‘Made in Heaven’: treinta años del disco de Queen que convirtió la ausencia en eternidad
Se publicó el 6 de noviembre de 1995, cuatro años después de la muerte de Freddie Mercury

Queen, en Rock in Río, en enero de 1985. (Photo by Dave Hogan/Hulton Archive/Getty Images) / Dave Hogan
Freddie Mercury había muerto, pero Queen aún no había dicho su última palabra. Cuando Made in heaven llegó a las tiendas el 6 de noviembre de 1995, cuatro años después del fallecimiento del cantante, el mundo asistió a un fenómeno inusual: un grupo intentando cerrar su historia con su voz ausente, y esa voz, de algún modo, respondiendo desde el más allá. No era un disco póstumo cualquiera. Era la despedida definitiva de un artista que había cantado hasta el último aliento, y la manera que encontraron sus compañeros de transformar el dolor en belleza.
El 24 de noviembre de 1991, Freddie Mercury murió en su casa de Kensington, apenas un día después de reconocer públicamente que padecía sida. Su desaparición dejó un vacío difícil de asimilar, no solo para los fans, sino también para Brian May, Roger Taylor y John Deacon. Queen, sin Freddie, parecía una ecuación imposible. Habían pasado más de dos décadas inventando himnos, desafiando las etiquetas, construyendo una banda tan teatral como humana. Pero incluso en sus últimos meses de vida, Mercury siguió grabando, dejando fragmentos de canciones, líneas vocales, pistas sueltas. "Grabaré hasta que no pueda más”, dijo. Y lo cumplió.
Aquellas grabaciones, dispersas y dolorosamente incompletas, se convirtieron en la base sobre la que el grupo reconstruyó su último álbum. Durante años, los tres supervivientes trabajaron con respeto casi religioso. Brian May lo resumió así: “Fue como volver al estudio con un fantasma que aún tenía algo que decir”. Made in heaven se confeccionó en Montreux, en el estudio Mountain, el refugio suizo donde Freddie había grabado parte de su último material y donde la banda había encontrado una serenidad que Londres ya no ofrecía. Allí, entre cintas y recuerdos, levantaron el disco pieza a pieza, moldeando cada pista como si cuidaran un legado.
LOS40 Classic
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El álbum incluye temas que Mercury había registrado poco antes de morir, como “Mother love”, la última canción que grabó. Su voz, frágil pero firme, se quiebra al final del tema; la última estrofa la canta Brian May, porque Freddie ya no pudo terminarla. También rescató canciones previas, como “A winter’s tale”, escrita por él en Suiza y publicada tal como la dejó, con una serenidad que suena casi premonitoria: “This world is so beautiful…”. Otras piezas provenían de proyectos en solitario de los miembros del grupo, regrabadas y revestidas con el sonido Queen: “Heaven for everyone”, “Too much love will kill you”, “It’s a beautiful day”.

El resultado no fue un ejercicio de arqueología, sino un álbum sorprendentemente vital. Made in heaven respira vida, esperanza y redención. Hay melancolía, sí, pero también una energía luminosa, una calma después de la tormenta. Si Innuendo había sido su testamento dramático, Made in heaven fue su reconciliación con la vida. Las canciones, bañadas en arreglos elegantes y un tono casi espiritual, parecían susurrar que el final no es necesariamente un punto y aparte.
La portada, tomada en el lago de Ginebra frente a la estatua de Freddie, ya lo anunciaba: una figura mirando al horizonte, de espaldas al mundo, pero con el puño alzado. Ese gesto, eternamente repetido en sus conciertos, se convirtió aquí en símbolo de permanencia. Queen había logrado lo que pocos grupos se atreven siquiera a intentar: decir adiós sin apagarse.
El impacto comercial fue monumental. Made in heaven debutó directamente en el número uno en Reino Unido, vendió más de cuatro millones de copias en sus primeras semanas, y hoy supera los 20 millones en todo el mundo. En España fue disco de platino, y en Europa consolidó a Queen como una de las pocas bandas capaces de renacer sin su líder. La crítica, que se movía entre la emoción y el escepticismo, terminó rindiéndose a la sinceridad del proyecto. “El disco más humano de Queen”, tituló Q Magazine.
John Deacon, el bajista, más reservado, se retiraría poco después, incapaz de seguir sin Freddie. Brian May y Roger Taylor mantendrían viva la llama con otros proyectos, pero Made in heaven sigue siendo el cierre oficial del cuarteto original. Treinta años después, sigue impresionando no solo por lo que contiene, sino por lo que representa: una conversación final entre cuatro músicos que se negaron a rendirse al silencio.
No fue un epitafio, sino una declaración. Un recordatorio de que la música, cuando nace de la verdad, no muere ni siquiera cuando su voz desaparece. Made in heaven fue exactamente eso: un cielo hecho de estudio, memoria y emoción. Y aunque la historia de Queen no terminó allí, nunca volvió a ser la misma. Porque hay discos que se escuchan y otros que se sienten. Y este, tres décadas después, sigue sintiéndose como la respiración de alguien que aún tiene algo que cantar.












