Víctor Elías desvela el último mensaje que escribió a su madre tras denunciarla y antes de que muriese por culpa de sus adicciones
El marido de Ana Guerra se sienta en el chester de Risto Mejide para hablar de su traumática vida

Víctor Elías se abre con Risto Mejide en 'Viajando con Chester'. / Mediaset
Víctor Elías ha convertido en terapia el relato de los traumas de su vida. Primero lo hizo a través de una obra de teatro producida por su buen amigo Fran Perea y que luego transformó en libro: Yo Sostenido. Una vida que le ha contado también a Risto Mejide en Viajando con Chester.
Entre otras cosas, han hablado de su infancia, que no fue fácil, ya que sus dos padres eran adictos. Su madre era alcohólica y acabó denunciándola sin ser muy consciente de lo que eso implicaba.
"Mi madre era muy buena persona, pero tenía un gran problema de adicciones que le hacían convertirse en otra totalmente. Adicción al alcohol. Hubo mucha gente que se mantuvo hasta el final, pero se quitó a otra tanta. Y eso me daba mucha pena porque si estaba bien era generosa, divertida, te lo daba todo, pero cuando la veía mal podía convertirse en el mayor diablo del mundo. Cuando bebía la culpa era de todo el mundo y para ella era complicado seguir viviendo”, contaba sobre ella.
"Al principio cuando veía a mi madre en esos estados, y creo que esto todos los hijos de padres divorciados hemos pasado por esto, piensas que la culpa es de la pareja de tus padres. Cuando se separaron, que yo con 10 años insistía mucho en que se separaran, porque pensé que todo eso podría mejorar, fue cuando me di cuenta de que mi madre tenía un problema”, confesaba sobre el momento en el que fue consciente de que las cosas no iban bien.
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A esa edad es complicado ver la situación con claridad, “al principio no sabes si era normal o no, no tienes comparación. Sabía que podía tener un problema, que cuando bebía se ponía muy mal, pero no era del todo consciente de que eso era un problema de una magnitud grande, piensas que son cosas que se podían solucionar o que simplemente es lo que te ha tocado vivir".
No es fácil compartir este tipo de historias y Víctor reconoce que “me costó mucho empezar a compartirlo, me lo guardaba para mí porque me daba vergüenza. Cuando veía a mi madre ebria recuerdo que era un poco aguantar el chaparrón. Era muy agresiva verbalmente, todo el mundo tenía la culpa de todo. Cuando mí ha ido como tal cuando fui siendo más mayor, cuando la denuncié y hasta entonces era mi abuela, mi padre…".
La denuncia a su madre
Llegó ese día en el que ya no pudo más, “era una sensación extraña, no aguantaba escucharla en ese estado, insultando a quien fuera. Me acuerdo que me descoloqué mucho, le pegué una patada a una pared y vino la policía y me dijo si quería denunciar”.
Y lo hizo, denunció a su madre. "En todo momento mi cabeza de adolescente pensaba que ‘si la denuncio, mi madre se asusta, mejorará y todo irá bien’. Es un razonamiento bastante lógico. Con 13 años no sabes cómo puede ser la magnitud de la situación. Siempre he tenido la sensación de que yo no le vine bien a mis padres, puedo entender que para ella no fuera fácil tener un hijo. La denuncié para que reaccionase, pero no lo hizo. Con los años no la culpo, entiendo que para ella no fue fácil y que le costara trabajo entender lo que estaba pasando".
Los últimos días de su madre
Sus padres arremetieron tanto el uno contra el otro, y aunque él se había imaginado viviendo con su padre mientras su madre reaccionaba y mejoraba, al final se tuvo que ir a vivir con sus tíos a los que no había visto más que cuatro o cinco veces en la vida. “Nunca me pude sentar con mi madre a hablar, ella siguió enferma", admite tras reconocer que nunca reaccionó pese a la denuncia.
"No me despedí muy bien...físicamente no me dio tiempo. En las últimas semanas de su vida yo estaba muy harto y muy cansado. Ninguna de las últimas conversaciones la recuerdo, bonita. Recuerdo que le mandé un whatsapp donde le decía que estaba cansado, que entendía que hiciera su vida, pero que yo había llegado hasta aquí, y que la quería muchísimo. Creo que esto le dio paz, de hecho, al día siguiente se fue. Me queda una cosa egoísta, que, aunque yo la haya perdonado, que ella me hubiera pedido perdón en vida, pero sé que esto es muy ególatra también", terminaba recordando sobre el final de su madre.
Sus propias adicciones
Ella no fue la única adicta de la familia, él también cayó en eso. Mientras hacía la serie de su vida, Los Serrano, probó su primer Gin Tonic, hasta entonces no había bebido. Más adelante, tras beberse otro, “me vi valiente” y probó una raya, “dije, hoy la pruebo, que no pasa nada”.
Aunque reconoce que “soy adicto a un montón de cosas, al trabajo, a las emociones...hecho la vista atrás y me doy cuenta de que soy adicto desde que soy pequeño. Si no me hubieran dado a probar esa sustancia, hubiera terminado siendo adicto a otra cosa".
Ahora lleva cientos de días limpio, aunque reconoce que socialmente “no está bien visto que no bebas”. Tomó medidas cuando en un mes falló a dos compromisos laborales con artistas que eran importantes por él, “dije, me estoy cargando mi vida porque lo único que me mantenía firme y feliz era la música”.
Tras una charla dura en la que Víctor repasó algunos de sus momentos más duros en la vida, Risto reconoció que la fama es un lastre que permite evolucionar poco, “pero hoy he visto una persona que ha evolucionado después de hacerse famosa. Una persona que todavía hoy está luchando por ser un poquito mejor cada día”.
Como despedida el equipo le regalaba una forma de reconectar con sus padres. Risto le pedía que cerrara los ojos y entonces salía un arpa y un músico interpretando un tema compuesto por Víctor para sus padres que provocaba sus lágrimas y eso que se había prometido no llorar.