Las últimas horas de John Lennon: aquel 8 de diciembre que cambió la historia
El exBeatle fue asesinado a las puertas de su apartamento en Nueva York

John Lennon, en Nueva York, en 1977. / Vinnie Zuffante
El 8 de diciembre de 1980 empezó como un lunes cualquiera para John Lennon. Tenía 40 años, acababa de volver con fuerza a la primera línea gracias a Double fantasy y estaba viviendo, por fin, una etapa doméstica relativamente tranquila en el edificio Dakota, frente a Central Park (Nueva York), junto a Yoko Ono y su hijo Sean. Aquella mañana, Lennon se despertó en su apartamento de siempre y dedicó las primeras horas del día a lo que más le gustaba en ese momento: estar en casa, escuchar música, planear trabajos nuevos. Nueva York era su refugio y se movía por la ciudad con bastante naturalidad.
A media mañana, el día empezó a llenarse de compromisos. La primera cita importante fue con la fotógrafa Annie Leibovitz, que acudió al Dakota para hacer una sesión para Rolling Stone. Lennon insistió en que Yoko saliera en la portada con él, no solo como acompañante, sino como parte central de la imagen. De esa sesión salió una de las fotos más icónicas de la historia del rock: John desnudo, acurrucado alrededor de Yoko, vestida, en la cama. Una imagen íntima, casi premonitoria, que acabaría convirtiéndose en la portada póstuma de la revista.
Después de la sesión fotográfica, el día continuó con más promoción. Un equipo de la emisora RKO Radio acudió también al Dakota para grabar una entrevista larga con Lennon y Ono, centrada en el regreso de ambos con Double fantasy y en su vida cotidiana en Nueva York. Aquella conversación, distendida y cercana, fue una de las últimas veces que Lennon habló públicamente de sus planes de futuro, de su familia y de sus ganas de seguir grabando y experimentando. En las fotos de ese momento, se le ve relajado, casi feliz, lejos de la imagen atormentada que muchos tenían de él en los años setenta.
LOS40 Classic
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A última hora de la tarde, alrededor de las cinco, llegó el momento de salir de casa. Lennon y Yoko tenían previsto ir a Record Plant, el estudio donde estaban terminando de trabajar en “Walking on thin ice”, un tema de Ono en el que John estaba muy implicado como guitarrista y productor. Al salir del Dakota, se encontraron con varios fans esperando. Entre ellos estaba Mark David Chapman, que llevaba horas merodeando por allí con un ejemplar del álbum Double fantasy bajo el brazo. Lennon hizo lo que hacía tantas veces: se detuvo, tomó el disco y le firmó la portada. El momento quedó inmortalizado en una fotografía tomada por un fan, Paul Goresh: Lennon con plumas en el abrigo, bolígrafo en mano, y Chapman mirando, casi anónimo, a su lado.
Tras aquel breve contacto, Lennon y Yoko subieron a la limusina y se dirigieron al estudio. En Record Plant pasaron varias horas trabajando en la mezcla final de “Walking on thin ice”. John estaba especialmente entusiasmado con esa canción: la veía como una nueva dirección sonora, más cercana a la new wave y a la pista de baile. Allí revisaron tomas, escucharon una y otra vez el tema y pulieron detalles de la producción. Cuando terminaron la sesión, ya avanzada la noche, Lennon salió del estudio con una cinta del último mix en la mano. Ese era su plan inmediato: llegar a casa, seguir escuchando la canción y, seguramente, comentar ideas con Yoko para futuros proyectos.

La limusina los dejó de vuelta en el Dakota alrededor de las 22:50. Era una noche fría en Nueva York. Yoko se adelantó hacia la entrada; John caminaba unos pasos por detrás, cruzando el arco del edificio. En la acera seguía esperándoles el mismo hombre al que horas antes le había firmado un disco: Mark David Chapman. Esta vez no llevaba el álbum en las manos, sino un revólver calibre .38. Cuando Lennon pasó junto a él, Chapman pronunció su nombre y disparó cinco veces a corta distancia. Cuatro balas alcanzaron el cuerpo del músico, en la espalda y el hombro. Lennon aún consiguió avanzar unos metros antes de desplomarse en el interior del edificio.
Mientras Yoko y los empleados del Dakota pedían ayuda, Chapman no huyó. Se quedó en la acera, sacó de su bolsillo un ejemplar de El guardián entre el centeno de J. D. Salinger y se puso a leer, esperando a la policía. Fue detenido allí mismo, sin resistencia, pocos minutos después. Lennon fue trasladado de urgencia al hospital Roosevelt en un coche de policía —no hubo tiempo de esperar a la ambulancia—, pero los médicos solo pudieron certificar su muerte poco después de las 23:00. La noticia saltó a la televisión, a la radio y, de ahí, al resto del planeta.
¿Y qué fue de su asesino? Mark David Chapman fue acusado de asesinato en segundo grado. Finalmente se declaró culpable y en 1981 fue condenado a una pena de 20 años a cadena perpetua en el estado de Nueva York. Desde el año 2000 ha solicitado la libertad condicional en numerosas ocasiones y todas han sido denegadas. Hoy, con unos 70 años, sigue encarcelado —actualmente en Green Haven Correctional Facility—, y en sus audiencias de libertad condicional ha admitido que mató a Lennon buscando notoriedad, algo que él mismo describe ahora como “malvado” y “egoísta”.
Ese lunes 8 de diciembre de 1980, John Lennon hizo cosas muy sencillas: posó para unas fotos, dio una entrevista de radio, fue al estudio, firmó un autógrafo y volvió a casa con una cinta bajo el brazo. Nada extraordinario, salvo por el hecho de que el mundo entero recuerda cada uno de esos gestos. El día fue normal; lo que no lo fue, en absoluto, fue la forma brutal en que terminó.












