Tate McRae se pasa el juego en Madrid: sí canta, sí baila, y sí... es un delito perdérsela
La popstar canadiense regresa al Palacio de Vistalegre con 'Miss Possesive Tour'

Tate McRae presenta 'So Close To What', su tercer álbum / Sony Music
Hace justo un año hablaba del nacimiento de "la nueva emperatriz del pop". Pues bien, lo de ayer en el Palacio Vistalegre no fue sino la coronación definitiva. Tate McRae ya no es solo una promesa, sino que representa el modelo a seguir para cualquier aspirante a recuperar esa época en las que las popstars dominaban el ancho y largo mundo. 'Miss Possessive Tour' es la prueba de cómo se puede construir un camino hacia el trono con la misma precisión y ambición de Britney Spears en sus mejores años; y encima, sin dejar de lado –y he aquí también la diferencia –las emociones y algunas cicatrices que encajan dentro de su proyecto.
Aunque está muy manida aquella frase de “declaración de intenciones”, el show con el que gira ahora Tate McRae –para algunos, la Tata– dice mucho de los senderos que ha tomado la canadiense para llegar a ser la número uno indefinidamente. Desde que se apagan las luces y suena las primeras notas de Miss Possessive, el espectáculo se convierte en una maquinaria perfecta –con todos los engranajes en su sitio– de pop, coreo e iluminación. Hay una narrativa clara, un discurso visual y corporal que va mucho más allá de un concierto a secas. Ella entendió hace mucho que ser una estrella pop en pleno 2025 exige más que voz y un puñado de hits: requiere presencia, control escénico y capacidad de transmitir hasta con un gesto de muñeca. Lo que comúnmente se conoce como carisma. Y, por suerte, de todo eso, Tate McRae va sobrada.
A lo largo del setlist, ofrece una clase magistral de ‘así se hace un mito pop’. Ni que decir tiene que todo el espectáculo, como buena anglo, está perfectamente orquestado y medido al milímetro: el andamio y las diferentes plataformas móviles; los cambios de vestuario porque ella es “reina, reina, reina, y guapa y guapa”; y coreografías que llevan las canciones de su repertorio al siguiente nivel.
Pero lo que eleva a McRae por encima del simple revival de diva dosmilera es que no se deja devorar por la popstar y le da la misma importancia a esos himnos que permanecen intactos desde sus inicios, allá por el 2017. En medio del show, bajó las revoluciones para irse al otro extremo del recinto y ponerse la máscara de baladista. Fue su recordatorio de que, aunque se haya convertido en una pieza indispensable dentro de la realeza pop, sigue siendo esa joven que escribía en su habitación sobre rupturas y vacíos existenciales. A fin de cuentas, en ese equilibrio entre vulnerabilidad y espectáculo, es donde reside su marca, ¿no?
You Broke Me First y Chaotic sonaron como verdaderos himnos generacionales, mientras que Exes, Run For The Hills y Greedy forman parte ya del imaginario colectivo. Sin embargo, nuevas piezas como 2 hands, Sport Cars y Revolving Door mostraron hasta qué punto su segundo álbum, So Close to What, ha sido el catalizador de su transformación. No es casualidad: este disco nació, precisamente, con el objetivo de explotar su faceta de estrella global. Y lo ha conseguido sin renunciar a su voz más íntima. Con esto queda claro que Tate McRae domina el pop y la sitúa en el centro de la conversación cuando hablamos sobre el futuro del género. De modo que gracias por tanto y… ¡Larga vida a la reina!