¿Qué es la obsolescencia programada?
No se trata de una teoría de la conspiración: muchos productos duran mucho menos de lo que deberían, y eso tiene graves consecuencias medioambientales.

La obsolescencia programada es un problema para el medio ambiente. / Nuthawut Somsuk
Seguro que alguna vez has sentido que tu móvil empieza a fallar justo cuando termina la garantía. O que tu portátil se vuelve lento de la noche a la mañana sin razón aparente. Puede que no sea casualidad. Cada vez más voces denuncian a un fenómeno que lleva décadas entre nosotros pero que ahora, con más conciencia medioambiental y digital, empieza a ser un verdadero problema global: la obsolescencia programada. Es el arte —o la trampa— de fabricar productos para que tengan una vida útil corta. Y no por accidente.
El término se refiere a la práctica de diseñar dispositivos o bienes con una caducidad planificada. No es una teoría conspirativa, sino una estrategia industrial bien documentada. Según la Agencia de Protección Ambiental de EEUU (EPA), se trata de un modelo en el que la durabilidad queda en segundo plano, dando paso a ciclos de renovación más cortos que alimentan el consumo y, claro está, generan más residuos. Es una forma de asegurarse de que, tarde o temprano —y más temprano que tarde— tengamos que volver a pasar por caja.
Fabricados para fallar
La obsolescencia programada no siempre se presenta como una avería repentina. A veces se manifiesta como un diseño deliberadamente difícil de reparar, una batería que no se puede cambiar sin desmontar medio dispositivo o un sistema operativo que deja de recibir actualizaciones y vuelve lento tu teléfono. En palabras de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), es una combinación de decisiones técnicas y comerciales que acaban obligando al consumidor a renovar productos que aún podrían funcionar.
LOS40
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Algunos aparatos están diseñados para no durar lo que deberían. / Ralf Geithe

Algunos aparatos están diseñados para no durar lo que deberían. / Ralf Geithe
Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) alerta sobre el impacto que este fenómeno tiene en el medio ambiente y en la economía doméstica. Cuanto más corta es la vida útil de los productos, más rápido se convierten en basura. Y eso tiene un precio. De acuerdo con datos de la ONU, en 2023 se generaron más de 60 millones de toneladas de residuos electrónicos en todo el mundo. Solo el 17% se recicló correctamente.
Pero no todo está perdido. En Europa, por ejemplo, ya se están dando pasos hacia un modelo diferente. La Comisión Europea promueve desde hace años el llamado "derecho a reparar", que obliga a los fabricantes a ofrecer piezas de recambio y manuales técnicos durante al menos diez años desde el lanzamiento de un producto. Una iniciativa que busca alargar la vida útil de los aparatos y dar poder al consumidor para decidir si realmente necesita un dispositivo nuevo o solo una buena reparación. En España, el anteproyecto de Ley de Consumo Sostenible y del que adelantamos todos los detalles en El Eco de LOS40, presentado por este martes por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, ha puesto en la obsolescencia programada uno de sus principales objetivos.
No se trata de dejar de consumir, sino de consumir mejor
De manera paralela, crecen los movimientos ciudadanos que luchan contra esta cultura del descarte y el derroche. Desde tiendas de segunda mano hasta talleres comunitarios, pasando por marcas que apuestan por productos modulares y reparables. Incluso algunas start-ups tecnológicas ya presumen de "anti-obsolescencia", como reclamo para un público cada vez más crítico. Más allá van los que creen que esta espiral de consumo nos lleva directos al colapso, por lo que abogan directamente por un cambio radical de nuestra manera de comprar y de vivir.
Una cosa está clara: la clave está en elegir con cabeza, informarse antes de comprar y, cuando se pueda, apostar por productos con mejor garantía, diseño reparable y compromiso con la sostenibilidad. Porque no se trata de dejar de consumir, sino de consumir mejor.