José Ignacio Valenzuela, creador del éxito en Netflix, ‘¿Quién mató a Sara?’: “Cuando escribí la primera telenovela, los profesores me dejaron de hablar”

Creador de series y telenovelas de éxito, lanza su primer thriller literario

José Ignacio Valenzuela en el estreno de 'Donde hubo fuego'.

José Ignacio Valenzuela en el estreno de 'Donde hubo fuego'. / Manuel Velasquez

El 24 de marzo de 2021 se estrenó ¿Quién mató a Sara? en 192 país en Netflix. No tardó en convertirse en todo un éxito y llegó al número 1 de la plataforma, con cifras cercanas a La casa de papel y Lupin, las series más vistas de habla no inglesa.

El autor de este thriller que se centra en una investigación por venganza es el autor chileno José Ignacio Valenzuela, más conocido como el Chascas, que cuenta con una larga trayectoria en creación de telenovelas, éxitos de series y literatura tanto infantil como juvenil.

Ahora acaba de lanzar su primer thriller literario para adultos, Cuando nadie te ve. Una historia que cuenta con esa narrativa trepidante de sus series y que se centra en otra investigación tras la muerte de un padre de lo que parecía una familia perfecta. Una historia de mentiras, de personas que no son lo que parecen y de venganza, también.

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Ha pasado por España, un país con el que tiene mucha relación y hemos podido hablar con él de este lanzamiento, de la familia que ha creado junto a su marido y su hija e, incluso, de Ana Obregón.

Jugando con el título de tu novela, Cuando nadie te ve, ¿qué sueles hacer tú?

Lo más triste de todo es que cuando nadie me ve, trabajo. Estoy escribiendo todo el rato ya sea libros o alguna serie para Netflix. O alguna novela juvenil o infantil, pero consagro todo el tiempo libro y de trabajo a la escritura.

Cuando se da por hecho que nada es lo que parece, que es algo habitual en tu trabajo, ¿se puede ser confiado?

Yo soy una persona muy confiable, lo que digo lo sostengo y lo llevo a cabo, no así los personajes de mis historias. En ellos yo sí que no confiara nada porque, en general, doy vida a personajes con muchas capas, con muchos recovecos, personajes que esconden muchas cosas. Por un lado, quiero que los actores que los interpreten se entretengan y lo mismo con los espectadores y los lectores para que se sorprendan. Me gusta que avancen en la historia mientras van descubriendo las distintas capas y sorpresas de los personajes. Se puede confiar en el autor, pero no se puede confiar en lo escrito.

Primera vez que escribes en este género directamente para literatura, no para el medio audiovisual, ¿cuáles han sido los principales cambios?

Es la primera vez que escribo thriller y el mayor cambio ha sido que cuando escribes en audiovisual, como una telenovela o una serie larga, necesitas ir recordándole a la audiencia, cada ciertos capítulos, por qué estamos viendo lo que estamos viendo. Cada 20 capítulos tienes que recapitular y recordar por qué este personaje odia a este, por qué murió este otro, por qué se quedó sin herencia… La literatura, como es de menor extensión, no necesitas recapitular y puedes hacer la historia más intensa y trepidante.

Los teléfonos que son tus peores enemigos porque revelan a todo el mundo dónde estás, qué estás haciendo…

Vivir con mentiras, acaba pasando factura, pero, ¿es posible no esconder algo?

Soy tan malo mintiendo en la vida real que se me nota inmediatamente cuando digo una mentira, así que no estoy acostumbrado a mentir. Pero en la literatura me cambia partir de mentiras, obviamente para hacerlas explotar y desvelarlas en el momento adecuado. Hoy en día es difícil mentir y sostener una mentira porque con la tecnología, los teléfonos inteligentes, las cámaras de seguridad o los teléfonos que son tus peores enemigos porque revelan a todo el mundo dónde estás, qué estás haciendo… mi teléfono hasta me dice cuántas horas dormí y cuántos pasos di. Hoy en día es un poco insostenible mantener una mentira salvo que quieras hacerte político y basar tu carrera en base a mentiras, pero también te las van a restregar en la cara.

El tema de los bebés robados ha dado para muchas historias, ¿supera la realidad a la ficción, o no?

Absolutamente. Yo soy chileno y en los años 70 y 80 vivimos una etapa muy oscura con la dictadura de Pinochet. Se calcula más o menos 8000 niños que fueron robados y adoptados de manera irregular. Se les quitaban a sus padres que estaban detenidos, muertos… y lo mismo Argentina. Hace unos días se encontró al nieto 133. Hay una asociación, las abuelas de mayo, que llevan décadas tratando de encontrar a los verdaderos padres de niños que durante la dictadura fueron vendidos o regalados. Cuando uno se pone a leer esos casos, la realidad supera a la ficción.

El tema de la maternidad o paternidad está muy presente en tu trabajo. Tú eres padre, y de hecho tienes a tu familia convertida en una historia infantil, ¿nos queda mucho por aprender en este terreno?

Nos queda mucho por aprender y muchos prejuicios que sacudirnos. Nos queda sacarnos concepciones anquilosadas de lo que es una familia. Las nuevas generaciones vienen con otra mentalidad para ellos las orientaciones sexuales, las identidades de género, las composiciones de familias no son un tema como para mi generación que sí ha crecido con la idea de que la familia normal es la de un papá, una mamá, un par de hijos, un perrito y una casa muy linda. Yo me rebelo frente a eso porque no es la realidad que vivo ni la que me rodea. En Chile solo el 33% de niños nacen dentro de un matrimonio de lo que se consideraría una familia normal y, por tanto, hay un gran número de familias diversas, con composiciones atípicas que también son familia y merecen respeto y que las leyes las acojan. Es un tema que me afecta en lo personal porque en el país donde vivo, las leyes nos están llevando a un retroceso brutal que están poniendo en riesgo la vida de hijos y padres. Son tiempos muy complicados que están generando infelicidad en las personas.

Vamos, que no es que no estemos avanzando, sino que estamos retrocediendo.

En Florida no es un pensamiento, es una realidad. Mujeres inmigrantes y comunidad LGTB, retrocedieron 80 años.

Te pronunciaste públicamente sobre el caso de Ana Obregón tras las declaraciones de la ministra Antonia Orellana, ¿has llegado a entender la decisión de la actriz?

Siento que es una decisión extraña. Hay algo que no me termina de cuadrar por lo que ella hizo, que en el fondo fue cumplir la promesa de su hijo. En un momento se pensaba que era la hija, luego se descubrió que era la nieta y luego se descubrió que era una promesa a su hijo.

Argumento de telenovela…

Es una telenovela que yo espero que alguien escriba en algún momento. Una de las cosas que he aprendido en la vida porque a mí se me ha juzgado tanto por la decisión que tomé de ser padre con mi marido, es que, por una cuestión de humanidad y humanismo, yo trato de no juzgar las decisiones de nadie a menos que generen daño a alguien o generen dolor.

Nos educan para ser padres y a veces conseguir serlo se convierte en una obsesión, como en tu novela. ¿Deberíamos cambiar esa premisa?

No creo que ningún ser humano valga más por el hecho de haberse reproducido. Igual que no creo que un ser humano valga más por estar casado, por tener pareja o por tener un mejor trabajo… Es cierto que, en generaciones anteriores, sobre todo a las mujeres, se las educaba para ser mamás. Y las telenovelas antiguas terminaban con las mujeres casándose porque alguien se había fijado en ellas y es algo sobre lo que me rebelo. Mi valor como ser humano no cambió, ni creció, ni aumentó por el hecho de ser papá. Ahora, soy más feliz que otra cosa, pero mi valor como ser humano no cambió para nada. No soy ni mejor, ni peor escritor, ni mejor marido, ni peor marido, ni mejor hijo… nada. Me parece que eso es una obsesión que, llevado a extremos, puede hacer mucho daño. Y es algo que, sobre todo, daña mucho a las mujeres que siempre se han llevado la carga más pesada en esto. Son ellas las que, si trabajan mucho son malas madres. Son ellas las que si se atrasan para recoger al niño en el colegio son malas madres. Son ellas las que, si deciden no tener hijos, son malas mujeres. Son ellas, siempre, las que se llevan la peor parte. Es algo frente a lo que me rebelo como padre de una hija. Estoy muy atento a eso en la educación de mi hija porque no quiero que nadie la juzgue ni la considere ni más ni menos por las decisiones que tome.

El pasado siempre vuelve… ¿no podemos escapar de él?

Creo que el pasado siempre vuelve y eso llevándolo a niveles más grandes, por ejemplo, políticos, me parece que es fundamental conocer el pasado. Está probado que, por más que quieras enterrar el pasado, camuflarlo, aniquilarlo, siempre aquello que hiciste mal vuelve a aparecer en algún momento. Lo que es maravilloso para los autores y terrible para los criminales del mundo.

Imposible no pensar en Big Little Lies leyendo sobre un lugar como Pinomar con ese rollo de urbanización exclusiva.

Es un contexto super literario y, en lo personal, es una obsesión mía. A mí la pureza y la perfección me dan pánico. Esas parejas que te dicen, ‘uy, nos llevamos sensacional, nunca hemos peleado en la vida’… esa gente no puede ser normal. ¿Cómo no vas a pelear con tu esposa o tu esposo? ¿Cómo no vas a llevarte mal un día? ¿Cómo no va a haber un día en el que quieras irte a comprar cigarrillos y no volver en horas? Esas casas perfectas que no tienen ni una mancha, ni una flor fuera de lugar, siempre pienso que en ese refrigerador tiene que haber una cabeza. Me gusta escribir sobre esas familias porque me gusta destrozarles la vida y sacarles los trapos sucios. Me encanta, lo hago en la literatura y en la ficción audiovisual.

Los cuerpos no son perfectos por naturaleza, lo que los hace maravillosos y únicos.

En un mundo de redes sociales donde se ha apostado tanto por la perfección, ¿cómo podemos huir de ella?

Ese es un grave problema. Y ahora con los filtros, con las falsas imágenes, con la inteligencia artificial, estamos aspirando a unos niveles de perfección irreales y, de nuevo, las mujeres se llevan la peor parte en esto porque las modelos, los vestidos, las tallas, los maniquíes, todo eso apunta a una perfección que no es real. Los cuerpos no son perfectos por naturaleza, lo que los hace maravillosos y únicos. A mí me escandaliza eso y la manera de hacer las paces es escribiéndolo y sacándoselo fuera.

¿En algún momento crees que dejarás de ser el autor de ¿Quién mató a Sara??

No lo sé. Esa es una pregunta que nadie me había hecho y que estaba esperando que alguien me la hiciera. Espero. Todavía está muy cerca Sara, han pasado dos años. Pero espero que, en 10 años más, no siga siendo el autor de ¿Quién mató a Sara? Espero haber hecho otra cosa que cautive a la audiencia que eche a Sara un poquito atrás por un rato.

¿Quién mató a Sara? fue un pelotazo en Netflix, ¿cómo se asume, después de tantos años dedicándose a esto, un éxito así?

Todavía no tengo mucha noción real de lo que fue el impacto de Sara porque cuando sucedió estábamos en pandemia. Yo estaba encerrado en mi casa y no vi a nadie en el siguiente año. Ni siquiera pude ir a un restaurante a celebrarlo con una copita de champán. Cuando vi en lo que se convirtió yo estaba escribiendo la siguiente serie, Donde hubo fuego, que también tuvo mucho éxito. Estaba escribiendo y no tuve tiempo de festejar, ni de ver a mi jefe que estaba en Los Ángeles. Yo estaba en pijama escribiendo Donde hubo fuego. La que mejor que lo pasó fue mi agente a la que felicitó y llamó todo el mundo.

Tanto Sara como Beatriz son mujeres muy complejas, ¿una idea inconsciente de lo que piensas sobre las mujeres?

Amo a las mujeres. Crecí en un matriarcado. La figura de las mujeres en mi familia es fundamental para entender incluso mi propia historia. Me siento cómodo rodeado de mujeres, me gusta tener jefas mujeres. Las personas más cercanas a mí son mujeres, mis mejores amigas, mis abuelas, mi tía, mi mamá, mis hermanas… son inamovibles. Y me encantan las mujeres como personajes. Siento que los hombres somos bastante más aburridos como personajes y más básicos. Los hombres vemos cuatro colores y las mujeres ven una cantidad de colores que yo soy incapaz de disfrazar. Y las mujeres tienen una serie de capas que las hacen muy atractivas como personajes. En general, es algo de lo que yo no me había dado cuenta, me lo hicieron ver, soy un escritor de personajes femeninos.

La infidelidad da mucho juego, ¿no?

Da mucho juego y pasa lo que decía Oscar Wilde, que un escritor escribe lo que no puede vivir. Yo no he sido infiel nunca en mi vida. Llevo 20 años con mi marido y nunca he sido infiel, ni él, a menos que sepa ocultar las mentiras magníficamente bien. Es un tema con el que exploro cosas que no puedo vivir en la vida real.

El género de la telenovela históricamente ha estado desprestigiado en nuestro país, se consideraba algo de las amas de casa, ¿qué valor les das tú?

Crecí con eso. La primera telenovela la escribí con 20 años cuando yo estaba en la universidad estudiando Literatura. Cuando entré fui un alumno modelo, me gané la beca de honor el primer año y todos los profesores estaban encantados conmigo. El segundo año escribí la primera telenovela y ya los profesores me dejaron de hablar. Hubo dos profesores que, incluso, no me dejaron entrar al salón de clases porque me había vuelto ‘tonto’, porque me había vendido al culebrón, al folletín. Soy alguien que se siente muy orgulloso de la telenovela porque la buena telenovela es un reflejo magnífico de la sociedad que la produce y los latinoamericanos inventamos este género que es el melodrama, que es el único género que hemos inventado. Es un género que se ha convertido en la educación sentimental de nuestro continente y, por lo tanto, yo me siento muy orgulloso de la telenovela. Hoy en día está teniendo un revival, un resurgimiento y si te pones a ver cualquier serie exitosa, en cualquier idioma, especialmente el inglés, todas tienen un poco de telenovela. Me siento orgulloso de haber hecho más de 20 porque, para mí, eso fue como haber ido a la guerra. Tú no escribes igual después de haber escrito una telenovela solo de 300 capítulos. Yo hoy en día soy capaz de escribir lo que sea en un tiempo record gracias a mi formación de escritor de telenovelas.

Las telenovelas turcas levantaron el nivel de producción.

Hace años eran las telenovelas latinoamericanas, ahora han pegado muy fuerte las turcas, ¿las has chequeado?

Claro, por supuesto. Y también las coreanas. Me parece maravilloso porque además las turcas levantaron el nivel de producción. Parecían películas, a nivel de producción, las escenografías, las localizaciones, los vestuarios, cuando había que explotar un auto, lo explotaban como en Hollywood y eso hizo que las telenovelas latinoamericanas tuvieran que subir la vara. Siempre que hay competencia la que sale favorecida es la audiencia, porque sube la vara.

Y entre turcas y coreanas, ¿con cuáles te quedas?

A mí, personalmente, en estos momentos, me gustan más las turcas. Todavía me dejan un poco frío las coreanas. Me mueve más el espíritu melodramático de las turcas.

Lo que está claro es que cada vez la literatura y lo audiovisual van más de la mano que nunca, ¿cuál es la última adaptación que te ha gustado?

Tienes toda la razón, cada vez hay una frontera más imprecisa. Hoy en día no se ha terminado de escribir el libro y ya se están vendiendo los derechos audiovisuales y salen a la par. Me parece muy interesante porque igual que la literatura se benefició del cine con recursos que adoptó como el corte directo o los flashbacks que venían del mundo del cine, ahora la literatura está adoptando estructuras de serie. Cuando nadie te ve tiene la misma estructura que adopté para ¿Quién mató a Sara? La última de la que me hice fanático fue Big Little Lies. También me gustó mucho Nine perfect strangers.

¿Qué serie española te ha logrado enganchar?

Hay una que me fascinó que se llama Smiley, es una adaptación de una obra de teatro de Guillem Clua.

Uno siempre tiene algo o alguien de lo que te gustaría vengarte o ajusticiar y verlo en pantalla o las páginas de un libro es muy satisfactorio.

Volviendo a las similitudes entre este thriller y ¿Quién mató a Sara?, la venganza tiene mucho protagonismo, ¿otro recurso literario que da mucho juego?

Absolutamente, ¿has visto algo que dé más carne que una venganza? Inmediatamente la audiencia toma partido y quiere ver cómo van a terminar estos grandes villanos. La venganza a nivel de telenovela y de literatura universal y a nivel de series es imbatible. Una buena venganza, además, se disfruta porque uno vive vicariamente a través de ella. Uno siempre tiene algo o alguien de lo que te gustaría vengarte o ajusticiar y verlo en pantalla o las páginas de un libro es muy satisfactorio.

Mejor no hacerte nada que estás muy entrenado en el tema…

Jajajaja… mi marido siempre me dice eso.

Estás este verano por España. Tú que has sido muy nómada, ¿no te has planteado en ningún momento venirte a vivir por aquí?

Siempre me lo planteo. Ahora que somos papás metimos a nuestra hija en la alianza francesa, en Miami, porque eso nos permite movernos y cambiar de país cuando queramos y España siempre ha estado en la mira. No sería nada de raro que en un par de años viniéramos.

De hecho, Mona Carmona y el enigma de la Sagrada Familia cuenta con ilustraciones del nieto que hizo las vidrieras de la basílica, otra conexión con España.

Exactamente. España siempre ha sido una referencia en mi vida desde muy chico. Vengo muchas veces al año. Ha sido un país muy generoso con mi trabajo tanto con el de Netflix como el literario. En Cataluña se dan mis libros infantiles como lectura en los colegios y eso me llena de honor. No es un país que me resulta ajeno.

Esta novela es para adultos, pero, como decíamos, tu público ha sido en muchas ocasiones el infantil o juvenil, luego dicen que no leen.

No sé quién dice eso, pero siempre se está repitiendo que los jóvenes no leen y yo siempre estoy diciendo que no es cierto. Las generaciones de ahora leen el triple de lo que lo hacían la mía. Leen muchísimo, las redes sociales, los booktubers han jugado un papel fundamental en eso.

¿Qué público es más agradecido?

El juvenil porque los lectores se convierten en fans y eso es muy satisfactorio. He hecho firmas de libros de juveniles, en México, sobre todo, a las que han llegado más de 500 jóvenes y llegan disfrazados como los personajes, se han tatuado, es un grupo muy apasionado y lo expresan, lo viven en las redes y ese es el mejor piropo.

Tú que estás tan ligado al mundo audiovisual, ¿puedes escribir una novela sin poner la cara de algún actor a tus personajes?

Es bien difícil, siempre tengo una cara de alguien, aunque no se vaya a hacer la película. Siempre tienen una cara y, en general, se parecen a actores.

Doy por sentado que ya estás trabajando en la adaptación audiovisual, ¿no?

No, estoy trabajando en un nuevo thriller porque la idea que tengo es que Pinomar, este pueblo donde sucede, Cuando nadie te ve, que es un pueblo ficticio, sucedan muchas historias diferentes y estoy escribiendo una nueva historia de Pinomar. Que la adaptación audiovisual la haga otro.

¿Mucho contacto con los actores de tus series?

En general sí, porque además es creador y escritor soy el productor ejecutivo y me toca estar en todas las etapas y me toca estar en contacto con los actores, pero también con el resto del equipo.

Para terminar, si pudieras ponerle una banda sonora a tu novela, ¿qué escogerías?

Escogería la banda sonora de la película Las horas en la que trabajaban Meryl Streep, Nicole Kidman y Juliane Moore. Esa banda sonora que es muy minimalista, muy como un mantra, muy Philip Glass que es el autor de esa banda sonora que es muy seductora, pero que al mismo tiempo te hipnotiza y te genera una suerte de adicción, que es lo que yo intento conseguir con el libro.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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