deberá estar siempre en su valor más bajo, porque no necesitas “luz extra”.
“Pero quiero un retrato” – Bueno, si quieres un retrato necesitas un valor bajo para la apertura y eso deja pasar mucha luz, así que tendrás que hacer que la velocidad de obturación sea muy alta, para que ese chorrazo de luz entre sólo una milésima de segundo al sensor.
“Sigue siendo de día, pero ahora quiero una panorámica en la que se vea todo” – Entonces puedes subir el valor de la apertura sin miedo, para que todo esté bien enfocado (y así, de paso, vas quitando luz a tu sensor, que tiene de sobra) y decides son la velocidad de obturación si quieres enseñar el movimiento en tu imagen o si quieres una congelación perfecta de ese instante.
“Es de noche y quiero sacar coches en movimiento” – En este caso vas a necesitar más luz de la que tienes, porque sacar una escena general te pide cerrar la apertura de tu lente, pero como quieres coches en movimiento puedes abrir el obturador un buen rato para captarlo y, además, estarás dejando pasar luz al sensor. Cuanto más rato dejes abierto el obturador, menos definidos se verán esos coches. Y si sigue faltándote luz, puedes subir esa ISO un poquito.
¿Veis como funciona? Cada foto es un pequeño ‘puzle’ a resolver. Al principio la mente os pide unos segundos para el diagnóstico de la situación, pero poco a poco se interioriza ese pequeño cálculo y va saliendo de forma natural.
Cuanto antes empieces con la cámara en modo manual, mejor.