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Llueve Púrpura sobre mí
Tony Aguilar despide con esta emotiva misiva al genio de la música
Irremediablemente vuelve a ocurrir. Tenemos que decirle adiós a otro genio que se despide demasiado pronto de nosotros. Cómo antes lo han hecho David Bowie, Glenn Frey o nuestro Manolo Tena en lo que llevamos de 2016. Aún por aclarar los detalles mientras escribo estas líneas.
Me hago a la idea de esta pérdida, para mí sólo comparable al día de la partida de Michael. Ambos fueron protagonistas de interminables tardes y noches encerrado en mi habitación en los años 80, soñando con que el viejo radiocasete de mi madre emitía Billie Jean o When Doves Cry y yo las presentaba usando la antena imaginando que era un micrófono.
Fueron esos años en los que Prince Rogers Nelson alcanzaba la cúspide del pop.
En su carrera compartió ese gusto por lo ambiguo con Bowie, los bailes espectaculares con Jackson y los contratos millonarios con otras estrellas de la época como Madonna, a la que llegó a superar en ceros en su cheque con Warner Bros.
Años más tarde iniciaría una batalla legal con ellos y decidiría no volver a usar su verdadero nombre Prince, cambiándolo por un símbolo que mezclaba el masculino y el femenino. Después utilizó TAFKAP (El artista anteriormente conocido como Prince) o simplemente The Artist. Y aunque él mismo decidiera cambiarlo, siempre se le recordará como El Príncipe de Minneapolis.
Hijo de padre músico y madre cantante del grupo Prince Rogers Trio (de ahí su nombre), aprendió en casa el oficio y se hizo multi instrumentista, cosas que también comparte con la gran figura que tiene el pop actual como es Bruno Mars.
La lluvia púrpura cae tristemente hoy sobre los que amamos sus discos
La lluvia púrpura cae tristemente hoy sobre los que amamos sus discos. Los que fuimos a ver Batman deseando escuchar su música en los créditos. Los que vivimos su historia de amor con Maite al ritmo de The Most Beautiful Girl in The World.
Conocí a Prince el 22 de agosto de 1993. Durante su concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona alguien se me acercó y me dio un par de pases VIP para acceder a la desaparecida sala Estándar. Os dejo la foto.
Me dijeron que el artista haría un after show. No me lo creía. Pero al llegar a la Travesera de Gracia acompañado de amigos vimos las impresionantes medidas de seguridad que había en la puerta. En aquellos tiempos no te cacheaban ni te pasaban un detector de metales en un concierto fácilmente. Y pasó. Apareció con su bastón de mando. Conseguimos saludarle entre aplausos e incredulidad. Subió al escenario con su banda. Se colgó la guitarra y empezó a sonar Tutti Frutti de Little Richard. El pequeño genio nos regaló un conciertazo de clásicos del Rock&Roll. Una de las mejores experiencias de mi vida. Un recuerdo imborrable en esta foto.
"No le temo a nada en la vida, el temor es desconocimiento y yo conozco ya todo" Prince Rogers Nelson (EFE-1998)