Treinta años de ‘It’s a man’s world’, el disco con el que Cher desafió el tiempo
Fue el álbum que sirvió de transición hacia su supervendedor ‘Believe’

Cher, en concierto, en 1998. (Photo by Michael Stephens - PA Images/PA Images via Getty Images) / Michael Stephens - PA Images
En 1995, Cher era una leyenda… pero también una artista en busca de su lugar en un panorama musical que había cambiado por completo. Habían pasado casi tres décadas desde que empezó a cantar junto a Sonny Bono y más de diez desde que conquistó los ochenta con “If I could turn back time”. Pero el pop había virado hacia otros territorios: el grunge dominaba la radio, el R&B ganaba peso y los cantantes de su generación parecían condenados al margen. Entonces, a los 49 años, Cher decidió hacer justo lo que nadie esperaba: publicar un disco que mezclara pop, soul y gospel con una elegancia atemporal. Así nació It’s a man’s world, su álbum más arriesgado y sofisticado de los noventa.
La idea del disco era clara desde el título: una mujer navegando por un mundo de hombres. En parte, una declaración feminista, y en parte, un guiño a la canción de James Brown que abría el álbum. Pero también una metáfora de la propia trayectoria de Cher, siempre obligada a demostrar que podía reinventarse, que no era una reliquia de su tiempo. Para ello, se rodeó de productores británicos como Stephen Lipson, responsable de los trabajos de Annie Lennox, y grabó en Londres un disco que respiraba soul, pop adulto y una melancolía elegante.
Lejos de las guitarras poderosas de los ochenta, It’s a man’s world apostaba por una producción sobria, de arreglos envolventes y vocales en primer plano. Cher no intentaba sonar joven: sonaba segura, madura, con esa mezcla de vulnerabilidad y fuerza que siempre la ha distinguido. El álbum incluía versiones inesperadas, como “One by one”, “The sun ain’t gonna shine anymore” y, sobre todo, una reinterpretación que cambiaría el rumbo de su carrera: “Walking in Memphis”.
LOS40 Classic
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La canción, compuesta por Marc Cohn en 1991, era una oda nostálgica al espíritu musical de Tennessee. Cohn la había grabado como un tema de folk-rock introspectivo; Cher la convirtió en un himno pop con alma gospel. Su voz grave, casi de terciopelo, le dio una dimensión emocional distinta, y el videoclip —rodado en tonos sepia, con ella caminando entre templos y moteles de Memphis— reforzó esa mezcla de devoción y mito americano. En Europa fue un éxito rotundo: entró en el top 20 en Reino Unido, Alemania y España, y devolvió a Cher a las listas internacionales después de varios años de silencio discográfico.

En Estados Unidos, en cambio, el disco pasó más desapercibido. La industria americana no supo muy bien cómo clasificarlo: no era pop comercial ni soul clásico. Pero en Europa y Australia, It’s a man’s world encontró su público. Fue disco de oro en Reino Unido, con más de 300.000 copias vendidas, y a la postre se convirtió en una pieza de culto dentro de su discografía. Críticos como el de The Guardian lo definieron como “uno de los álbumes más sólidos de su carrera”, y muchos fans lo consideran su último trabajo puramente orgánico antes de su salto al pop electrónico.
Porque lo que vino después cambiaría las reglas del juego. Tres años más tarde, en 1998, Cher regresaría con Believe, un álbum que no solo relanzó su carrera, sino que redefinió el sonido del pop moderno gracias al uso pionero del Auto-Tune como efecto expresivo. La transición entre ambos discos fue, en realidad, más coherente de lo que parecía: It’s a man’s world fue el terreno de introspección antes del renacimiento digital; el puente entre la diva soul y la reina del dance.
Cher había pasado de cantar acompañada de una banda real a reinventarse como icono del futuro. Pero It’s a man’s world sigue siendo la prueba de que antes de conquistar las pistas de baile, conquistó algo más difícil: la credibilidad artística. Fue su álbum más elegante, el que demostró que su voz, sin artificios, podía sostener un disco entero por sí sola. Y también, quizá, el más personal: un retrato de una mujer que ha aprendido a moverse con ironía y determinación en un negocio dominado por hombres y modas efímeras.
It’s a man’s world es un trabajo valiente. No fue su disco más vendido, ni el más celebrado, pero sí uno de los más sinceros. En un momento en que las divas del pop se adaptaban a los nuevos tiempos, Cher decidió detener el reloj y mirar hacia dentro. Lo que encontró en aquel reflejo fue la fuerza de quien no necesita demostrar nada más. Y aunque Believe la llevaría de nuevo al número uno mundial, fue It’s a man’s world el que recordó por qué siempre había estado ahí: porque, en el fondo, en ese “mundo de hombres”, Cher nunca dejó de mandar ella.












