Así es el revolucionario plástico japonés que se disuelve en el mar en pocas horas
Resiste como un envase normal durante su uso, pero si acaba en el océano desaparece sin dejar microplásticos ni residuos tóxicos.

Una bolsa de plástico flotando en el agua. / mattpaul
El plástico está tan integrado en nuestras vidas que a menudo olvidamos lo que ocurre cuando deja de sernos útiles. Bolsas, envoltorios y envases ligeros que, tras unos minutos de uso, pueden pasar décadas flotando en el mar o fragmentándose hasta convertirse en microplásticos invisibles que acaban en el estómago de los animales marinos. Pero ante este escenario tan complejo y contaminante, de vez en cuando aparecen noticias esperanzadoras como la que ahora llega desde Japón: un plástico vegetal que, si acaba en el océano, se disuelve por completo en cuestión de horas.
No es magia ni greenwashing, sino ciencia. El avance llega de la mano de un equipo liderado por el investigador Takuzo Aida, del RIKEN Center for Emergent Matter Science, uno de los centros de referencia mundial. Su propuesta no busca que el plástico “tarde menos” en degradarse, sino evitar directamente el problema de los microplásticos. En lugar de romperse en trozos cada vez más pequeños, este material desaparece.

La contaminación por plástico es un problema mundial. / Wokephoto17

La contaminación por plástico es un problema mundial. / Wokephoto17
El punto de partida es la celulosa, el polímero natural más abundante del planeta, presente en plantas, madera o residuos agrícolas. En concreto, los científicos utilizan carboximetilcelulosa, un derivado vegetal que ya se fabrica a gran escala y se usa en alimentación, cosmética o farmacia. A partir de ahí, crean una red polimérica mediante un proceso limpio: en agua, a temperatura ambiente y sin disolventes agresivos.
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El poder de la sal
La clave está en cómo se mantiene unido el material. Su resistencia se basa en enlaces iónicos, lo suficientemente fuertes para el uso cotidiano, como una bolsa de la compra o un envase ligero, pero vulnerables a la salinidad del agua marina. Cuando el plástico entra en contacto con el mar, los iones de sal rompen esos enlaces y el material se disuelve. Literalmente. No quedan fragmentos, ni partículas persistentes, ni rastro sólido.
Una bolsa fabricada con este material fue capaz de transportar tomates sin problemas
Para que no se deshaga antes de tiempo, el plástico incorpora una finísima capa protectora que garantiza estabilidad durante su vida útil. Además, los investigadores han ajustado su flexibilidad con plastificantes naturales, logrando films transparentes y resistentes, capaces de estirarse hasta un 130 % sin romperse. En pruebas simples, una bolsa fabricada con este material fue capaz de transportar tomates sin problemas.
Otro punto interesante es que, aunque se disuelva en el mar, el material también puede reciclarse. Los científicos han demostrado que sus componentes pueden recuperarse y reensamblarse mediante procesos químicos, abriendo la puerta a un reciclaje en circuito cerrado.












