Última hora
¿Puede un teléfono móvil ser sostenible?
Coltán, obsolescencia programada, dispositivos reacondicionados… Te contamos todo lo que tiene que ver con el impacto del dispositivo que llevas en el bolsillo y cómo reducirlo al mínimo
El dato invita a la reflexión: en el mundo hay más personas con teléfono móvil que con electricidad o agua corriente. 5.500 millones de dispositivos circulan por el planeta, lo que significa que el 70% de la población mundial es usuario de uno, según el informe Cisco VNI sobre Tráfico Global de Datos Móviles 2015-2020.
En España, y según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), a fecha de diciembre de 2020 el número de líneas de voz de telefonía móvil superaba los 55 millones, lo que se traduce en una tasa de penetración del 116 líneas por cada 100 habitantes. Cada año, los españoles tiran a la basura unos 20 millones de dispositivos.
¿Qué impacto tiene semejante volumen de teléfonos móviles en el planeta? ¿Cómo se producen, se utilizan y se desechan estos dispositivos? Y lo que es más importante para muchos: dado que vivir sin teléfono móvil es prácticamente impensable en los tiempos que corren, ¿es posible tener un teléfono móvil sostenible?
El origen del problema
Es un hecho que cada vez son más los ciudadanos que conocen las consecuencias de su manera de consumir. En el caso de los smartphones, buena parte de sus potenciales problemas se encuentra en las materias primas y en su extracción. El coltán, mineral esencial para el funcionamiento de estos dispositivos, se extrae en gran medida de países en conflicto. De hecho, el 80% de las reservas mundiales de este oro negro se encuentra en la República Democrática del Congo, lo que ha generado un sangriento conflicto por el control de las minas del que apenas se habla en los medios de comunicación.
Pero hay más: a menudo, las condiciones de fabricación de un teléfono móvil, al igual que ocurre con otros tantos bienes de consumo, no son precisamente ejemplares. Algunas de las principales marcas han sido acusadas de explotación infantil, maltrato a sus trabajadores e incluso de imponer cláusulas que prohíben el suicidio por contrato. En muchos casos, la presión popular y el trabajo de organizaciones por los derechos humanos han provocado cambios sustanciales en esas condiciones y han obligado a los gigantes tecnológicos a ser más transparentes. Pero aún queda mucho por hacer.
A las controvertidas condiciones de obtención de materias primas y fabricación de los teléfonos móviles hay que unirle un concepto que cada vez más ciudadanos conocen y denuncian: la obsolescencia programada. Los teléfonos, como otros aparatos electrónicos, duran menos de lo que deberían. Y en parte es por el afán de la industria de sacar al mercado nuevos y más potentes modelos que dejan en paños menores a los anteriores, cuando no abiertamente inservibles. Según datos del sitio de información financiera MarketWatch, la vida media de un teléfono en la actualidad es de entre 18 y 24 meses.
Frente a ello, organismos como la Unión Europea han decidido tomar cartas en el asunto: el llamado derecho a reparar se aprobó en 2020 y entró en vigor el 1 de marzo de 2021. Una legislación que busca alargar la vida útil de los dispositivos electrónicos garantizando reparaciones rentables. El objetivo: alcanzar un modelo de economía circular para 2050 en el marco del Pacto Verde Europeo.
La triple erre
Dicho lo cual, tener un teléfono sostenible no es una quimera. Algunas empresas como Fairphone o el Proyecto Ara, tras la que se encuentra Google, han lanzado al mercado dispositivos que presumen de un bajo impacto ambiental, así como de ser duraderos y socialmente responsables. Pero quizás lo más importante en aras de un planeta un poco más justo y sostenible sería volver a poner en el centro la clásica triple erre del ecologismo: Reducir, reutilizar y reciclar.
En el caso concreto de los móviles, hay otra erre que se ha hecho muy popular entre los que buscan cambiar de dispositivo: reacondicionar. Muchas empresas ofrecen teléfonos y otros dispositivos electrónicos que han sido reparados para funcionar como nuevos, lo que se traduce en un precio sustancialmente más barato.
“No es contradictorio tener teléfono móvil y ser sostenible, porque podemos serlo de muchas maneras”, recuerda Celia Ojeda Martínez, responsable del área de Biodiversidad y Consumo de Greenpeace. “Es una cosa a tener en cuenta, como hay que tener en cuenta cómo comemos, cómo nos movemos, cómo consumimos moda, etc”.
En opinión de Celia, “una de las cosas que está asociada a la sostenibilidad es el número de cosas que tienes. Es importante decrecer: consumir menos y mejor. ¿Tenemos un móvil que cuidamos y lo hacemos durar mucho, sin dejarnos atrapar por las modas que nos llevan a comprar el último modelo? Perfecto”.
Para la portavoz de Greenpeace, el problema de los móviles no es sólo el coltán. “Para fabricar un teléfono hace falta mucha energía procedente de combustibles fósiles, por lo que contamina desde su origen. Además, también conviene fijarse en otros elementos, como el packaging en el que viene envuelto, y en el que a menudo sobra mucho plástico de un solo uso”, explica. De cara al momento de desechar el teléfono, y siempre que no dé más de sí, es importante reciclarlo correctamente. “Cada europeo genera al año unos 16 kilos de residuos tecnológicos, de los que sólo el 40% se reciclan”, recuerda.
Al final, todo tiene que ver con lo que tenemos, pero sobre todo, con el uso que le damos. “Tenemos que ser consumidores conscientes”, concluye Celia. Como en todo, la información es poder.