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Robos de cine: las mejores películas de atracos para superar el final de ‘La casa de papel’ (parte I)
Si te has quedado con ganas tras terminar la cuarta temporada de la serie del momento, LOS40 te recomienda una selección de lo mejor del cine de 'robos y atracos'
¿A quién no le gusta una buena película de robos y atracos? La respuesta es simple: a nadie. De lo contrario La casa de papel no se habría convertido en un fenómeno mundial que haya traspasado todas las fronteras posibles y haya convertido a su elenco principal en estrellas internacionales. Ni en su momento habrían tenido tanto éxito Bonnie y Clyde, dos de los atracadores más famosos de los sesenta. Ni siquiera habríamos podido empatizar con algunos de los malhechores de Reservoir Dogs, la ópera primera de Quentin Tarantino.
La historia del cine está plagada de cintas de atracos donde sus protagonistas, que generalmente suelen ser antihéroes de buen corazón, hacen frente a una de las tareas más emocionantes que pueden registrarse delante de una cámara: el robo a mano armada de un banco.
Es cierto que a veces estas películas las protagonizan personajes despreciables o malhechores que tan solo quieren robar para enriquecerse, pero cuando un buen guionista y un gran director se juntan para darles a esos atracadores una profundidad emocional y psicológica, todo cambia. Se entienden sus motivaciones y, aunque el robo nunca esté justificado, podemos llegar a comprender la necesidad de quienes se embarcan en esa tarea tan poco ortodoxa.
Como la cuarta temporada de La casa de papel ya ha terminado y probablemente estaréis con mono de ver otras películas de robos y atracos en las que se haya podido inspirar o que guarden cierta relación temática y estética con la producción de Netflix, en LOS40 os vamos a hacer un recopilatorio de los mejores momentos de este trepidante tópico cinematográfico para que podáis aguantar mejor la espera hasta la llegada de la quinta horneada de capítulos.
Atracadores de buen corazón: Tarde de perros y El golpe
Robin Hood popularizó a los ladrones de buen corazón que mangaban a los ricos para entregarle su dinero a los pobres. Una idea algo populista que justificaba lo aparentemente injustificable: apropiarse de lo ajeno para dárselo a otro. Hay quien incluso consideraba esta idea enraizada en las tesis marxistas y comunistas. Sin embargo, empatizamos tanto con su personaje y su motivazión que acabamos convirtiéndolo en un icono de la cultura popular y asumiendo que ese "reparto justo" era necesario en un sistema de clases donde unos lo tenían de todo y otros no tenían absolutamente nada.
Quizás esa aceptación social influyó en que comprendiéramos que cuando una película como Tarde de perros mostró a dos atracadores violentos y desesperados que lo único que querían era salir adelante en un sistema que los había empobrecido y apartado, no se estaba justificando su comportamiento, sino la necesidad que sentían de sobrevivir y comportarse de esa forma.
Precisamente es Tarde de perros, una película de 1975 dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Al Pacino y John Cazale, la que mejor retrata cómo es un robo real: dos personajes que no tienen nada de profesional deciden urdir un chapucero plan, coger un par de armas y secuestrar a todo el mundo que hay en una terminal bancaria. Lo que iba a ser un robo de diez minutos acaba convirtiéndose en una interminable negociación con la policía y en un espectáculo televisado en directo por decenas de canales de todo el país.
Sus dos personajes protagonistas, Sonny y Sal, son hombres necesitados. El protagonista, Sonny (Pacino) necesita el dinero para pagar la operación de su pareja, y por eso roba el banco. En un sistema como el estadounidense, donde la salud conlleva unos exagerados costes económicos que pueden endeudar de por vida a quienes los utilizan, la única salida para Sonny es robar un banco. No es de extrañar que mientras negocia con la policía de Brooklyn se ponga a dar gritos en la calle explicando la situación en la que se encuentra y se convierta poco a poco en un icono de la contracultura del país. Un símbolo de la rebeldía contra el sistema que es jaleado, entre otros, por el movimiento hippie.
Otra película que también juega con los ladrones de buen corazón es El golpe. Nadie podía odiar los rostros de Paul Newman y Robert Redford, dos de los actores más famosos de la época (1973), por lo que el director George Roy Hill dio en el pleno a la hora de escogerlos para protagonizar la película. Nada tiene que ver El golpe con Tarde de perros: aquí dos timadores de poca monta tratan de urdir un complejo robo con el único objetivo de vengar la muerte de un amigo que ha sido tiroteado por un mafioso local.
Si Tarde de perros sirve como crítica social, El golpe es ejemplo del más puro entretenimiento, pero ambas utilizan el tópico de los robos, los engaños, y los "complejos" planes urdidos al detalle para llevar a cabo su tarea: conseguir enriquecerse por la vía más rápida. Verlas en una sesión doble sirve para comprobar esa enorme brecha que hay entre el cine de ficción realista (Tarde de perros) y aquel edulcorado por Hollywood (El golpe), donde todo siempre sale bien.
Villanos sin conciencia
Otro tipo de personjes dados al mangoneo y a veces muy, muy sanguinarios, se encontrarían este grupo de "villanos" despiadados que no tienen ningún reparo en matar a sus rehenes, en iniciar un violento tiroteo con la policía en plena calle o, sencillamente, en robar para después traicionarse unos a otros.
Quizás el ejemplo más famoso y paradigmático, aunque no sea una película de atracos, lo protagonice uno de los personajes más interesantes y polifacéticos de la historia del cine reciente: el Joker de El caballero oscuro, al que Christopher Nolan presentó en 2008 con esa brillante escena de un atraco en la que todos los colaboradores del payaso iban siendo asesinados uno tras otro por órdenes de Arthur Fleck. Maldad injsutificada que se enmarca en cine de ficción pero que nos resulta morbosamente tentadora.
Sin embargo, por hacer un paralelismo con Tarde de perros, también hay una versión hiperrealista de un atraco a un banco realizada por unos criminales sin escrúpulos: Heat (1995), excelente y adrenalínica obra maestra en la que el director Michael Mann grabó el proceso de planificación de un golpe a un banco por parte de una banda de profesionales, con ametralladoras pesadas de por medio, y el sangriento resultado final, y que fue una suerte de actualización del Atraco perfecto rodado por Stanley Kubrick en 1955, solo que en este último caso el banco era cambiado por un hipódromo.
Película de policía entregado (Al Pacino) que trata de acabar con el maquiavélico villano (Robert De Niro), Heat se convirtió con el paso del tiempo en una obra de culto, y algunas de sus escenas, como el impresionante tiroteo –que se asemaja al de un campo de batalla– entre la policía y los ladrones tras dar "el golpe definitivo", podría catalogarse como una de las escenas mejor logradas e influyentes del cine de robos y atracos (podéis comprobar la influencia que ejerció, por ejemplo, en el tiroteo final del cuarto episodio de la segunda temporada de True Detective).
Otra película similar a Heat en la frialdad de sus personajes y en el realismo de su puesta en escena es The Town (Ciudad de ladrones), película protagonizada por Ben Affleck y Jeremy Renner (recibió una nominación al Óscar a mejor secundario) y en la que Jon Hamm, estrella de Mad Men, se convirtió en el entregado policía 'a lo Pacino' en Heat que va tras los pasos de los atracadores.
Aquí los malhechores, en vez de máscaras de Dalí, llevan indumentaria de monjas, y no dudan en sacar las metralletas y disparar a todo lo que se mueva cuando se ven en apuros. A pesar de todo, The Town no tiene el ritmo trepidante de otras películas de atracos, sino que prefiere profundizar en las relaciones sentimentales de sus protagonistas fuera del escenario criminal.