Tócalas otra vez, 'Macca'
Paul McCartney pagó su deuda con Madrid de casi 15 años sin aparecer por la capital tocando en el Estadio <i>La Peineta</i> el pasado 30 de mayo dentro de su gira <i>04 summer tour</i>
Paul McCartney tenía una deuda con Madrid. Una deuda de casi 15 años sin actuar en la ciudad (sus dos últimos conciertos se desarrollaron los días 2 y 3 de noviembre de 1989 en el antiguo Palacio de los Deportes y sirvieron de presentación de su entonces último álbum Flowers in the dirt). Y eso es mucho tiempo teniendo en cuenta que el ex Beatle ha visitado nuestro país al menos en un par de ocasiones durante ese periodo.
Lamentaciones aparte, ayer se obró el milagro en el Estadio de Madrid, La Peineta, un recinto deportivo en el que los eventos musicales no acaban de cuajar, sobre todo por su mal sonido y su lamentable comunicación. Sin embargo, el tercer recital de la gira 04 summer tour de Macca, que despegó el pasado 25 de mayo en Gijón, fue todo un éxito. Y sonó muy bien, en su justa medida, sin estridencias ni rebotes.
El músico británico, sabedor de que estaba en España (país que adora y del que chapurrea su idioma con cierta soltura), comenzó su espectáculo una media hora más tarde de lo previsto. A las 22 horas salió a escena una cuadrilla de funambulistas, bailarines y bailarinas (algunas de ellas realmente espectaculares), saltimbanquis y zancudos que, quizás emulando al Cirque du Soleil, realizaron una función colorida y vistosa al ritmo de la música (compuesta por McCartney) que un estrafalario DJ les iba poniendo. En total, fueron 20 minutos de coreografías vistosas pero, a mi jucio, carentes de mensaje.
LOS40
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A las 22:20, con los riffs de guitarra de la introducción de Jet, una de las canciones del catálogo de Wings, apareció sobre el escenario él, Paul McCartney, uno de los personajes clave de la historia de la música del Siglo XX. Ataviado con una chaqueta azul turquesa (en Gijón y Lisboa utilizó una roja), pantalones vaqueros y camisa roja, el zurdo se metió al respetable en el bolsillo desde el primer momento.
A partir de entonces la magia de la música del genio de Liverpool hizo que la noche fuera memorable. Combinó con sumo gusto temas de su época con The Beatles, Wings y de su carrera en solitario. Aferrado a su eterno bajo Hoffner y arropado por cuatro músicos extaordinarios (Rusty Anderson y Brian Ray -guitarras-, Wix Wickens -teclados- y Abe Laboriel Jr. -batería-), el sexagenario Paul desempolvó algunos viejos temas como You won't see me, She's a woman, I'll follow de sun o For no one, que nunca antes había interpretado en sus giras.
Pero McCartney no sólo tocó el bajo. También utilizó una guitarra Gibson Les Paul (con la que punteó en más de una ocasión), una acústica, un piano eléctrico (el de su época con Wings) y otro de cola. Es imposible verle sobre el escenario sin un instrumento. De hecho, no sería el mismo.
En el espectacular escenario, de dimensiones monstruosas que recordaban al de la última gira de The Rolling Stones, las 17 pantallas de vídeo móviles (ocho en los laterales y otras nueve en el centro) emitían y combinaban imágenes del concierto con figuras coloristas y grabaciones realizadas antaño. Cada canción tenía su propia escenografía.
Dos de los momentos más emotivos del concierto de más de dos horas y media de duración, fueron los del recuerdo hacia sus dos "amigos" desaparecidos. A John Lennon le dedicó Here today (canción que escribió poco después de su muerte). Para homenajear a George Harrison versionó All things must pass, tema que daba título al primer álbum del guitarrista en solitario, editado en 1970. A petición de los parroquianos también improvisó la primera estrofa y el estribillo de Yellow submarine como tributo a Ringo Starr.
El público, compuesto por personas de varias generaciones entre los que se podían ver abuelos, padres, hijos, nietos, modernos, pijos, grungies, rockeros y heavies, revivieron o descubrieron algunas de las composiciones más importantes de la historia del pop y el rock de la mano de su creador.
Con los acordes de Eleanor Rigby se inició la fase más coreada de la velada, en la que sonaron otros temas de The Beatles como Drive my car, Penny Lane, Get back, Back in the USSR, I've got a feeling, Lady Madonna y Hey Jude (cuyo final fue apoteósico y dio paso al primer bis), que combinó con otras dos de Wings: Band on the run y Live and let die. La puesta en escena de esta última será siempre recordada por los fuegos artificiales.
Pero Paul McCartney, que se dirigió al respetable en casi cada canción en un más que correcto español (que aprendió en la escuela, en Liverpool, cuando tenía 11 años), no se podría despedir sin interpretar dos de sus canciones más emblemáticas: Yesterday (probablemente la más versionada de la historia) y Let it be, que sonaron en el primer bis junto a I saw her standing there. Para el segundo se guardó la punkarra Helter skelter y la versión reprise (bastante libre, por otra parte) de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que unió a The end, al que siguió una intensa lluvia de confeti como adiós.
Macca volvió a tocar sus éxitos (34) y, aunque se olvidó de algunos como Coming up, No more lonely nights o Silly love songs, demostró que a sus 62 años es todo un monstruo de escenario y que ni los más jóvenes pueden hacerle sombra. El ex Beatle hizo historia una vez más con su música (y su simpatía) y el público, a pesar de haber tenido que desembolsar una pasta, salió contento y con ganas de más. Algo que muy pocos consiguen.












