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Nando López sobre ‘Las durmientes’: “Puedo compartir un vídeo íntimo, lo que nadie tiene derecho es a hacerlo público”

Una historia que nos hace recordar el caso Rubiales, el de Almendralejo o el de los futbolistas de la cantera del Real Madrid

Portada de 'Las durmientes' de Nando López.

Portada de 'Las durmientes' de Nando López. / Imagen cedida por Dos Passos

Nando López es uno de los autores más prolíficos de nuestro país y uno de los más comprometidos socialmente. Sus novelas, tanto las que van dirigidas a un público adulto, como las que escribe pensando en los más jóvenes, contienen siempre una reflexión sobre algún tema que nos atañe a todos.

Acaba de lanzar Las durmientes, una historia que tiene como tema central la violencia sexual. En formato thriller, convierte en protagonistas a Chloe, una chica que es drogada y grabada en vídeo antes de ser abandonada desnuda en un descampado; y a Gael, un joven periodista que tiene que volver al pueblo del que huyó porque no aceptaban su diferencia, para investigar el caso.

La cultura de la violación, del consentimiento o el sensacionalismo de la prensa de sucesos se ponen en cuestión en una historia que tiene más actualidad que nunca debido a casos como el de Rubiales, Almendralejo o los futbolistas de la cantera del Real Madrid.

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Las durmientes, una más, ¿llevas la cuenta?

La he perdido ya. Son más de 40 libros entre teatro y juvenil, adulto y juvenil. Por suerte, son muchos.

Un libro juvenil con mensaje, en realidad, para toda la sociedad. En primera plana la cultura de la violación, lamentablemente, un tema que no pierde actualidad, ¿no?

Totalmente. Yo siempre pienso que la literatura juvenil tiene que ser una literatura que aborde temas importantes y, a ser posible, que inviten al diálogo, la reflexión y, en este caso, para mí era muy importante hablar de este problema que es algo terrible que la cultura de la violación siga tan arraigada en nuestra sociedad. Hablar de la necesidad de tener una cultura del consentimiento, hablar de la violencia sexual, no sólo del lado físico sino también desde el juicio posterior. La revictimización, la mirada culpabilizadora, cómo las víctimas, son dos veces víctimas, por la agresión física y la agresión social que sufren posteriormente y todo eso tiene que ver con una violencia sistémica, estructural, ese machismo sistémico que no hemos erradicado. Ha sido muy complejo abordarlo desde el thriller, desde la novela juvenil porque necesitaba una trama que enganchara y, a la vez, que fuera una novela realista, pero no sensacionalista. En un tema tan crudo era muy importante cuidar tanto la forma como el fondo, creo que hay que saber contarlo y ha sido un trabajo muy delicado. La buena novela juvenil no tiene límite de edad y ojalá esto ayude a poner el foco en estos temas y a hablar de ellos porque esa violencia sexual es algo cotidiano, una lacra que no hemos conseguido erradicar.

Hace poco nos sorprendíamos con el caso de Almendralejo y las fotos de compañeras desnudas por IA, ¿no dejamos de inventar nuevas formas de agresión?

No, porque lamentablemente el problema no está en la forma sino en la raíz de esas agresiones. Lo que tenemos que hacer es acabar con esa cultura patriarcal, esa cultura de la violación y cambiar nuestra manera de relacionarnos. Hasta que no tengamos una sociedad realmente feminista no van a dejar de existir agresiones sean del tipo que sean. Lo terrible no es que se inventen nuevas formas, sino que se suceden unas a otras y que, incluso, se solapan. En Las durmientes, una de las cosas de las que se habla es del deep fake. Una de las protagonistas ve como su cuerpo ha sido usado con otras caras en ciertos vídeos pornográficos. Eso que ha pasado en Almendralejo ya está contado en esta novela de alguna manera, cómo en esta sociedad gran parte de esas agresiones tienen que ver con el uso de las redes y cómo eso también es una violación de nuestra intimidad y nuestra integridad. Por desgracia nos queda un enorme trabajo social por hacer para frenar estos casos que lo malo es que no son puntuales. El problema viene cuando queremos hacer ver que es algo anecdótico, por desgracia son parte de una violencia estructural, por eso en Las durmientes se habla tanto de esos vídeos en las redes y cómo el mero hecho de mirar, compartir o callar ante este tipo de vídeos o chats, también es una manera de agresión.

Tú hablabas en tu Instagram de un grupo de whatsapp de 200 estudiantes de magisterio que da verdadera vergüenza, y son los que tienen que educar a las próximas generaciones… ¿qué pasa?

Y no solo los que tienen que educar, es que los medios de comunicación también difunden imágenes que no debieran difundir. En la novela hay también mundo adulto y se ve cómo ejerce esa misma violencia. Lo que me interesaba contar en Las durmientes es eso de, cuidado cuando culpabilizamos a la adolescencia de problemas que atañen a toda la sociedad. Esto está pasando en todos los niveles, a todas las edades y, por desgracia, en un grupo de whatsapp de adolescentes de doce o treces años, lo que están haciendo es imitar lo que pasa en grupos de whatsapp de adultos. El caso este del grupo de whatsapp de magisterio, son adultos, son gente de 18, 19 años. El problema es que atañe a todas las edades, a todos los ámbitos y que es un tema que nos requiere muchísima reeducación. Lo de este grupo son agresiones que no se deben consentir bajo ningún concepto. Me ha estremecido la cantidad de situaciones de esta índole que han coincidido con el nacimiento de esta novela. Salió en septiembre y llevamos uno o dos meses en los que no hemos parado de tener noticias terroríficas sobre cómo esa violencia machista está absolutamente asumida.

Empezando por el fútbol femenino y todo lo que se ha montado alrededor de este caso.

Exacto. La actitud de las jugadoras está siendo ejemplarizante, creo que están haciendo una gran labor de concienciación sobre la sororidad, sobre la necesidad del feminismo e, incluso, sobre la lucha sindical. Yo creo que están enseñando lo que no ha enseñado en años el fútbol masculino. Les debemos mucho, pero eso ha supuesto que hayan tenido que exponerse mucho. Hay un momento en Las durmientes que me recordaba bastante a lo que ha sucedido al respecto cuando uno de los personajes masculinos de la novela pone en duda el hecho de que el que se comparta el vídeo de una chica, sin su consentimiento, sea una violación. Lógicamente, otro personaje, le dice, claro que lo es, una violación de su intimidad clarísimamente. Es un falso debate parecido al que ha surgido con el beso a Jenni Hermoso, como si ese beso no consentido no fuera una agresión. Por supuesto que es una agresión. He visto muchos paralelos porque uno de los temas de Las durmientes era el dejar claro que todo eso son agresiones, que todo eso es algo denunciable y explicar la dificultad para denunciar que también lo hemos visto alrededor de estos hechos. Lo difícil que es denunciar, incluso en un caso como este en el que había apoyo social, teníamos vídeos de la agresión, lo habíamos visto millones de personas. ¿Qué pasa cuando no tienes ese apoyo o no tienes esas pruebas y solo tienes la palabra de lo que has vivido y el trauma que te ha dejado?, dice una de las protagonistas. Es una justicia aún patriarcal que todavía tenemos que cambiar y reformar a muchos niveles.

Hablas en la novela del tema de la huella digital, ¿crees que es algo que todo el mundo entiende?

No, creo que no somos conscientes de su alcance, también creo que, en el fondo, si nos paramos a pensarlo de una manera más abstracta, las redes sociales podemos decir que son un fenómeno relativamente reciente. Hay una generación que hemos aprendido a convivir con ellas en la edad adulta, y una generación más joven que asumen esas redes en la adolescencia, en el caso de la millennial, y la Z, en la infancia. No lleva tanto en nuestras vidas y no sé si somos consciente de cómo lo manejamos. También se apunta en la novela el uso que hacen los adultos de las imágenes de sus propios hijos y cómo se abren puertas que, a lo mejor, no se deberían abrir, el cuidado de la intimidad. Y para mí también era importante en esta novela es señalar que el problema no está en lo que compartamos, es decir, tenemos derecho a compartir lo que queramos de nuestro cuerpo y de nuestra intimidad, todo aquello que sea nuestra y queramos compartirlo libremente con alguien, no debería ser jamás juzgado. El problema es todo lo que se comparte sin nuestro consentimiento. De lo que tenemos que hablar para que se entienda bien es de la responsabilidad que tenemos en el momento que hacemos público algo que no nos pertenece y que se ha compartido en esa intimidad o esa confianza. Y esa huella digital es perdurable y eso es algo que nos puede marcar. La protagonista de Las durmientes vive una doble agresión, la física, y luego esa segunda agresión que provoca esa huella digital de ese vídeo que la persigue. No deja de reproducirse en el tiempo.

Esto lo hemos vivido con el caso de los futbolistas de la cantera del Real Madrid con el vídeo compartido de la chica con la que estuvieron.

Efectivamente, y al final, ese vídeo, una vez que se comparte ya no desaparece. Ahí tenemos que tener en cuenta el alcance de nuestras acciones. Por eso en este libro se habla también mucho de la responsabilidad individual, tenemos que asumir que somos culpables y responsables y en el momento que compartes algo o permites que se comparta algo ya eres cómplices y eso es algo habitual y hay que poner mucho el foco en eso. Por encontrar algo positivo, en las generaciones más jóvenes ya hay chicos que cuando se encuentran un vídeo así en su grupo de whatsapp, lo denuncian y alzan la voz y creo que eso es muy importante. Hay que tener en cuenta que no podemos callarnos porque si no, al final, estamos permitiendo que eso siga ocurriendo. Uno de los motivos del título de la novela es que ellas exigen, de alguna forma, que no se las convierta en víctimas, sino que se las permita tomar las riendas de su destino y de su propia vida y que no se las juzgue a ellas sino a quienes las han agredido. Hoy en día, se culpabiliza a quien ha compartido el vídeo y tú tienes todo el derecho a enviar un vídeo a quién quieras, porque tu vida es tuya. Lo que no podemos es culpabilizar una vez más a la víctima, eso me parece muy peligroso. Por supuesto que yo puedo compartir un vídeo íntimo, lo que no tiene nadie derecho es a hacerlo público.

Otro tema de la novela es lo que puede marcar en alguien una desaparición sin resolver.

En este caso tiene una parte importante en el desarrollo del argumento del thriller, pero para mí es una manera de hablar de esas heridas que no se resuelven, de todos esos problemas que nos marcan y se quedan abiertos y cómo muchas veces nos gustaría que la vida fuera más cercana a estas novelas con final redondo y, sin embargo, no lo tiene porque no encontramos la solución a determinados conflictos. Era una manera de hablar de que, por desgracia, en muchos de estos casos de violencia sexual, las cifras de casos sin resolver son mucho mayores de lo que creemos y hay muchas situaciones que quedan no resueltas

No falta el tema del bullying por ser diferente, algo habitual en tus novelas.

Sí, porque al final hay que ser coherente con la identidad de los personajes y en el caso de este libro en el que se aborda una historia desde un entorno pequeño en el que todos los personajes se conocen me apetecía hablar de que la diferencia afecta. Hay un tema que nunca había tratado, y hay temas que abordo porque hay gente que me escribe y me pide que lo haga, y en este caso quería hablar del sexilio LGTB, de cómo todavía hay personas LGTB que no se sienten cómodas en su entorno más cercano y se van de ese entorno por haber tenido que sufrir ciertas violencias o una cierta marginación que sigue ocurriendo. Al final esa homofobia o transfobia te lleva a tomar decisiones que no son del todo libres porque te puedes ir a vivir donde quieras, pero eso tiene que ser una decisión personal, no una decisión motivada porque en el fondo estás huyendo de una violencia. Y me gustaba hablar de eso aquí porque es una manera de ver cómo todas esas violencias confluyen porque la violencia homófoba no deja de ser una ramificación de la violencia machista. Es algo que une al que investiga el caso con la primera víctima de Las durmientes. Los dos han sido víctima de violencia y los dos empatizan, de alguna manera, con la realidad del otro. Y el reto personal de Gael de, voy a volver al lugar donde no fui feliz. Cuando escribes tiras de muchas experiencias personas y en mi caso siempre he sido muy consciente de que la diferencia y la diversidad no siempre reciben el entorno cordial que deberían y tenemos que enfrentarnos a situaciones complicadas en una sociedad que todavía es demasiado normativa.

El asesinato cometido por Daniel Sancho en Tailandia se ha tratado casi como si fuera un reality de true crime.

Periodismo de sucesos, no falta una crítica a cómo se tratan estos temas a veces.

Me apetecía contar cómo afrontamos la actualidad y cómo caemos constantemente en el sensacionalismo y se me ocurren ejemplos como el asesinato cometido por Daniel Sancho en Tailandia y cómo se ha tratado casi como si fuera un reality de true crime. Creo que es horrible como se trata esta actualidad y cómo se pone la cámara frente a las víctimas, en algunos casos, buscando sus reacciones, buscando el morbo, y creo que el periodismo tiene una enorme responsabilidad ética y más ahora que estamos en un momento muy convulso, muy polarizado, con unos discursos de violencia que están renaciendo y ahí el periodismo tiene mucho que hacer.

¿Tú sabrías marcar fácilmente dónde están los límites a la hora de contar un suceso de este tipo?

Yo creo que todo lo que no es informativo automáticamente pasa a ser morbo. Todo aquello que se basa en enseñar las vísceras del suceso y en generar una sensación excesivamente melodramática y que casi cae en la ficcionalización, para mí, automáticamente, pasa a ser sensacionalismo. Creo que la diferencia está en, voy a informar y dar los datos y voy a hacer de ello un espectáculo. Yo creo que lo tenemos más claro de lo que parece. Buena prueba es que años después nos damos cuenta. En los últimos años se ha analizado cómo se informó del crimen de Alcasser y se ha hecho una relectura y una autocrítica, pero después, ocurren otros sucesos y volvemos a caer en lo mismo. A veces el sentido común es menos rentable y comercial y lo terrible es que estamos en la época del clickbait y, al final, a cambio de un clickbait sacrificamos la verdad de una historia. Y esto también se plantea en la novela porque Gael no deja de trabajar en un medio.

No falta mención a uno de los temas tendencia en lo que a las relaciones se refiere: El poliamor. ¿Vamos hacia esa forma de relacionarnos?

Es una forma que cada vez se verbaliza más. En Los Elegidos también hablaba de una relación poliamorosa porque yo lo que tengo claro es que han estado ahí siempre, no es una novedad, no es que vayamos hacia ella, sino que creo que ahora, por fin, se cuenta como una posibilidad más y eso me parece muy sano porque cada cual tiene que encontrar su modelo de pareja frente a esa normatividad. Creo que es muy positivo que la ficción nos ofrezca esa diversidad que también encontramos a nuestro alrededor. Lo que sí veo es que cada vez, en mi entorno de amistades y familiares, cada vez se habla con más libertad de las diferentes formas de entender una relación. Alguien que habla de que está en una trieja, o en una relación abierta, o en una relación poliamorosa y eso está ayudando a derribar prejuicios que todavía nos quedan y que limitan nuestro crecimiento personal. Cada cual tiene que optar por el modo de relación que le haga feliz consigo mismo y con el mundo que le rodea. Algo bonito de la novela juvenil es que si los personajes son jóvenes puedes hablar del autodescubrimiento, de la autopercepción, de la construcción de tu identidad y en ese sentido me gustaba que estos protagonistas buscan el modo de quererse y eso me parece hermoso, poder contarlo desde ese sitio y poder ofrecer referentes positivos que han faltado mucho tiempo. Que nos cuenten otras historias no convencionales y que nos digan que son posibles y que, además, pueden ser bonitas. En Las durmientes hay una parte muy dura y muy cruda que es toda esa parte de las agresiones, pero también hay una parte hermosa que tiene que ver con ese poliamor, con la amistad, que es una parte luminosa de encontrarnos con la parte del amor en todas sus formas.

Creo que la literatura juvenil no puede llevar moralina y no puede dar respuestas. Tiene que contar una historia que enganche, tiene que emocionar con los personajes y tiene que plantear preguntas.

Las durmientes es una novela que deja muchos interrogantes.

Algo fundamental en un libro para que pueda provocar diálogo es que emocione. Creo que la literatura juvenil no puede llevar moralina y no puede dar respuestas. Tiene que contar una historia que enganche, tiene que emocionar con los personajes y tiene que plantear preguntas. Yo en Las durmientes no tengo la solución para los problemas de los que hablo. Sé que existen y sé que quiero lanzar el interrogante de qué hacemos al respecto y cómo nos posicionamos, pero es una novela con muchas preguntas abiertas a propósito. Creo que algo que jamás se debe hacer y que por eso a mí me va bien escribiendo para jóvenes, es subestimar a quienes nos leen. Hay que ofrecer buenas historias y luego que cada cual tome sus decisiones.

Muchos pensarán que la portada es poco juvenil, ¿no crees?

Queríamos que fuera inquietante y perturbadora y que, de alguna manera, dejara clara la seriedad del tema que se aborda. Yo siempre defiendo que al público juvenil hay que tratarlo con el máximo respeto y para mí eso supone darles cubiertas que sean sugerentes y que no sean pueriles. En un tema como este no se podía ofrecer una cubierta pueril. Al final el libro habla de temas como la corrupción política, la responsabilidad de los medios de comunicación, son temas que no son ni juveniles ni adultos, son temas universales y por eso apostamos por esta cubierta que yo creo que es muy valiente. Y a mí me gustaba mucho esa idea de los ojos sobre el cuerpo de la durmiente, esa mirada tan agresiva que al final habla de esa mirada machista que sigue afectando al descubrimiento de la propia sexualidad de la mujer, a su vivencia, a su expresión, ese juicio constante que es otra manera de violencia completamente cotidiana.

Un poco de frivolidad entre temas tan serios. Te despides de fiesta con La casa azul, ¿cómo elegiste esta canción?

Jajajaja… soy un fan absoluto de La casa azul. Me entusiasman sus temas y me parecía hermoso y me parecía bonito poder hacer un guiño a uno de mis grupos favoritos. Me sé absolutamente todas sus canciones y me parecía que encajaba muy bien en el gusto musical que podrían tener estos personajes. Al final les tenía que poner una canción que tuviera que ver con su mundo y yo a Gael me lo imagino con Tirso e Ingrid escuchando a La casa azul a todo volumen, porque tienen un gusto un pelín entre lo indie y lo comercial, esa frontera en la que llevan navegando tantos años La casa azul. Necesitaba algo que no fuera exactamente mainstream, pero que a la vez fuera bastante conocido para que, al lector, al leerlo, le suenen unas notas en la cabeza de esta canción. Soy de los que van a todos sus conciertos.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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