Cinco consejos para viajar este verano de forma sostenible (y barata)
Con el verano a la vista, cada son más los que planean unas vacaciones respetuosas con el planeta… y el bolsillo.

Sí: es posible viajar de manera más respetuosa con el planeta. / Andriy Onufriyenko
Hace apenas una década, viajar barato era sinónimo de vuelos por un puñado de euros y hostales de dudosa higiene. Hoy, mientras la crisis climática aprieta y el precio del alquiler no da tregua, lo de moverse por el mundo sin dejar un reguero de CO2 ni gastarse un ojo de la cara suena a hazaña casi imposible. Pero no todo está perdido: existen formas de recorrer paisajes sin que tu huella ecológica sea del tamaño de un SUV ni tengas que volver a casa comiendo arroz blanco hasta octubre.
En El Eco de los 40 queremos ayudarte a conseguirlo. Porque aunque la manera más respetuosa de viajar sea no hacerlo, o conocer los muchos rincones por descubrir que tenemos en España, somos conscientes de que viajar es un placer que gusta a todo el mundo. Por eso, ahí van cinco consejos para hacerlo de forma más sostenible y asequible este verano. Con mochila o con maleta, pero siempre con cabeza.
1. Elige destino con criterio
No todos los viajes pesan lo mismo. Y no sólo hablamos de la distancia o del combustible quemado. Hay lugares que fomentan un turismo local, redistributivo, donde el dinero va a parar a pequeñas cooperativas o negocios familiares. Otros, en cambio, se han convertido en parques temáticos para turistas, con trabajadores precarios y alquileres imposibles para los locales. Antes de reservar el billete, investiga: ¿quién se beneficia de tu visita? ¿Estás entrando en un ecosistema o en un decorado?
¿Un ejemplo? Cambiar Santorini o Menorca por alguna isla menos explotada del Mediterráneo, donde aún se pueda dormir en casas rurales regentadas por quienes viven allí todo el año. O visitar pueblos de la España vaciada que están apostando por el turismo regenerativo. No es solo más ético: también suele ser más barato.
2. Di no al avión (cuando sea posible)
Sí, lo sabemos: en algunos casos, volar es inevitable. Pero en distancias cortas o medias, hay alternativas. El tren —ese gran olvidado— ha vuelto para quedarse. Más aún con los nuevos operadores low cost que están democratizando el AVE. BlaBlaCar, autobuses nocturnos, bicicletas para tramos cortos o la siempre recomendable opción del cicloturismo, con la que viajar a otro ritmo… Las opciones son múltiples. Si a todo ello le sumas algo de planificación, puedes cruzar media Europa por menos de lo que cuesta una noche de copas en una capital europea.
Además, moverse despacio te cambia la mirada. Hay algo profundamente subversivo en recorrer un país sin prisas, viendo cómo el paisaje muta, hablando con extraños y reencontrándote con el tiempo real. Te invitamos a probarlo: no te arrepentirás.

Existe otra manera de viajar. / We Are

Existe otra manera de viajar. / We Are
3. Alojamiento: duerme donde duerman los locales
Plataformas como Airbnb nacieron con la etiqueta de economía colaborativa, pero hace mucho que dejaron de serlo. Hoy, muchas ciudades están empezando a limitar este tipo de alojamientos turísticos por el grave daño que provocan a sus comunidades. Pero hay alternativas más responsables: cooperativas de viviendas turísticas, intercambios de casas, campings municipales o incluso redes como Couchsurfing o BeWelcome.
Si tienes un mínimo de espíritu aventurero y algo de flexibilidad, puedes dormir gratis en casa de alguien que quiere compartir, no lucrarse. Y si vas a pagar, hazlo en sitios donde el dinero no se va a una plataforma internacional sino a un pequeño negocio que paga impuestos (y sueldos) donde tú estás de visita.
4. Come como si fueras de allí
Todos hemos sido turistas alguna vez. Pero eso no tiene que ser sinónimo de desayunar en Starbucks y cenar en un restaurante recomendado por TripAdvisor. Una buena forma de conocer un lugar es comiendo como sus habitantes: mercados de barrio, bares sin carta en inglés, tiendas a granel y panaderías donde todavía huele a masa madre. Sabe mejor, es mejor.
Por otra parte, llevar una fiambrera, una cantimplora y algo de fruta puede parecer poca cosa, pero reduce residuos, evita el consumo innecesario y compulsivo (un clásico cuando estamos de vacaciones) y permite improvisar un picnic en cualquier parque, playa o banco al sol. Además, si haces tus compras en comercios locales, tu dinero se queda en la comunidad.
5. Reduce (de verdad) tu impacto
Reciclar está bien, pero no es suficiente. La sostenibilidad real empieza por reducir. Lleva tus propios cubiertos reutilizables, una bolsa de tela, cargador solar si vas de acampada y evita productos de un solo uso. Si te mueves en bici, asegúrate de no dejar rastro. Si haces senderismo, no salgas del camino. Y si tienes que compensar tu huella de carbono, hazlo con iniciativas serias, no con lavados de cara verdes de multinacionales.
Y sobre todo: respeta. A las personas, a los animales, al silencio de los lugares que visitas. No todo es contenido para redes. A veces, lo más revolucionario que puedes hacer en un viaje es apagar el móvil, mirar y disfrutar.
En última instancia, conviene recordar algo: viajar es un privilegio del que no pueden disfrutar una amplia mayoría de los habitantes del planeta. Pero dicho eso, también puede ser una forma de aprender, de encontrarse con lo otro y de cultivar una versión más amable y respetuosa de nosotros mismos. Basta con afinar la brújula, escuchar más y consumir menos. Porque si vamos a recorrer el planeta, que al menos no lo estropeemos más por el camino.