Laura Gost: De ganar un Goya con 24 años a publicar su primera novela
Nos sumerge en la complicada etapa de la adolescencia
Laura Gost es una joven periodista y escritora que ha debutado en la literatura con Mi prima mayor. Una novela que nos hace retroceder a la adolescencia y recorrer esas sensaciones de incertidumbres, contradicciones y primeras veces que hemos vivido todos.
De ahí que esta lectura pueda resultar un tanto nostálgica. Más si en la relación entre Tina y Rosa, dos primas de 16 y 12 años, están ausentes las redes sociales. Cobra fuerza la relación entre ellas como espejo la una de la otra. Y acompañan a su historia unos vecinos, los Montsó, que de manera indirecta las ayudan a definirse en su crecimiento.
Lo de escribir no es nuevo para esta mallorquina que ya publica en diferentes medios y que ha escrito obras teatrales como la que dio pie a Woody & Woody, el corto de animación por el que recibió un Goya hace dos años, cuando tenía 24.
De series juveniles, de la influencia de las redes en la adolescencia y de los más y los menos de esta compleja etapa hemos charlado con ella.
Con ‘Mi prima mayor’ retrocedemos a la adolescencia, ¿una etapa de la vida demasiado mitificada?
Es una etapa de la vida que está muy connotada en general. A veces por cierta idealización, pero, sobre todo, por el hecho de estar muy cargada de tópicos. Al final, cuando todos superamos la adolescencia tendemos a echar la vista atrás y enfocarla con cierta condescendía, como una época muy susceptible a las burlas, a la parodia. El adolescente es como ese sujeto un poco pasivo, un poco molesto, incómodo, que está ahí en casa, en un rincón. Aun siendo una etapa de crisis existencial importante, la primera crisis de crecimiento, no se enfoca con el respeto que sí concedemos a crisis como la de los 30, los 40 o los 50.
De todas formas, equiparas la adolescencia a crisis, ¿no puede haber una adolescencia tranquila y calmada?
En ese sentido yo fui una adolecente bastante atípica. Sí es posible tener una adolescencia muy tranquila incluso introspectiva, en mi caso fue así. Pero es inevitable que sea una época conflictiva, al menos, a un nivel interno. Es ese momento en el que salimos de ese paraíso de certezas, el blanco y negro, el bien y el mal que es la infancia, donde los referentes están claros y empezamos a cuestionarlos. Esa incertidumbre, ese empezar a reafirmarnos y conocer matices y contradicciones no puede ser una etapa plana.
¿Qué te llevó a escribir sobre este momento de la vida?
Como de adolescente es cierto que tenía cierta prisa por dejar atrás esa época porque idealizaba mucho el hecho de ser adulta. Percibía cierta condescendencia cuando me relacionaba con gente mayor con la que sentía afinidad, pero, al decir mi edad, era como, ‘ah, bueno, si eres adolescente’. Eso me irritaba bastante y me rebelaba mucho contra todos esos estereotipos que, supongo que cuando te rebelas tanto, acabas cayendo en un estereotipo nuevo. Recordaba la adolescencia con cierta incomodidad. Ahora tengo 26 años y vas creciendo y aprendes y me vi preparada para abordarla con más indulgencia, sin esa rigidez y susceptibilidad de ese momento.
Tu ahora eres hermana mayor, ¿has sentido la responsabilidad de ser referente para el que viene después?
A veces lo que ocurre con los hermanos y le ocurre a Rosa con Tina, es que en algunos aspectos eres referente desde el punto de vista de admiración y ganas de imitar, pero, luego después, también inevitablemente, cuando la otra persona quiere reafirmarse en su propia personalidad hace contigo lo que hace con los padres, apartarse y rechazarte. Mi hermana y yo somos personas con caracteres muy diferentes, pero, por suerte, siempre ha sido una relación muy cómplice. Nos complementamos bastante.
¿Tú recuerdas cuáles fueron los tuyos, tus referentes?
Hacia un nivel más cercano mi padre fue un gran referente a un nivel cultural porque era muy cinéfilo y con él descubrí muy pequeña los clásicos. También era un gran lector y con él descubrí los libros y la escritura indirectamente. Me regaló mi primera carpeta con 7 años para que guardara mis cuentos que ya escribía. Mi madre también en otros aspectos, a nivel de actitudes vitales. Muchas veces los referentes eran de la ficción.
La tuya es una historia con mucha nostalgia con la que yo no sé si se podrían identificar los adolescentes de hoy en día…hay una ausencia que no habrán pasado por alto: Las redes sociales.
Es una ausencia muy intencionada porque, aunque yo en realidad en los años en los que se ambienta la novela, 2000-2004, yo no era adolescente todavía porque soy del 93. Empecé a vivir la irrupción de las redes sociales cuando tenía 13, 14 y 15 aunque no era tan generalizado ni tan presente como hoy en día, era algo más residual, más de jóvenes. Me interesaba irme unos años atrás y que ese elemento no estuviera presente porque me interesaban las relaciones entre personas y crear un clima un poco endogámico, más íntimo. Pensaba que, si metía redes sociales, esa fuerza de personajes como Tina en relación a Rosa se perdería.
Las redes ofrecen muchos más referentes…
Ofrecen un abanico infinito de referentes, de opciones para compararte, para imitar, para rechazar y generan que todo sea más efímero y superficial y esta parte de misterio, de descubrimiento o el hecho de que a Rosa le pueda durar cuatro años esa relación ambigua hacia Tina, o la fascinación hacia Miquel Montsó, difícilmente se hubiera mantenido tanto tiempo con las redes sociales que rompen todo el misterio y hacen que los encuentros no puedan ser casuales porque sabría si Miquel sale a correr, qué ha comido el día anterior, si había tenido novia el mes anterior… se rompe esa cosa más introspectiva que a mí me interesaba.
A veces los adultos tenemos la culpa de que el adolescente se encierre tanto.
Hay algo que es común en la adolescencia de todas las generaciones y es el egocentrismo de esta etapa, ¿es inevitable?
Hay un poco de desamparo porque ya no idolatramos a esas figuras que lo eran todo en la infancia, nuestros padres, y tampoco sabemos muy bien hacia dónde mirar porque no tenemos claro todavía quiénes queremos ser. Pero creo que a veces los adultos tenemos la culpa de que el adolescente se encierre tanto y oponga esa resistencia porque nos olvidamos de que hemos sido adolescentes. Tengo amigos padres de nuevos adolescentes y en lugar de transmitirles cierta complicidad y darles a entender de que nosotros también tenemos dudas y conflictos, se cae en cierto paternalismo y se impone lo que creemos que es mejor para ellos y creo que es lo contrario a lo que se necesita en ese momento alguien que quiere crecer y sentirse autónomo.
Hay como un duelo de mujeres: Rosa y Tina. Ambas tienen una fuerza enorme en la novela mientras que los Montsó, todos hombres, quedan muy diluidos, ¿es intencionado?
Sí. En esta novela quería cambiar ese paradigma en las novelas de iniciación. Son muy habituales esas novelas de la amistad, con pandillas que tienen a los chicos como protagonistas que tienen a los chicos como los complejos, los que viven aventuras, los que sienten y ellas han estado como personajes muy secundarios y decorativos y cuya importancia a estado vinculada al rol que desempeñan en relación a ellos. son la guapa, la amiga, la novia, la inaccesible, la mala… tenían esos roles más simplistas. Quería darle la vuelta y que ellos, sin caer en nada básico ni ofensivo, no son orangutanes, tuvieran un trazo más grueso porque me interesaba que ellos les ayudaran a ellas a descubrirse a sí mismas.
A veces había el miedo absurdo de que chicos adolescentes no pudieran empatizar con determinadas series si las protagonistas eran mujeres.
Esos roles tan determinados los hemos visto muy estereotipados en muchas series juveniles, aunque parece que está habiendo un cambio, ¿no?
Se está notando muchísimo la diferencia. A veces había el miedo absurdo de que chicos adolescentes no pudieran empatizar con determinadas series si las protagonistas eran mujeres. Eso se ha demostrado que no tiene sentido. Ahora mismo hay series como Stranger Things o Euphoria que están protagonizadas por chicas muy complejas, con personajes masculinos también complejos, con diferentes orientaciones sexuales, diferentes maneras de vivir el género, en general, de enfocar la vida y eso es muy interesante. Además, se sale un poco del canon de belleza más habitual y clásico y todo eso es enriquecedor y contribuye a quitar prejuicios y etiquetas que nunca benefician a nadie, especialmente a las que se encuentran en una edad tan tierna en la que las etiquetas te pueden marcar de por vida.
La adolescencia vive con mucha intensidad el amor…el anhelar al chico que te gusta hasta el punto de idealizarlo. ¿Crees que con la volatilidad de las relaciones de hoy en día eso sigue siendo así?
Ahora es más difícil porque el misterio, las ansias, la paciencia de tener que esperar para ver a esa persona todo eso se ha perdido y lo explícito es enemigo del estímulo, de la atracción y hoy en día todo es explícito, puedes saberlo todo o por lo menos saberlo todo de una proyección. La imaginación o proyección de cosecha propia pierde fuerza porque puedes acceder a la proyección que la propia persona quiere transmitir de sí misma a través de las redes sociales. Dejamos muy poco margen para que otra persona pueda juntar piezas e idealizarnos porque las redes promueven que todos nos vendamos bien.
Otra de las cosas que marcan la adolescencia son los cambios físicos… el desarrollarse más tarde que las demás sigue siendo un hándicap para muchas chicas, ¿no?
El tema físico es un elemento superficial que es innegable que determina mucho. Me preguntaban, ¿por qué Rosa que es tan madura cae en eso de tener complejos o dudas sobre el físico? Pero es que tiene que ser verosímil y Rosa no está por encima de las debilidades. La imagen, no sólo la belleza sino cómo vistes y qué evocas te va condicionando y en la adolescencia que estás muy obligado a encajar, todo eso ayuda a definirte. Sería absurdo crear personajes sin ningún tipo de inseguridad.
Y en esa consciencia del cuerpo propio entra en juego el sexo. Tú no tienes reparos en hablar de virginidad, masturbación, menstruación… temas que en otros tiempos hubieran sido más tabú.
Tabú desde una perspectiva femenina porque en los 80 podemos ver películas de estas que han marcado una generación y ves esa idea del chico con las revistas de su padre debajo de la cama, no era explícito, pero se intuía muy claramente para qué se utilizaban. Esa idea del descubrimiento del deseo, todo eso estaba presente. Pero para las chicas, la simple idea de expresar deseo, de hablar sin tapujos de la atracción hacia otra persona se había dejado de lado. Muchas películas que podemos tener como referente, de culto, las chicas son sujetos muy pasivos. Podrán tener una relación sexual o sentimental sólo si él da el paso. El descubrimiento de su propia sexualidad no se ha tratado en general. Es como si eso provocara rechazo en determinado público cuando a nosotras, leer libros en los que salen chicos leyendo la Playboy mientras se masturban en su habitación no nos ha impedido empatizar con la historia.
La propia menstruación es material de comedia o parodia y la niña que crece tiene como cierto pudor a hablar de ciertas cosas.
Un chico leyendo sobre cómo una chica tiene su primera regla, no está acostumbrado.
Es algo que cada vez se normalizará más. La propia menstruación es material de comedia o parodia y la niña que crece tiene como cierto pudor a hablar de ciertas cosas y enfoca esas cuestiones desde cierto secretismo y eso, en este momento en el que vivimos, no tiene ningún sentido que ellos puedan hablar o hacer comentarios relacionados con estos temas y ellas tengan que hablar con cierta timidez del hecho de tener la regla.
No sé si ahora tanto, pero en generaciones anteriores, la música marcaba mucho la adolescencia y era una vía para definirte y ubicarte, ¿fue tu caso o no?
En mi caso, aunque la música estaba ahí con los grupos del momento, a mí me gustaba más escuchar música de la época de mis padres y diferentes estilos y épocas, pero yo me refugié sobre todo en el cine y los libros. Ese elemento diferenciador que el adolescente busca en la música yo lo encontré en el cine, veía mucho clásico o leía libros que a lo mejor no correspondían con mi edad.
En la novela hay tan solo dos referencias musicales de las que me gustaría que hablásemos. Una chica de 16 años cantando Celine Dion, ¿es creíble?
En ese momento no hacía tanto que se había estrenado Titanic y también una de Bridget Jones. Tiré un poco del cine y los estrenos de ese momento y me imaginé la radio en un coche con estas canciones que se habían recuperado un poco a raíz de esos estrenos.
El padre era fan de Bunbury… sí que le has envejecido…
Si hablamos de un hombre que tiene treinta y tantos en el año 2000, es alguien que ha nacido a finales de los 60, es una cuestión generacional. Podría haber conocido a Bunbury siendo adulto, pero le podría gustar. Me cuadraba a nivel generacional con gente que conozco a la que le gusta Bunbury. Héroes del Silencio tiene un peso importante. Me gustaba para el padre que es una figura que pasa desapercibida porque quiere dar peso a la madre, pero lo poco que aporta es tierno.
Si le tuvieras que poner una banda sonora a tu novela, ¿por dónde iría?
Ahora que ha fallecido Ennio Morricone creo que si todos evocamos Cinema Paradiso tiene esa mezcla de nostalgia, de emoción, belleza, alegría, infancia…evoca muchas cosas que serían bonitas. Leer la novela con esa música de fondo me parecería bonita. Y si no, un estilo más Henry Mancini, entre alegre, pero con ese punto de melancolía.
Con tan solo 24 años ganaste un Goya al mejor cortometraje de animación por Woody & Woody, ¿qué supuso para ti ese galardón?
Fue muy inesperado porque Woody & Woody surgió de una obra de teatro breve que escribí con 20 años. La dirigió mi pareja, Jaume Carrió y a raíz de todo eso surgió la idea de llevarlo a un corto de animación, pero fue siempre un proyecto que fue fluyendo, muy entre amigos, creadores, una productora pequeña, era modesto. Lo que más nos interesaba era hacer un homenaje al cine de Woody Allen. Fue una sorpresa. Coincidió que un mes antes había resurgido la polémica del 92 de Dylan Farrow y fue un punto amargo. A nivel personal fue precioso porque en Mallorca eso se vivió con un entusiasmo insólito. Íbamos por la calle y la gente nos reconocía. Fue muy especial porque fue el primer Goya íntegramente mallorquín. Eso ha influido en la buena acogida de la novela.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...