Qué es la narcocultura y por qué hace triunfar a los artistas
Repasamos las claves de un fenómeno que encuadró primero el éxito del hip hop, luego del trap y ahora el de los ‘corridos tumbados’
Quizá todos los que escuchamos a Peso Pluma recordamos la primera vez que lo hicimos, porque con toda seguridad era la primera vez que escuchábamos un corrido tumbado. Sí, este explosivo subgénero que mezcla la música de los tradicionales corridos mexicanos con letras y estilos venidos directamente del trap y el hip hop.
Con temáticas reiteradas alrededor del hedonismo, el consumo de drogas, el sexo, el amor y el desamor, se han convertido en el nuevo estilo preferido de la juventud más allá de las fronteras mexicanas, incluso en países donde ha triunfado casi exclusivamente la música anglo-americana, como Estados Unidos.
En 2023, la explosión de los corridos que aseguró a Peso Pluma 21 entradas en la lista Billboard también contribuyó a llevar a otro nivel estilos regionales (mariachi, norteño, sierreño…) que hicieron resonar fuerte nombres como el de Grupo Frontera, Fuerza Regida o Carín León, llegando a colaborar con los referentes más mainstream como Bad Bunny, Shakira y Maluma, respectivamente.
Partiendo de este punto, en LOS40 queremos abordar una pregunta que muchos nos hemos hecho. ¿Qué es ahora este fenómeno de los corridos tumbados que no veíamos desde la fiebre del trap? ¿Puede el éxito sin precedentes de artistas como Peso Pluma darse realmente en un período tan corto de tiempo? Para eso tenemos que entender el contexto donde se desarrolla y consume esta música, y por tanto, el significado de elementos claves como la narcocultura y el papel que tiene esta en el triunfo de los corridos tumbados, también apodados en algunos casos “narcocorridos”.
El ‘started from the bottom’: narcocultura, triunfar desde abajo y convertirse en un “real G”
El éxito desenfrenado de la Doble P nos ha llevado a hacernos muchas preguntas, entre ellas, cómo era su vida antes de la fama y los componentes que le han llevado a ser el artista mexicano con las posiciones más altas en las listas internacionales. A raíz de su éxito, han sido varios los académicos que han señalado la llamada “narcocultura· como el trasfondo que puede explicar la explosión de los corridos tumbados y del artista jalisciense.
“[El éxito de Peso Pluma] está relacionado con las cuestiones de los medios masivos de comunicación y redes sociales que generaron una identidad sobre nuestro país, pero está estrechamente vinculado al narcotráfico, que está muy presente dentro de nuestro imaginario y dentro de nuestra sociedad (...) son como superhéroes o referentes, buscan tener respeto, principalmente. No tiene una gran voz, es la conjunción de distintos factores, es sentirse identificado que no había sido representado por ese sector social, quieren llegar a ser como ellos. Ahora ser Peso Pluma es el modelo a seguir”, indicaba el antropólogo mexicano Horacio Mendizábal en una entrevista con Infobae.
La narcocultura, según los estudios académicos, es un término que acuña el conjunto de elementos e imaginarios colectivos, costumbres, formas de identificación y relaciones que se han creado a través de la problemática del tráfico de drogas, que ha impactado a la sociedad a diferentes niveles, también en lo que a producción cultural se refiere. Y si bien el consumo y comercio ilícito de estupefacientes es un problema internacional y globalizado, el narcotráfico y sus efectos se han convertido en uno de los elementos más determinantes en América Latina.
Mismamente en México se ha experimentado un aumento de la violencia generalizada desde la época de la guerra a las drogas en 2006, con la expansión de crímenes como la extorsión, el secuestro, la trata de personas y delitos mayores impulsados por aumentos significativos de los delitos de narcomenudeo, que han aumentado un 149% en la última década.
Entender este contexto de crisis general en el país es clave para comprender los elementos identificativos que hacen conectar al público —especialmente a las generaciones más jóvenes— con la romantización del consumo de drogas y la delincuencia. De la misma forma que el hip hop que nació en las comunidades afroamericanas de los años 70 en el Bronx neoyorquino, o el trap que explotó en Georgia, Atlanta, en los años 90, llegando a países como Argentina a través de las rap battles callejeras, los corridos tumbados se han popularizado en un ámbito histórico marcado por la crisis, la precariedad juvenil y la marginación, donde el consumo de drogas y la adopción de la cultura gangsta es la base de la socialización underground.
“La música es un reflejo de cualquier contexto social y es por esta razón por la que podemos dividir en ocasiones tan sectorialmente a su audiencia. Ambos géneros nacen y se desarrollan en torno a las drogas: el trap surge a raíz de las trap house comenzando como un género marginal y los corridos del narcotráfico. Las letras muestran una realidad sin edulcorar y con la que una determinada audiencia se puede sentir identificada, o ser poseída por el morbo que supone introducirse en un mundo que no es el que te pertenece. Ambos géneros tienen una asociación directa a las clases obreras y de las consecuencias de una marginalización sistemática”, indica a LOS40 la musicóloga y experta en industria musical Lorena Jiménez Martínez.
El éxito comercial y/o por qué las drogas pueden venderse como algo divertido
Aunque el triunfo de la figura gangsta, los bad boys y la exitosa apología del consumo de estupefacientes está más que aceptada en diferentes ámbitos de la cultura con el hip hop como máximo exponente, es normal preguntarse cómo puede triunfar de esta manera algo que representa una problemática social tan determinante. Sí, ¿por qué las drogas pueden venderse como algo divertido? Bueno, porque lo son, si sólo nos quedáramos con su aspecto recreativo, que es precisamente lo que hacen las canciones en estos géneros.
Si rebobinamos un poco en la historia, podemos revisar que los corridos tumbados, que han traído de vuelta artistas mexicanos como Natanael Cano, no son un subgénero 100% nuevo en el país. Para entender su desarrollo primero tendríamos que remontarnos a los corridos del siglo XIX, que abordan diferentes situaciones sociales en la época de la independencia mexicana.
Años más tarde, los ritmos de rancheras y baladas románticas también colisionaron con el contexto cultural que empezaba a aflorar con el narcotráfico, resultando en los años 70 lo que fue el primer himno que dio el pistoletazo a los apodados narcocorridos: la canción “Contrabando y Traición” de los Tigres del Norte. Un hit controvertido que aseguró la prohibición del subgénero en el país. Una censura que, por cierto, también ha querido llevarse a cabo con las canciones de Peso Pluma 50 años después: este tipo de canciones han sido prohibidas por el cabildo de Tijuana.
Sin embargo el componente que brinda el éxito a estos nuevos corridos tumbados es que se centran únicamente en el aspecto más recreativo y divertido de los placeres hedonistas, como el consumo de drogas. Al contrario que en sus orígenes, estas nuevas letras y estilos dejan fuera el contexto y la problemática social —en definitiva, su dimensión más política—, para dar la bienvenida a un mensaje más mediatizable. Esto se une a una necesidad de referentes identitarios y la fuerte irrupción de estilos regionales (algo que también podrían explicar el auge del K-Pop o la música hindú, por ejemplo) en un panorama musical que tiende a la homogeneización en un mundo globalizado, de acuerdo con Jiménez.
“Si nos centramos en lo intrínsecamente musical, los corridos tumbados responden a una necesidad identitaria. Debido a las consecuencias de la globalización y el vaciado de identidad en los artistas, los sonidos regionales se introducen en los intereses de los cantantes, independientemente del país del que hablemos. Necesitan conectar de alguna manera con sonidos de raíz y que debido a la homogeneización que se viene dando desde hace décadas se habían diluido”, señala la musicóloga.
En este sentido, la popularización de los corridos tumbados puede equipararse, como indicábamos antes, al boom del trap de habla hispana en España o Argentina —cuyas letras, por cierto, también giran alrededor de la apología de las drogas y lo presumible de lo gangsta. “Su popularización e introducción internacional fue prácticamente de la misma manera; el trap fue un género de nicho durante unos cuantos años hasta que sus sonidos se introdujeron en el mainstream y de alguna manera existían unos representantes nacionales, en el caso de España PXXR GVNG, Dora Black, etcétera, que hacían que el mensaje que llegaba desde Estados Unidos se comprendiese de la mejor manera en la sociedad española. Ambos géneros son absorbidos, vaciados y expuestos e internacionalizados por caras aceptadas y visibles”, expone Jiménez.
En definitiva, el éxito tan repentino —aunque si repasamos su desarrollo histórico, quizá no lo es tanto— de los corridos tumbados puede entenderse a través de varios elementos culturales, como es el propio concepto de narcocultura, pero también por las necesidades identitarias presentes en la industria que llevan a este subgénero y a estos artistas a conectar directamente con las generaciones más jóvenes.
Ana Rojas
Redactora y CM de LOS40 USA. En LOS40 escribo...