Cuatro años sin Raffaella Carrà, el icono del colectivo LGTBIQ+ que fomentó el orgullo y la igualdad
Su tema “Lucas”, de 1978, fue uno de los primeros de temática gay en Europa

Raffaella Carrà, en 1984. / Mondadori Portfolio
El lunes 5 de julio de 2021, a las 16:20, Raffaella Carrà nos dejó después de una enfermedad que mantuvo en secreto casi hasta el final. Tenía 78 años. Aquella discreción con que trató su fatal dolencia fue, en realidad, un gesto de amor a sus fans en Italia, España y muchos otros países, que nunca llegaron a conocer a otra Raffaella que no fuera la divertida, fuerte y llena de energía. Carrà ha pasado a la posteridad como mucho más que una cantante, presentadora y actriz que sedujo al mundo con su desparpajo y naturalidad: incluso en los lejanos años setenta, se mostró como un nuevo tipo de mujer, libre y feminista; para el colectivo LGTBIQ+ se convirtió en icono, tanto por su imagen de diva como por los pequeños y grandes gestos que a lo largo de su vida tuvo con ese sector del público.
Para gran parte de la sociedad española Raffaella Carrà era esa rubia simpática con aires de antigua vedette que salía a menudo en televisión, donde llenaba la pantalla con su gracia innata; también, esa cantante que con temas marcadamente divertidos que interpretaba en nuestro idioma —“Fiesta”, “Qué dolor”, “Rumore”, “En el amor todo es empezar”, “Hay que venir al sur”, “Mamá dame cien pesetas”, “Caliente, caliente”…— refrescaba los rigores estivales de toda la familia. Pero tras esa capa más superficial había una mujer que estableció un fuerte vínculo con la comunidad homosexual incluso desde su música.
En 1978, la Carrà publicó el sencillo “Lucas”, con letra de su autor de referencia, Gianni Boncompagni. El tema cuenta la historia de un chico de ese nombre, “de cabellos de oro”, de quien ella parece enamorada; pero una tarde, “desde mi ventana”, lo descubre “abrazando a un desconocido”. “Desde ese día nunca más le he vuelto a ver”, concluye el texto. Aún corrían los estrictos años setenta, y la cantante italiana lanzaba ese tema que normalizaba el que un chico pudiera sentirse atraído por otro. El hecho de que entre ambos no se narrase más que un abrazo, defendía que entre dos hombres podían existir sentimientos. Fue una de las primeras canciones de temática gay que sacudieron Europa.
LOS40 Classic
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Miles y miles de gays sintieron una fuerte conexión con Raffaella Carrà. En ocasiones, como ella reveló, le enviaban cartas en que confesaban que si algo aún los mantenía aferrados a la vida —hace cuarenta años, la homosexualidad estaba mal vista y era muchas veces perseguida, lo que conducía a la depresión a personas del colectivo—, era el que Raffaella los apoyase aunque fuese con su sola presencia. Carrà, modesta, solía decir que no hizo nada para llegar a ser icono gay. “Creo que les gusto porque soy la muñeca que nunca pudieron tener de niños”, declaraba. Lo cual es una consideración psicológica que podría debatirse. Pero Raffaella enseñaba a la gente a desterrar prejuicios contra los gays. En entrevistas insistía en que entre los homosexuales hay buenas y malas personas…, como entre los heterosexuales. Era un velado alegato por la igualdad.
Lo de que nunca hizo nada solo puede atribuirse a su conocida modestia. Sus acciones en apoyo del movimiento LGTBIQ+ fueron tan importantes como reservadas; no aspiraba Raffaella al aplauso fácil. En 1999 se estrenó en Roma el espectáculo Fiesta, inspirado en ella y ambientado en una comunidad de vecinos gays. Sucedió que Raffaella compró cien entradas para apoyar a la compañía y asegurarse de que el estreno fuese un éxito (a pesar de que ella acudió con su pareja, Sergio Japino, el compositor Boncompagni y un pequeño grupo de amigos).
En 2017 le preguntaron en Il Corriere della Sera por qué los gays se sentían tan identificados por ella. “Moriré sin saberlo. En mi tumba dejaré escrito: ¿Por qué he gustado tanto a los homosexuales?”, respondió. Y añadió: “Aún queda mucho camino por recorrer para romper prejuicios. Lo lograremos. Mi frase favorita es: pueden llevarse todas las flores, pero no pueden llevarse la primavera”. Así era Raffaella, que lo mismo chiflaba a los gays —en 2017 fue nombrada reina de la fiesta del Orgullo en Madrid— que encandilaba a las familias tradicionales. Tuvo un número uno en la lista de LOS40: “Qué dolor”, en junio de 1982. Nunca dejaremos de recordarla.