Lo de Blanca Paloma en Eurovisión 2023: todos los aciertos y un único problema
La cantante de ‘Eaea’ se sube al escenario del certamen con el objetivo de ganar
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Hace muchísimo tiempo, cuando se le preguntó a Lola Flores en un programa de televisión por el Festival de Eurovisión, soltó una frase que se quedó para la posteridad: "Me gustaría que mandaran a Eurovisión a una que cantara una canción española. Una intérprete y una canción de España, una canción de nosotros". Este es el año. Todavía no sé si para ganar, pero, después de tantos sinsabores, sí es la primera vez que enviamos al certamen musical más importante del mundo una propuesta que, además de ser orgullosamente española, está perfectamente bien ejecutada, es ambiciosa y cuenta con una intérprete que, entre otras muchas cosas, tiene mirada de ganadora.
Blanca Paloma ha conseguido algo muy, pero que muy difícil: mantener intacta la esperanza del eurofandom después de esa pedazo de tercera posición que nos regaló Chanel con SloMo. Lo ha conseguido, además, con un paquete hecho a medida para el festival y que no tiene nada que ver con la anterior candidatura. Jugar al contrapunto en lugar de replicar el éxito del año pasado es algo que nos favorece de cara a Europa y que marca la diferencia. Eaea no es una canción rompepistas ni es el típico hit que tienes en bucle en Spotify, pero permite a Blanca Paloma lucirse vocalmente (ese final es apoteósico), demostrar gusto musical con esa fusión flamenco con la que solo se atreven grandes como Rosalía y enseñar por televisión un espectáculo perfectamente realizado. Así, en papel, parece sencillo, pero hacer todo eso y que luzca como luce lo pueden hacer muy pocos.
No puedo evitar preguntarme si el jurado profesional, ese que vota en cada país, se dejará arrastrar por esta corriente de opinión
Me gusta pensar que nos veremos en otra igual, que no hay dos sin tres y volveremos a enviar una candidatura con la que podamos permitirnos pensar otra vez que sí, que podemos ganar Eurovisión. Y hablo desde el escepticismo porque, aunque sigo creyendo firmemente en lo elegido el pasado mes de febrero en el Benidorm Fest, lo de Blanca Paloma en la 67ª edición del Festival de la Canción tiene un único problema que lleva por nombre 'casas de apuestas'. Se han convertido en una especie de Nuevo Testamento y todo lo que reflejan va a misa. Parece que a la gente se le ha olvidado que detrás de esa clasificación existen personas moviendo su dinero con el único fin (o no) de ganar más dinero. Y cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede inflar una cuota y cambiar el devenir de Eurovisión. No pasa nada, así funcionan las casas de apuestas. Sin embargo, cuando se refiere estrictamente al certamen, esas mismas apuestas influyen en la opinión e incluso en los votos.
Es una fe ciega a lo que dicen y hacen. Y con esto no quiero decir que Suecia y Finlandia, los grandes favoritos de esta edición, no puedan ser unos justos ganadores. Lo son, tienen herramientas y actitudes para serlo. No obstante, su victoria parece estar escrita desde hace semanas y no puedo evitar preguntarme si el jurado profesional, ese que vota en cada país, se dejará arrastrar por esta corriente de opinión. No puedo evitar preguntarme, visto lo visto y leído lo leído en redes sociales, si merece la pena ilusionarse con una candidata tan impecable como Blanca Paloma cuando su futuro depende de un ránking ajeno a lo que pase en Eurovisión este sábado. Al menos queda confiar en el televoto. Espero que Europa, como bien decía Lola Flores, entienda y disfrute de lo que es y dice nuestra propuesta, una con acento español y grandes alas para volar alto.
Adriano Moreno
Periodista de LOS40 y escritor. Me gustaría vivir en la película ‘Chicas malas’ y Russell Tovey lleva...