La emotiva carta de Enrique Bunbury a Mikel Erentxun

Como dice Bunbury, Mikel Erentxun "no necesita presentación". Media vida dedicada a la música, desde que, a mediados de los ochenta, entrara con mayúsculas a formar parte de la historia de la música española junto a Diego Vasallo y Duncan Dhu. Lejos de diluirse, desde 1992, cuando comenzó su carrera en solitario, se ha consolidado como un imprescindible del panorama musical y este año publica nuevo disco: El último vuelo del hombre bala. La vereda, su primer single, podrá escucharse desde este viernes 22 de marzo.

A través de una carta en la que queda de manifiesto la gran admiración que siente por él, Enrique Bunbury anuncia el nuevo trabajo de su colega, "un álbum que no es melancólico ni mucho menos triste, sino repleto de esperanza". Fruto de la creación de letras profundas y complejas, "Erentxun nos ofrece su versión más eléctrica, up-tempo y desbordante de energía, junto a unas pocas baladas desnudas y minimalistas". Dice Bunbury que desprende ecos a Lou Reed y David Bowie, e incluso suena a los Beatles solistas de los años setenta: "Desaparecen las guitarras acústicas y se da paso a un fantástico sonido de guitarras distorsionadas", dice el músico.

Fue en 2014 cuando Erentxun comenzó a grabar una trilogía musical en los estudios de su productor habitual, Paco Loco, con su doble álbum Corazones. Continuó tres años después con El hombre sin sombra y ahora se cierra con este nuevo álbum que llegará muy pronto.

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Nos quedamos con ganas de tenerlo pronto en nuestras manos, y más después de saber, como ha declarado el propio artista, que por primera vez en su carrera, no incluye guitarras acústicas, teclados ni sintetizadores. “Solo un par de pianos, un arpa, eléctricas, bajo y batería”, dice sobre sus nuevas canciones.

También adelanta algunas de las letras que el donostiarra ha compuesto para este nuevo disco, cantándole a la esperanza ("Seremos la dignidad que duerme en los bolsillos del pantalón") o al amor ("Ángel en llamas, ángel de amor, abrázame cuando el frío empiece a arder").

Se despide Bunbury agradecido de ver crecer a artistas tan nuestros, poniendo en el mismo nivel estos álbumes de madurez con lo estimulante de sus primeros trabajos de juventud, "evitando repetir patrones o convertirse en un tributo a sí mismos", concluye.