¿Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos, sí)? Oriol Rosell nos da la respuesta en ‘Matar al papito’
Analiza y reflexiona sobre la acogida de un género que ha protagonizado un choque generacional potente

Portada de 'Matar al Papito' de Oriol Rosell. / Imagen cedida por Libros Cúpula
“Antes de empezar vaya por delante una aclaración: no soy un gran fan del reguetón”. Así comienza Matar al papito, el libro que ha escrito el divulgador cultural Oriol Rosell para intentar analizar la diferencia de aceptación de este género según la edad. “Nada mejor que la falta de vínculos emocionales para acercarse a un tema de estudio con algo cercano a la objetividad. Sin afecto, pero sin prejuicio”, añade.
Cuando nació el Rock & Roll se habló de música para el demonio y la juventud la abrazó como gesto de rebeldía. La locura se desató con un género que los padres no entendían. Lo mismo hemos vivido con la música urbana más recientemente. Y aunque las diferencias son claras entre Elvis Presley y Bad Bunny, también podemos encontrar similitudes, por lo menos a lo que fenómeno social se refiere.
Gasolina, de Daddy Yankee, en 2004 supuso un punto de inflexión. En ese mismo año, el dominio de las músicas urbanas en el Billboard Hot 100 fue avasallador. En las cincuenta primeras posiciones de la lista de los singles más vendidos en Estados Unidos solo aparecían quince artistas blancos. Y, por aquel entonces, lo urban se asociaba a la raza.
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Las causas del auge del urban
Y es que para entender el auge de la escena urbana hay que entender la situación social y económica de una generación. “El debilitamiento de la musculatura financiera de los adolescentes blancos tuvo mucho que ver con el cambio de las pautas de consumo cultural juvenil”, escribe Rosell.
También los cambios sociales ayudaron a esta implantación. “La generación Z española ha crecido en un diálogo intercultural continuo. La presencia de latino descendientes en las escuelas, los parques y las discotecas forma parte de su cotidianeidad. Nada hay de exótico ni excepcional en esta convivencia. Su evaluación de lo latino dista mucho de la de generaciones anteriores”, analiza el autor.
El origen de la escena urbana
Aunque hay muchas causas que ayudar a crear el caldo de cultivo para que este género tuviera tanta aceptación, no es fácil ubicar su origen en un único sitio. “Ni el reguetón ni el trap nacieron en un solo lugar. Ambos géneros emergieron como expresiones musicales transnacionales, productos de múltiples raíces y contextos sociales compartidos. El reguetón, según el académico Juan Flores, es ‘la primera música transnacional en el pleno sentido de la palabra’. Surgió como una hibridación del reggae jamaiquino y el hip hop estadounidense, reinterpretada en Panamá y, sobre todo, en los barrios populares de Puerto Rico”, podemos leer en este ensayo, “en paralelo, el trap también emergió como una voz de la periferia, primero en el sur de Estados Unidos y luego replicado por jóvenes latinos”.
“En Puerto Rico, artistas como De La Ghetto, Arcángel y Yaga & Mackie, inicialmente ligados al reguetón, incorporaron el sonido oscuro y minimalista del trap de Atlanta desde mediados de los 2000. Fue la evolución natural de una generación que había crecido entre beats de reguetón, mixtapes y precariedad. En 2016, el tema La ocasión, con Ozuna y Anuel AA, entre otros, marcó la explosión del trap latino a nivel global”, continúa analizando sobre estos comienzos.

A España llegaron las dos vertientes en un momento en el que lo latino tenía gran acogida gracias a artistas como Juanes, Ricky Martin o Juan Luis Guerra a finales de los 90. Ya en los 2000, “el reguetón se consolidó como sonido popular, sobre todo en barrios obreros y fiestas”.
Pero está claro que no a todas las generaciones ha llegado con la misma fuerza. Cuántas veces hemos escuchado a muchos padres hablar del sexismo de unas letras que no entienden, de la superficialidad y la violencia a la que invitan algunas canciones enmarcadas en lo urbano. Críticas que no hacían más que avivar el interés de los más jóvenes.
Rechazo al autotune
Rosell se pregunta por qué a los adultos nos gusta el vocoder de Daft Punk y nos repele el Auto-Tune de Bad Bunny y parece que ha encontrado la respuesta: “Porque el primero nos retrotrae a la época añorada, cuando creíamos en el futuro y el vocoder era uno de sus embajadores. El uso del Auto-Tune en la música urbana —especialmente en géneros como el reguetón y el trap— simboliza una ruptura generacional y estética que va más allá de lo sonoro. Mientras los adultos lo perciben como un artificio vacío o un engaño vocal, para los jóvenes representa una forma de autenticidad tecnológica, una ‘experiencia cíborg’ que refleja su relación con el presente”.
Hablar o no de dinero
Otra de las preguntas que plantea el autor es por qué nos molesta tanto que a nuestros hijos e hijas les gusten canciones en las que se dedica tanta atención al dinero cuando les ha tocado vivir en una época en la que se dedica tanta atención al dinero.
Para dar respuesta a esta cuestión argumenta que el urban “desmonta el símbolo que antes disimulaba su peso en el pop. Ya no hace falta fantasía: la música ahora tiene una función más explícita, y quienes seguimos entendiéndola a la manera antigua, romántica no hemos querido o sabido adaptarnos. El urban, y especialmente el trap, no oculta el origen dudoso del dinero. Una característica del trap, crucial en su proyecto estético, es el alarde del dinero sucio. Esto genera sospecha, alimentada por prejuicios raciales y de clase”.
La superficialidad del reguetón
Para esa crítica a la superficialidad de las letras, Rosell también tiene una reflexión. “Un reproche habitual al trap y el reguetón es, precisamente, su superficialidad. Para el adulto formado en el pop y el rock blancos, el valor del urban se reduce a lo poco o nada que sus letras aportan”, señala dejando calro que hay excepciones como Residente que sí gustan a los adultos porque “Calle 13 tienen mensaje. Y eso gusta al oyente adulto blanco. No como las fruslerías de Karol G o Rauw Alejandro”.
Tal vez el problema esté en analizar lo nuevo con un patrón obsoleto. “Puede que los temas de trap y reguetón no cuenten con arreglos sofisticados, armonías complejas ni textos serios. Qué más da. Lo verdaderamente importante es el modo en que afectan a las personas. Cómo las ayudan. Porque nadie escucha ni baila música que cree que le hace mal”.
Una reflexión sobre cómo este género ha venido a demostrar una vez más que la diferencia generacional siempre supone un choque de gustos. Eso no ha cambiado porque la rebeldía juvenil tiene que desmontar a los adultos.