Especial
Tina Turner, el huracán triste que rugió en solitario
Repasamos la inigualable trayectoria de la intérprete estadounidense que cumple hoy 83 años
Cuentan las memorias de Tina Turner que estando inmersa en una gira entró en un restaurante y sin solución de continuidad la camarera, presa del odio xenófobo, le dijo a Tina “eres una perra negra”. “Pero una perra negra bonita”, espetó Turner.
Es una anécdota terrible pero que ofrece pistas. Por un lado contextuales sobre una época donde el racismo estaba más que vigente en Estados Unidos; por otro personales sobre el arrojo de la protagonista de este artículo.
Tina siempre ha sido un huracán triste. Pese a su casi sempiterna sonrisa sobre las tablas. Pese al vigor que demostraba dejándose la piel en cada directo. Tras esa pose de aparente fortaleza de hormigón se esconde una mujer a la que el destino premió con constantes zancadillas. Mi primer recuerdo de ella, si se me permite el momento revival, digamos que distaba bastante de la realidad:
Atina Turner y los huevos cuadrados de Millán Salcedo. El sketch perforó mis párpados para quedarse cómodamente instalado en el hipotálamo, temporada en la que sin saber muy bien por qué me obsesioné con esa señora a la que imitaban con semejante brío y empecé a indagar sobre su figura. Aún retumba en mis orejas el eterno chascarrillo que solía expulsar mi madre cada vez que se hacía mención a la Tina. “Esta mujer tiene un pacto con el diablo, no envejece, está estupenda”. Lo de la longitud de sus poderosísimas piernas parece suficiente acicate como para mantener durante un tiempo la atención de un preadolescente, pero cuando escuché su voz lo catatónico se hizo tangible dentro de mí.
Nacida en Brownsville, Tennessee, de nombre real Anna Mae Bullock, ha vivido durante casi toda su vida en los Estados Unidos. En 2013, harta de todo, recuperó su nacionalidad suiza, renegó de la estadounidense y dijo un adiós definitivo al mundo de la música. Su vida personal y profesional está indisolublemente unida a la figura de Ike Turner. Le conoció a los 18 años y comenzó a hacer los coros en su formación Ike Turner and his Kings of Rythm.
Pronto se convertirían en marido y mujer, y ya desde la noche de bodas (en la que Ike llevó a Tina a un prostíbulo para celebrar el enlace) tuvo un spoiler de lo que esa relación conllevaría para ella.
Un auténtico infierno en la tierra plagado de abusos físicos que se postergó durante 16 años, donde las palizas, el consumo de drogas y los ninguneos por parte de Ike mermaron la salud y toda esperanza por parte de Tina. Hasta su separación, en 1978, incontables sucesos de violencia física y verbal se apilaron sobre aquella historia, que ha recogido en unas durísimas memorias de obligada lectura.
Y mientras, entre bastidores el amor saltaba por la ventana, en el escenario conjuntaban sus voces poniéndose una careta y mostrando su mejor rostro, haciendo gala de una extrema coordinación vocal. La tonalidad grave (gravísima) de Ike se complementaba a las mil maravillas con ese torrente cavernoso que emergía de la garganta de Tina.
El flow irrumpía en el escenario, la sexualidad se hacía patente y la energía se condensaba en gotas de sudor que perlaban las frentes de ambos. Más la de Tina, por supuesto, que ejercía de frontwoman en la formación y tenía que compaginar la interpretación de la canción con frenéticos bailes en los que saltaban chispas de sus tacones.
Esta Proud Mary, River Deep-Mountain High o A Fool in Love son auténticos masterpieces del Rock. Porque aunque ella provenía del R&B, su nervio desbocado y ese frenesí cuasi febril del que hacía gala en el escenario contenían más que trazas de imponente Rock&Roll. Teloneros en su momento de gente como David Bowie, Janis Joplin, James Brown, Cher, Sly Stone o Ray Charles. Un racimo de leyendas al que no conviene añadir nada más, salvo que dos de ellos, Cher y Bowie, fueron un apoyo esencial en su carrera tras el divorcio con Ike. Cher se sentía muy identificada porque había pasado por una situación muy similar con Sonny, y Bowie relanzó su carrera ya que canceló una presentación de su último trabajo (Let´s Dance) sólo porque había concierto en el Ritz de su artista favorita. Que no era otra que, ¿adivinan? Tina Turner. Un pequeño gesto que puso sobre ella de nuevo todos los focos de las discográficas.
Mejor sola, Tina
Poco antes de formalizar su tormentoso divorcio, Tina se había lanzado al ruedo con un proyecto paralelo en solitario. El primer disco, Tina Turns the Country On, no funcionó como se hubiera esperado. Fue posteriormente, en 1975, donde recuperó todos los galones perdidos, después de participar en la exitosa película Tommy y sacar su segundo álbum como solista, Acid Queen, nombre cogido de su personaje en la película.
Este gran éxito le sirvió para distanciarse aún más de Ike y para darse cuenta de que su carrera podía triunfar perfectamente en solitario. Algo que necesitaba imperiosamente de cara a mantener a sus cuatro hijos. Después llegó el divorcio, y su renacimiento. Tina Turner pateaba esa vida que le fue esquiva y se aventuró en una carrera en solitario que fue muy intermitente, con varios años de barbecho, pero donde forjó su auténtica leyenda. En solitario se mostró aún más poderosa, liberada de un yugo opresor que la asfixiaba y puso sobre la mesa riadas de talento, vestidos tan estrafalarios como hipnóticos, la misma energía sobre el escenario y una personalidad a prueba de bombas. Contra el fracaso personal, constancia y rabia. Contra el paso del tiempo, vitalidad a raudales.
82 años de Tina Turner
Tina Turner cumple 83 años en estas fechas. Pero a la reina del rock, como comúnmente se la conoce, no hace falta venerarla en momentos puntuales, sino paladear sin prisas una carrera discográfica bestial, herramienta vital para sobrellevar los infiernos personales a la que debemos acudir cuando el día a día nos va robando retazos de energía. Ella, en su inmensidad, es una suerte de surtidor eléctrico. Que cumplas muchos más, que you´re simply the best.