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El extraordinario concierto flotante de Pink Floyd en Venecia: 200.000 personas y 300 toneladas de basura
Acusado de convertir Venecia en un retrete, el alcalde tuvo que dimitir
Venecia recibió un duro golpe. La ciudad fue invadida por masas de gente. El “desembarco de los bárbaros", como lo calificó la prensa, dejó 300 toneladas de basura. El concierto de Pink Floyd del 15 de Julio de 1989, en un escenario flotante en el Canal de San Marco, está considerado uno de los más extraordinarios de los celebrados en Italia. También fue uno de los más controvertidos.
En abril de 1989, se anunció un evento inaudito y asombroso. Pink Floyd ofrecería un gran concierto en el Gran Canal de Venecia, frente a la Catedral de San Marcos. Era el broche casi final de la gira mundial con la que la banda inglesa había estado presentando A momentary lapse of reason (1987), su primer álbum tras la marcha de Roger Waters. También era su primer tour sin el miembro fundador. Después de actuar en las ruinas de Pompeya en 1971, o de construir un muro gigante en el escenario en 1980, el show en la ciudad de los canales se presentaba como otro de los grandes espectáculos habituales del grupo, entonces formado por David Gilmour, Nick Manson y Richard Wright.
Ya desde el primer momento se desencadenó la polémica. Los venecianos estaban particularmente preocupados y temían que el volumen excesivo de la música pudiera dañar los monumentos antiguos. En un gesto de buena voluntad, la banda accedió a reducir el volumen de su actuación, de 100 decibelios a 60, y actuar desde una plataforma flotante localizada a 200 metros de la plaza. El ayuntamiento defendió su decisión, alegando que Venecia debía abrirse a nuevas tendencias, incluida la música rock. Lo que no abrió fue retretes químicos portátiles, sino que los prohibió por razones estéticas.
El 15 de Julio de 1989, sobre una gran plataforma flotante, Pink Floyd ofreció el que se considera uno de los conciertos de rock más extraordinarios y controvertidos en la historia de Italia. Con los habituales efectos especiales, ahora más impresionantes que nunca, y esa gran pantalla circular proyectando clips. Por razones técnicas, relacionadas con la emisión vía satélite, la duración del show se limitó a 90 minutos. Solo tocaron 14 canciones, en lugar de las 23 del tour original. Y, aunque el grupo se había comprometido a no superar los 60 decibelios para no perjudicar los mosaicos bizantinos de la basílica de San Marcos, entre otras cosas, finalmente se superaron los 92.
Las cifras fueron espectaculares. Se congregaron más de 200.000 espectadores (casi el doble de los previsto) en ambas orillas y en embarcaciones situadas en la dársena de San Marcos. La RAI lo emitió para todo el mundo, incluida la Unión Soviética (en diferido) y las dos Alemanias simultáneamente. Y se hizo cargo de una parte del coste del evento, mil millones de liras italianas. El resto, varios cientos de millones de liras, fue cubierto por el grupo. Se estima que más de 100 millones de personas vieron en directo el concierto.
Todos esos millones de personas que vieron la actuación, seguramente no sabían lo perniciosa que fue. Empezando por la enorme cantidad de basura (en torno a 300 toneladas y 500 metros cúbicos de latas y botellas vacías) que dejó el público por el suelo. La compañía local municipal de higiene urbana (AMIU) decidió, no obstante, empezar a recogerla dos días después. Tuvo que pedir a la Armada Italiana que interviniera en apoyo. Como no había inodoros portátiles, algunos asistentes se “aliviaron” sobre monumentos y paredes de la ciudad. No obstante, la mayoría de los fans se comportó apropiadamente. La limpieza de la zona superó las 25.000 libras.
La indignación de la población veneciana fue instantánea. La polémica creció hasta el punto de que el alcalde, Antonio Casellati, tuvo que dejar su puesto: “Después del concierto los periódicos estaban furiosos y nos criticaban. El Tribunal de Cuentas nos llamó. Fuimos absueltos de cualquier irregularidad, pero la consecuencia para mí fue que tuve que dimitir como alcalde”. También los consejeros fueron destituidos.
Tampoco los miembros de Pink Floyd quedaron totalmente satisfechos. David Gilmour manifestaba en la revista Q: “El show de Venecia fue muy divertido, pero fue también muy tenso y estresante”. Y explicaba: “Había una duración específica para hacer el show; la emisión satélite significaba que teníamos que ser absolutamente precisos. Contábamos con la lista de canciones ya acortada. Y en el suelo, frente a mí, había un gran reloj digital con los números rojos. En un trozo de papel ponía la hora a la que tenía que empezar cada uno de los temas. Si nos acercábamos al comienzo de la siguiente canción, había que concluir la que estábamos haciendo”.
Gilmour también criticaba el papel del Ayuntamiento: “La verdad es que nos lo pasamos muy bien, pero las autoridades de la ciudad que habían accedido a proporcionar seguridad, servicios o comida, incumplieron totalmente todo lo que supuestamente tenían que hacer e intentaron culparnos a nosotros de los problemas posteriores. Se publicaron muchas tonterías sobre ello, incluso respetables periodistas de The Guardian dijeron que nuestra música perturbó a los edificios; jodidas y absolutas chorradas”.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop