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Marc Ros (Sidonie): “Me llevo el secador de gira… para no echar de menos mi casa”
Hablamos con el cantante de su primera novela: 'El regreso de Abba'
Una compositora y cantante llamada Abba, que siente añoranza por el pasado, ha triunfado con una colaboración con Hugo, el autodestructivo líder de un grupo que tiene que lidiar con sus adicciones y soledades. Quieren aprovechar el tirón y se proponen grabar un disco juntos. Esperan encontrar inspiración retirándose el verano a una idílica casa de Cadaqués.
Su relación empieza no siendo muy buena, pero tienen como intermediario a Doménec, un hippie amante de la psicodelia y las drogas, sin un duro, que tiene que empezar a asumir responsabilidades porque va a ser padre. Es el encargado de grabar el documental de la composición de esos nuevos temas.
A lo largo del verano la relación entre los tres va evolucionando y cambiando. Termina adquiriendo una paleta de matices que nos hacen creer en un amor y amistad de esos que supuran un romanticismo de siglos pasados.
Este es el argumento de, El regreso de Abba, la primera novela de Marc Ros, cantante y compositor de Sidonie que se publica en papel este 28 de mayo. Ha volcado mucho de sí en esta historia que bucea por sentimientos y reflexiones vitales. Muy humana, con momentos para la nostalgia, para el sentido del humor más cínico e, incluso para despojarse de prejuicios. Y que, además, tiene su propia banda sonora que será el próximo disco del grupo.
Hablar de estos personajes y esta historia con su autor es sumergirse en un mundo de autenticidad y amor por el trabajo hecho con mimo y entrega que hace querer perderse por un rato en ese mundo imaginario que, en el fondo, no lo es tanto.
Tengo entendido que escribir esta novela casi te cuesta la salud física y mental, ¿qué ha sido lo más complicado?
Lo más complicado es hacer unos personajes que fueran convincentes y creíbles porque yo lo que quería era hacer una novela de personajes. Mi obsesión, al principio de escribir la novela, cuando compartía las primeras páginas con mi familia, con mis amigos siempre les preguntaba lo mismo: ‘¿Os caen bien los personajes? ¿Os iríais a tomar una copa con ellos?’.
¿Si caían mal, ya no te convencían?
Me pasa que cuando estoy leyendo una novela o mirando una peli, o una serie, si no voy a muerte con el personaje en los primeros minutos lo dejo correr porque quiere conocer a gente que me llene y esa era mi obsesión más que preocuparme por una trama.
¿Ha compensado?
Casi me cuesta la salud y es que, con esa obsesión por los personajes yo me he visto en un bar, después de mi jornada de trabajo, hablando solo. Y la gente me ha visto que estaba hablando solo, y estaba hablando con los personajes.
¿Y eso es real?
Es absolutamente real. Estaba esperando a otra persona y esa persona me vio hablando solo. No sabía lo duro que llegaría a ser eso. Muchas veces pensé en dejarlo, pero yo ya tenía un compromiso con los personajes y los empecé a querer y ya no los podía dejar.
Y en ese hablar con los personajes, ¿discutías mucho con ellos?
Lo sigo haciendo, y salimos a aplaudir a las 8 y les doy golpecitos en el lomo… he discutido poco porque me han hecho mucha compañía. Estoy solo en casa. Nunca me había sentido tan solo, incluso más que ahora que estoy confinado, como durante la escritura de la novela porque no era una cosa que podía hacer con mis compañeros de grupo, era una cosa que estaba haciendo en solitario y ellos eran mi única compañía, y no podía enfadarme con ellos. Y a veces se portaban muy mal porque, habiendo dormido dos horas, no me salía ni una maldita frase y me ponía nervioso y me enfadaba con ellos.
Cambiaste un año sabático por escribir tu debut literario, ¿era una asignatura pendiente?
Sí, yo tenía muchas ganas de escribir porque me ha encantado leer desde siempre. Es algo que agradezco a mi familia porque yo siempre he tenido la imagen de mis padres en el Sofía cada uno leyendo su libro y a mí la literatura me ha servido de todo, para viajar, para protegerme y un poco como la música. Mi afición por la música me impulsó a crear un grupo, mi afición por la literatura me ha impulsado finalmente a escribir un libro. Lo hubiera hecho mucho antes, de hecho, me propusieron hacer biografías de músicos que me gustaban, pero no tenía tiempo. Pero justo el año que tenía vacaciones, me dediqué a escribir.
¿Tenías claro que tenía que ser una novela?
Lo tenía clarísimo. Podía publicar un libro con canciones, o poemas, o biografías de músicos… no, tenía claro que tenía que ser una novela, tenía que ser ficción y tenía que ser una novela larga, además.
Por cierto, que escribías con un post it con una frase de Isak Dinesen al lado… ¿Motivacional?
Ante tanta desesperación, ese tipo de frases me ayudaban. No soy la primera persona que pasa por esto, me habían dicho que iba a ser duro, pero no pensaba que lo iba a ser tanto. Apunté esa frase y apunté otra de un colega que es músico, Josu, músico de Loquillo que me dijo otra frase que apunté al lado de esta y que decía: ‘Las novelas no son como las canciones, una novela se hace con las manos’. Y entonces lo entendí, una canción se puede hacer con el corazón o con el alma, pero la novela tienes que levantarte temprano y remangarte. Esto lo aprendí más tarde.
Hay una gran protagonista de la que me he enamorado y no es Abba sino Cadaqués, ¿qué es para ti este pueblo costero?
Es el pueblo de mi niñez que yo miraba a distancia. Yo veraneaba al lado, a Rosas, no tenía esa aura mítica, mística y bohemia que tenía Cadaqués. Mis padres me contaban historias de allí, me contaron que una vez conocieron a Dalí…
¿Cómo fue?
Dalí en los 70 organizaba una especie de tardes de vino rosado e invitaba a la gente guapa que corría por el pueblo, en la época del turismo hippie, era una ruta hippie que acababa en la India y había una ruta que pasaba por el pueblo y había personas que se encargaban de ir a buscar a esas personas guapas para la fiesta de Dalí. Una vez encontraron a mis padres y les invitaron a ir a la fiesta, más por mi madre que mi padre que era más bien aburrido y mi madre era muy vistosa, con sus ojos verdes, y muy moderna, y no se atrevieron a ir. Se asustaron, se pensaron que a saber qué tipo de orgías se celebraban en la casa del pintor surrealista. No sé qué tipo de cosas se imaginaban, pero la verdad es que eran fiestas bastante inocentes.
Habla de ese Cadaqués que te recuerda a tu infancia y la verdad es que esta novela tiene mucho de nostalgia de otros tiempos, ¿no?
Sí, de hecho, el mismo título, El regreso de Abba, ¿regreso a dónde? Abba quiere regresar a ese tiempo en el que creía que era más feliz, el de su niñez. Incluso la estética, es muy vintage, es muy pop. Abba reconoce estar enamorada de estos edificios de apartamentos de la costa de la época del desarrollismo, hasta ese punto llega su nostalgia. También lucha contra esto. La novela está llena de deseos y uno de ellos es intentar superar todo esto. Hay mucho de mí en la nostalgia, para empezar por la música que yo hago que tiene mucha influencia de los 60 y los 70. Una canción de Brian Wilson, de Beach Boys, del Pet sounds, decía eso: ‘No estoy hecho para esos tiempos’ y lo decía en los 60 que para mí es la época dorada. Nunca estás satisfecho con la época en la que te ha tocado vivir.
Además de Cadaqués hay otros tres grandes protagonistas. Mientras leía la novela, unas veces pensaba que eras Hugo, otras que Doménec e, incluso te veía reflejado en Abba, ¿quién eres en esta novela?
Hay un poco de los tres, no he tenido que salir de casa para documentarme. Me encanta la ciencia ficción y la novela negra, pero yo tenía claro que lo primero que iba a escribir era algo que yo dominara y sí que he puesto parte de mí en cada uno de ellos. Pero la novela está llena de deseos. A mí me gustaría ser más como Hugo, esa parte autodestructiva, pero la parte estética de su vida bohemia. Me gustaría empezar a escribir a las 12 de la noche bebiendo whisky… porque yo, en realidad, hago vida de oficina, me levanto pronto y me pongo a escribir, nada que ver con él.
La novela es un compendio de reflexiones vitales, filosofías de vida y sentimientos llevados al extremo… Vamos a centrarnos en algunos. Por ejemplo, al principio hablas del poder de los virales que marcan el devenir de una trayectoria… Cuando uno lleva tantos años labrándose un camino, un éxito instantáneo de ese tipo tiene que dar rabia, ¿no?
Yo agradezco que en la carrera de Sidonie no haya habido ese tipo de altibajos, o no ser un grupo de un one hit wonder, o que el éxito nos pegara muy fuerte al principio de nuestra carrera. Nosotros lo que cuidamos mucho es la amistad entre los tres porque sabemos que es nuestro secreto. Hemos visto colegas que se han hundido después de solo publicar un disco por no saber asumir ese éxito instantáneo y no saber gestionar la fama. Nosotros podemos convivir con ella porque no la tenemos. Yo puedo ir a El corte inglés sin problema alguno, pero yo tengo colegas que no pueden llevar una vida normal. Nosotros que no estamos muy cuerdos, solo nos faltaría eso. yo quiero tranquilidad para poder hacer mis canciones, mis libros y mis conciertos.
¿No añoras otro tipo de éxito?
Si ahora a mis 46 años hacemos algo que se convierte en viral y esto sirve para que nuestras canciones o la novela llegue a mucha gente, bienvenido sea. Yo creo que a mis 46 años lo podría asimilar perfectamente. Ya tuvimos una experiencia viral, lo de Ryanair. Vi la cantidad de comentarios super ofensivos que nos pusieron y dije ‘wow, qué cosa más extraña’. Y suerte que nos pilló con cierta edad y ningún problema, pero me pareció fascinante el mundo este.
Abba y Hugo tienen que grabar un disco juntos porque su público así lo demanda, aunque su relación ahora mismo no es la mejor, ¿te has visto alguna vez en una circunstancia así?
Nunca. Lo único que te voy a confesar es que siempre he escrito con un conflicto debido a mis relaciones sentimentales. Es como lo de Hemingway, que una vez le confesó a Fitzgerald, ‘te dejo porque he quedado con mi novia que lo vamos a dejar’ y él le decía, ‘¿pero por qué lo vais a dejar?’ y respondía ‘porque tengo que escribir una novela’. Parece que necesitaba un motor, el desamor o el conflicto para poder inspirarse. Y yo no lo he buscado nunca, pero me lo he encontrado. He funcionado muchas veces desde la desesperación, el estrés.
Presentas en una misma escena a Abba y La Otra, que no es más que Abba cuando sale al escenario, ¿a ti te pasa, eres una persona encima y otra fuera del escenario?
Aquí es cuando más me he acercado a la protagonista, he descrito lo que me pasa a mí. La primera idea de la novela era una biografía de los Televisores rotos, que es el grupo de Hugo, pero luego cambió y escogí a Abba porque necesitaba un personaje femenino para que hubiera más distancia entre ella y yo. Pero a veces no puede evitar poner en su boca cosas que me han pasado a mí como esa transformación. Cómo puede ser que un chaval que se moría de miedo cuando el profesor le decía que saliera a la pizarra, ahora es capaz de enfrentarse a 20.000 personas. Mis padres alucinan, yo no sé cómo lo hago. En el momento que me pongo la ropa para el concierto, ya me transformo. No podría hacerlo si no, enfrentarse a ese público es terrorífico, da mucho miedo y necesito de ese personaje y a veces me veo desde fuera y digo ‘ala, mira ese tío’.
Acaban en Cadaqués en un retiro compositivo… supongo que tú en tus 20 años de carrera habrás tenido alguno de estos, ¿suelen ser productivos?
No, para nada. De hecho, me fui a Cadaqués en medio de la escritura de la novela pensando, esto va a ser la hostia. No salió absolutamente nada. Hago horario de oficina y necesito estar en mi casa. Es como Nick Cave, que le ves como ese lado oscuro, y es un tío que se pone su traje y se pone a trabajar y hace lo que hago yo, levantarse temprano y hacer horario de oficina.
Qué poco ‘rock star’…
Lo sé, es decepcionante. Yo me llevo el secador para ir de gira… para no echar de menos mi casa.
Cada uno de los tres protagonistas tiene sus propios fantasmas. Abba carga con la pérdida de sus padres en un accidente cuando tenía 16 años, y un ex del que no logra olvidarse… ¿la añoranza es una mala compañera de viaje?
Es la peor. Ahora que estoy haciendo meditación y por eso utilizo a Doménec para soltar un poco la purga de la meditación, es realmente lo que me está salvando. El hecho de aprender a vivir el presente porque cuando estás para atrás o para adelante, no es la vida. Yo necesito estar presente haga lo que haga, sea lavando platos o escribiendo la novela. Y esto es lo que arrastra Abba. Es un problema que deberíamos resolver todos.
¿Eres nuevo en esto de la meditación?
Dos años llevo en esto. Empecé a hacer un curso de mindfulness que la palabra da un poco de rabia, pero viene del sánscrito, de miles de años atrás que tiene que ver con el budismo, la meditación, el saber respirar y conectar la mente y el cuerpo y esto me está ayudando un montón.
Hugo tiene sus propios fantasmas: unas adicciones que le sobrepasan, un grupo con competencia insana y una tendencia a la austodestrucción…un outsider en toda regla… pero como tú mismo escribes en la novela: ‘Todos estamos enamorados de los artistas torturados’, ¿imposible no querer a Hugo?
Yo le quiero un montón y veo que los lectores le cogen un cariño…bueno, hay que pasar unas cuantas páginas para cogerle cariño, pero al final todo el mundo entiende que es un pobre hombre que tiene que superar todas esas historias que tiene. Yo no sé si podría pagar el precio que pagaron un Brian Wilson con los Beach Boys con su problema con las drogas. No sé si podría vivir la vida de un Bob Dylan que es un hombre que hace 30 años que está enfermo. Patti Smith dice de él que es un hombre reservado que no va a recoger el Premio Nobel, pero en realidad es un hombre enfermo, a mí me han dicho que no se le puede mirar a los ojos cuando quedas con él. No sé si podría pagar el precio a cambio de tener esa obra tan importante, prefiero estar un poco más cuerdo que todos estos.
Y Doménec, un hippie de toda la vida que tiene que empezar a asumir responsabilidades ahora que va a ser padre… Es un poco el que más ternura despierta, ¿no?
He conocido a muchos Doménec en mi vida, sobre todo en el barrio de Gracia, quizás en Malasaña también. Gente que está en ese mundo como muy intelectual y que les pedirías que te dijeran qué es lo que piensan ellos. Tiene que vivir esa vida del club de lectura. Lo hemos vivido en nuestras propias carnes, cuando hemos hecho algún giro y gustábamos a más gente y nos salíamos del círculo del indie o de la psicodelia de cuando empezábamos y dices ‘por el amor de Dios’ y, afortunadamente, hemos superado esa etapa. Pero yo estaba dentro de esa tribu urbana y reconozco que yo no podía escuchar discos que no fueran del 66, el 67 o el 68.
Qué forma de limitarse, ¿no?
Profundicé mucho en esta etapa del pop y escuché cosas que ni creerías, pero salí de esto y al conocer a Jes y Axel nos hemos abierto a todo.
A mí hay un momento que me parece brutal que es la reunión con el presidente de la discográfica… No dejas en muy buen lugar a los jerifantes de este mundo, ¿has recibido alguna llamada?
De momento no, quizás porque no suelen leer. Me baso en gente que he conocido en una época en el que las discográficas aún vivían del derroche de los años 70 y 80 en España y yo he visto cosas alucinantes y he escuchado historias alucinantes que algunas las cuento en el libro.
Vamos, que ¿las historias que cuentas del mundo discográfico y el periodismo musical no son ficción?
Lo único que me he inventado en el hot 100 que es tirar las maquetas a un bidón con fuego. No era eso, pero había una papelera que tenía dibujado un tablero de basket para las maquetas que no servían y es muy duro hacer eso con los sueños de tanta gente. Era otra época y afortunadamente ya no es así.
El final es un tanto inesperado, ¿te costó mucho dar con él?
No podemos caer en el spoiler, pero fue muy triste y muy duro, pero no tenía otra opción de final.
¿Qué fue lo primero que te dijeron tus compis de Sidonie cuando leyeron la novela?
Cosas muy bonitas, muy flipantes. De hecho, tengo los mensajes guardados aún, cuando me vengo abajo, me los pongo. Los dos me confesaron que han llorado, han reído y se han excitado y han vivido cosas intensas y me alegro mucho.
Ya para acabar, Abba, Hugo o Doménec… ¿de quién te has enamorado más?
A mí me advirtieron, que no te pase con Flaubert, con Madame Bovary que se acabó enamorando de ella. No me he visto en el sofá tocándome pensando en ella, sería una cosa muy enferma pero cuando me voy a dormir les doy las buenas noches a los tres.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...