Slash cumple 60: seis décadas de riffs, excesos y una influencia imborrable
El guitarrista de Guns n’Roses rescató el rock clásico (y su estilo de vida) a finales de los ochenta

Slash, con su sombrero de copa, en una imagen de Guns n'Roses de 1988. / Icon and Image
Saul Hudson —más conocido como Slash— ha cumplido 60 años con el mismo porte inconfundible: melena rizada, sombrero de copa y una Gibson Les Paul al hombro. Imagen icónica del hard rock, su figura resume el sonido de una generación. Nacido en Londres en 1965, residente en Los Ángeles desde los seis años, se forjó en los garitos de Sunset Strip, donde brilló en bandas como Hollywood Rose, antes de sumarse en 1985 a Guns n’Roses; la banda que le brindó reconocimiento internacional.
Los hitos musicales de Slash comenzaron en Appetite for destruction, el primer disco de Guns n’Roses: es el álbum de debut más vendido en la historia del rock, con 33 millones de copias. Tres de sus sencillos llegaron al top 10 de la lista de Billboard: “Welcome to the jungle”, “Sweet child o’ mine” y “Paradise City”. La impronta de sus solos y riffs quedó patente en singles como “Sweet child o’ mine” o “November rain”.
Pero Slash no es solo nostalgia. En 1994, en plena crisis personal y profesional, formó Slash’s Snakepit, explorando nuevas sonoridades; luego pasó a Velvet Revolver (2004), supergrupo en que colaboró con estrellas como Scott Weiland (Stone Temple Pilots) y Duff McKagan (compañero en Gn’R). A partir de consolidó su carrera solista junto a Myles Kennedy & The Conspirators, con discos como Apocalyptic Love (2012) y 4 (2022), que mostraron una vez más su versatilidad y vigencia. Lo cual no quiere decir que haya abandonado Guns n’Roses: tras dos décadas separado, en 2016 regresó a la formación para una gira, Not in this lifetime, que recaudó más de 584 millones de dólares y lo presentó de nuevo junto a sus compinches Axl Rose y Duff McKagan.
LOS40 Classic
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Como guitarrista, Slash recuperó el espíritu de los años setenta en los noventa. Su ténica y su expresividad demuestran un dominio absoluto del rock duro con base de blues. Pese a que los aficionados a este género sienten especial predilección por guitarristas fundacionales, han reivindicado a Slash como uno de los suyos. También los medios han puesto en valor su estilo: en 2009 la revista Time lo situó en segunda posición en su lista de Los 10 Mejores Guitarristas, solo por detrás de Jimi Hendrix.
Su influencia se ha expandido incluso hasta el negocio de las guitarras eléctricas. Fabricantes como Gibson han lanzado ediciones especiales en su honor, incluyendo diecisiete modelos de Les Paul y numerosos pedales y amplificadores. Pero junto al virtuosismo, su figura está ligada a los más fieros tópicos del rock and roll, en cuanto adicciones, excesos y supervivencia.
En su autobiografía, Slash (2007), expone a las claras sus malos hábitos del pasado, que en una ocasión —en 1992— le provocaron una crisis cardiaca que le mantuvo clínicamente muerto durante ocho minutos a causa de un desmedido consumo de cocaína y heroína. Afortunadamente, hace ya años que Slash cambió de vida y hoy solo se dedica a disfrutar y hacer disfrutar de su guitarra.
A los 60, Slash sigue en pie: vuelve a girar con Guns n’ Roses, publica discos y mantiene vivo su lazo con jóvenes guitarristas. Sus fans lo han felicitado efusivamente en redes sociales (refiriéndose a él como el “riff God” o “Dios del riff”). Su sonido, crudo y apasionado, remite al blues rock y al glam metal, a escenarios grandes y pequeños que destilan sudor, y como evidencia su presente actividad, continúa en plena forma, hasta el punto que hace que cualquiera quiera colgarse una Les Paul y ponerse un sombrero de copa.












