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Ramoncín cumple 70: el agitador que abrió camino al rock español

El cantante madrileño nació el 25 de noviembre de 1955

Ramoncín, en febrero de 2025, en Madrid. / Europa Press News

Ramoncín cumple 70 años este 25 de noviembre, y pocas figuras del rock español han despertado tantas pasiones, discusiones y adhesiones como él. Pero más allá del ruido —del que siempre supo alimentarse y defenderse—, su importancia histórica es clara: sin su irrupción en los años setenta, el rock español habría tardado mucho más en plantarse cara a cara con un lenguaje propio, urbano y sin filtros. Ramoncín abrió una puerta que otros después cruzaron con naturalidad.

Cuando apareció en 1978 con su primer álbum en solitario, el panorama musical español vivía un momento de transición complicada. El rock tenía nombres grandes, sí, pero todavía se movía entre el virtuosismo setentero y una cierta distancia con la realidad de las calles. Ramoncín llegó justo ahí, descolocando a todos: joven, insolente, con letras que hablaban de sexo, barrio, marginalidad, política, delincuencia juvenil y deseo de libertad. No buscaba sonar bonito. Buscaba sonar real.

Ése fue su aporte decisivo: convertir el rock español en un espejo de lo que pasaba en los barrios, en los garitos, en la vida nocturna que el país estaba intentando redescubrir. Canciones como “Hormigón, mujeres y alcohol”, “Reina de la noche”, “Rock and roll duduá” o “Fiebre de vivir” encapsulaban una energía que no existía antes. No estaban hechas para gustar, sino para sacudir. Y lo hicieron.

En un país que empezaba a respirar la transición política, Ramoncín ejerció casi sin querer de cronista de una generación que tenía prisa por vivir. Sus letras eran crudas, directas, sin metáforas rebuscadas. Hablaban del deseo y la rabia, de lo que no salía en los periódicos y sí se escuchaba en la calle. Ese tono callejero, bronco y autobiográfico anticipó la llegada de la nueva ola y facilitó que grupos como Leño, Rosendo en solitario, Ilegales o incluso Alaska se sintieran liberados para escribir desde un yo más real, menos empaquetado.

Además, Ramoncín fue uno de los primeros músicos españoles que entendió la importancia del personaje público. No se escondió jamás. Respondió, discutió, provocó, utilizó los medios cuando los medios aún no sabían muy bien cómo manejar a alguien con esa personalidad. En televisión, en entrevistas, en artículos, siempre estaba preparado para la confrontación. Convertir la visibilidad en parte de la obra fue algo que luego otros artistas utilizarían sin complejos: de Loquillo a Bunbury, de Evaristo a músicos de generaciones más jóvenes, el modelo del músico que no solo canta, sino que opina, se posiciona y se expone, ya estaba allí.

Musicalmente, su influencia también es clara. Su mezcla de rock, punk, rhythm and blues y actitud desafiante impulsó a muchos artistas posteriores a romper géneros y a no tener miedo a hibridar. La forma de cantar de Ramoncín —medio hablada, medio escupida— reaparece en varios frontmen del rock urbano español de los años 90 y 2000. Su forma de estructurar canciones, con riffs secos y coros pegajosos, se reconoce en buena parte del rock madrileño posterior. Incluso en el indie español de los 2000, que estéticamente parecía moverse en otro mundo, hay rastros de su libertad formal: la idea de que cada uno puede sonar como quiera, sin “pedir permiso”.

Ramoncín: Litros de Alcohol - Hormigón, Mujeres y Alcohol (En Vivo 1984)

Su influencia generacional es evidente en artistas más jóvenes que crecieron escuchando sus primeros discos, incluso aunque luego siguieran caminos muy distintos. Músicos de rock urbano, de rap, de bandas de garaje o de proyectos alternativos han reconocido en distintas entrevistas que sus primeras experiencias de “rebeldía musical” estaban ligadas a canciones de Ramoncín. Su manera de colocar un fraseo, de romper la melodía y de hacer de la voz un arma expresiva dejó una huella más amplia de lo que suele admitirse.

A nivel cultural, su importancia es indudable: ayudó a normalizar la figura del músico como opinador público, como figura incómoda y como agitador cultural. En una España que descubría la libertad de expresión, Ramoncín fue uno de los que se atrevió a ponerla en práctica sin suavizar los bordes. Esa actitud ha sido heredada por artistas muy posteriores que entienden la música como un espacio de expresión integral, no como un producto pulido para gustar a todos.

Los 70 años de Ramoncín no celebran solo una carrera musical —que también—, sino un papel decisivo en el nacimiento de una manera distinta de hacer rock en España. Con sus luces, sus sombras, sus aciertos y sus polémicas, su figura forma parte del esqueleto del rock español, del ADN que permitió a generaciones posteriores encontrar una voz propia.

Y, al final, eso es lo que deja su legado: la convicción de que la música, para ser verdadera, necesita riesgo, personalidad y una buena dosis de arrojo. Durante años, Ramoncín encarnó exactamente eso. Y muchos artistas que hoy brillan pudieron hacerlo porque alguien, antes que ellos, decidió cantar desde la calle y no desde el pedestal.