El nacionalismo a ultranza, un instrumento para el mediocre - Editorial de Juan Luis Cano

Las ocurrencias de Trump no van a dejar de sonrojar a su país y de soliviantar a la buena gente repartida por el mundo. Un personaje que no lee libros, según declara con orgullo y que alardea de su intolerancia como si fuera un bien, no puede generar más que atrocidades y estas atrocidades están cimentadas siempre sobre el mismo principio, que no es otro que el nacionalismo a ultranza. Todo, absolutamente todo lo bueno de este mundo, todo, absolutamente todo lo que nos ha hecho avanzar, lo que nos ha hecho y nos hace felices, lo que ha hecho y hace que de vez en cuando este mundo sea un lugar agradable, viene, precisamente de la mezcla, de la continua combinación de diferentes personas, músicas, alimentos, pensamientos, conocimientos, modos de sentir, maneras de crear, maneras de vivir… que, sin lugar a dudas siempre, siempre han acabado generando riqueza.
Los nacionalismos a ultranza generan rechazo, inoculan odios atiborrados de banalidad, empequeñecen, son instrumentos para el miedoso, para el mediocre, para quien teme que su insignificancia se diluya entre la rica amalgama de diferencias. Impide el enriquecimiento de quienes viven bajo su influencia y se van pudriendo dándose golpes de pecho que solo enardecen a los pocos que se arremolinan entorno a esa idea equivocada de creerse mejor que los demás. El miedo a que las cosas desaparezcan hace a los ignorantes orgullosos de su pequeñez. Desapareció el latín, pero en su desaparición generó el español, el francés, el italiano, el catalán, el mallorquín, el valenciano, el rumano, el sardo, el portugués, el gallego… Y la riqueza idiomática se multiplicó. Qué son los géneros musicales que tanta felicidad nos dan, el jazz, el blues, el rock, el pop, el flamenco, la bossa, el son… sino composiciones surgidas de la aportación de diferentes expresiones… Qué es la gastronomía sino una mezcolanza de modos de tratar los diferentes alimentos en cada cultura y latitud. Qué es Estados Unidos sino un país formado de gentes llegadas de todas partes del mundo, de condiciones diferentes. Exactamente igual que todos los países del mundo, porque en algún momento de la formación de cada uno de los territorios del planeta pasaron unos y otros, dejando su rastro cultural y biológico, su saber y su sentir.
Los nacionalismos a ultranza solamente generan mal, lo que varía es el tiempo que tarda en hacerse evidente. Los nacionalismos a ultranza sólo surgen en momentos de crisis y de dificultad, como clavos que arden a los que se agarran, únicamente, los desesperados, los despistados o los tontos. Los ultranacionalismos forjan pequeñeces, pero pueden llegar a ser muy dañinos. Yo no quiero iguales, porque me aburro y me aburren también, soberanamente los abanderados de la ignorancia, empeñados en llevar a los demás, inexorablemente, hacia el aislamiento. Eso sí, no sé si dan más miedo o sopor.
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