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Rosalía, la primera diva made in Spain
De tanto hablar de Rosalía puede que se nos haya olvidado lo importante: por fin tenemos una diva del pop española
Si hace cinco años nos hubieran dicho, compañeras, que asistiríamos al nacimiento de una estrella del pop nacional capaz de encarar a Beyoncé o Rihanna, probablemente no nos lo hubiéramos creído. Una artista de la que en un principio se señaló que estaba destinada a revolucionar el flamenco y que se ha granjeado con el tiempo, las actuaciones internacionales y su disco El Mal Querer el piropo de hacer música que suena a pop del futuro.
En su primer disco, de la mano de Raül Refree, puso en alza su voz alojándose en las raíces del flamenco, un género que le había tocado cuando escuchó a Camarón desde el equipo de sonido de un coche. De los que se pueden ver en Pienso en tu mirá plantados en la calle como DJs, el carro de Aunque es de noche que va bien puesto de brillo por dentro. Ahí ya asomaba el hilo de "La Rosalía" y lo bien hilado de su discurso para reinar la escena del pop.
El glitter, el dorado, sus brazos en cruz al cantar. Sus insignias como retazos en su disco debut y luego explotadas en El Mal Querer, ese álbum que ha conquistado a las Kardashian, Halle Berry, Emily Ratajkowski o Camila Mendes, entre otras personalidades. Todos testigos de cómo aflora la ambición de Rosalía, aliada esta vez con El Guincho como productor. El resultado, del que ya se ha hablado mucho, ha configurado a la primera diva made in Spain, una celebridad que en nuestro país se antojaba imposible porque las glorias del pop aquí no nacen. Pero resulta que sí, que de aquí también salen.
Con su show en los MTV EMAs celebrados en Bilbao, su concierto en Colón o su performance en LOS40 Music Awards 2018 ha demostrado que el nivel de espectáculo con su segundo disco era inaudito, sin nada que envidiar a lo de fuera de nuestras fronteras. Si te asocias con la coreógrafa Charm La'Donna y Palomo Spain es lo que pasa. ¿Muy buen marketing? También. A la artista catalana no se le puede reprochar que haya sabido hacer música popular entendiendo la mecánica del sistema que ha alzado a los grandes nombres del pop: el de tener bien presente al personaje, la producción de los videoclips y agarrarse a un concepto y no soltarlo, con el pensamiento de que la música que hace no es compartimento estanco.
Ha producido Los Ángeles y canciones trap; se ha marcado una balada con James Blake y un par de meses después, sin ningún tipo de prejuicio, un tema de reggaetón playero con J Balvin del que pocos logramos entender la letra, pero del que es inviable traicionar su ritmo pegadizo. Sin olvidarnos de que es capaz de reinar de manera diferente encima del escenario como cuando lo hizo en la gala de los Premios Goya 2019.
A su visión de entender la música como artesanía se ha sumado la clarividencia de quien sabe necesitar de un punto ecléctico y original para destacar a nivel internacional. Ya no hablamos de conseguir que tu música se escuche en otros países, sino de haberte convertido en una gran figura del pop, algo que hasta ahora parecía estar reservado sólo a quienes se crían en países de habla anglosajona, que producen el pop hegemónico. Y por ese hito, diva nacional sólo hay una.
El reflejo del barrio
Sus uñas, decía Rosalía en una entrevista previa al Primavera Sound para El País, son un arma y un símbolo de feminidad. Por cercanía geográfica y por cantar en español, podríamos estar ante la primera vez que entendemos bastante en profundidad la imaginería de una diva del pop. Porque al fin y al cabo viene de la niña que con 13 años hacía pandilla con chavalería mayor y escuchaba en el parque música emanar de los coches. ¿Qué es Aute Cuture sino la fantasía de quien se imagina la protagonista de un videoclip mientras camina con su rutina a cuestas por la calle y sin ser nadie especial?
De eso habla precisamente Rosalía, de un relato de lo local haciéndose global, sin referirnos a lo local como sinónimo del flamenco. Pero sí haciendo referencia al barrio mundano y obrero en el que no es difícil oír este estilo de música; a la brutalidad del coche que pasa intimidante como se puede percibir en De aquí no sales. También habla de crear una identidad a través de la moda de barrio y el animal print, del exceso como medio de expresión y definición de feminidad, que se reclama como propia y se carga de intención para una misma, no para los demás. Libre de la mirada ajena, con el objetivo de comerse el mundo.
En eso Rosalía y otras artistas como Nathy Peluso, que reivindica, por ejemplo, la belleza innata de sus dientes no alineados en Instagram, han tomado parte y marcado un canon en la escena urbana tomada por la estética trapera. "Uñas de Dvine ya me las han copiao', yo te las clavo niño, ten cuidao'" o "Acordate que soy Natalia, reina de la vigilia. Deja que te combata ya. ¡Ah, no! Te hace falta corashe" como lenguaje de guerrilla frente al macho que se pavonea.