‘Una ventana al mar’: Emma Suárez protagoniza una tragedia griega en la isla de Nisyros
El director Miguel Ángel Jiménez presenta un doloroso drama romántico entre una bilbaína enferma de cáncer y un recolector de esponjas griego
Quizás parezca tópico calificar de 'tragedia griega' a un drama sobre una mujer enferma de cáncer que se enamora de un veterano recolector de esponjas durante sus últimos días de vida, pero que Una ventana al mar se desarrolle en la isla de Nisyros, en Grecia, y profundice con tanto ahínco en el devastador conflicto introspectivo de su protagonista, María, hace que se preste a tales chirigotas.
El director Miguel Ángel Jiménez explota el infortunio de una mujer que se enfrenta a un cáncer de colon en fase 4. Emma Suárez, que es una de las actrices más brillantes que tenemos en nuestro país, es capaz de transmitir toda la complejidad psicológica de un personaje con tan solo un tenue tono de voz o una sutil mirada frágil. Sobre sus hombros recae todo el peso de la película, y el retrato que hace de esa mujer inerme y desgraciada que busca una última experiencia vital antes de partir es demoledor.
El trabajo en la dirección de Jiménez también es distinguible: apuesta por una paleta cromática de colores garzos que resaltan en la blancura de unas hermosas casitas griegas y por unos planos semejantes a tableaux vivants cuyo resultado final es de una plasticidad impecable.
Sin embargo, el principal achaque de Una ventana al mar es su ritmo pausado y el abuso del cliché: la mujer enferma terminal que conoce a un hombre devastado porque ha perdido a su mujer y a su hijo en un accidente de tráfico; la boda griega; el maniqueo conflicto con un hijo posesivo –y un actor muy mal escogido para ese papel– que no acepta que su madre no vuelva a casa para seguir un tratamiento inútil, etc.
Por muy hermosos que sean los planos estos carecen de una estructura y unos tempos que los engarcen de manera atractiva y dinámica entre sí. Muchos momentos son bellísmos, pero se sienten como piezas sueltas de un complejo rompecabezas de emociones porque la trama carece de una cohesión interna. Además, sus personajes secundarios parecen peones colocados a dedo que de vez en cuando aparecen para destacar de forma bastante irritante pensamientos o ideas –el fenómeno Pepito Grillo– que ya habían quedado claras durante la narración
La "tragedia griega" se dilata una y otra vez, y cuando parece que no puede haber más sufrimiento, todo comienza de nuevo. Hasta el director se marca una referencia a los últimos minutos de El Eclipse de Antonioni, con esos espacios vacíos que en otro momento ocuparon sus personajes pero que ahora han quedado anegados en el olvido, para después volver con una especie de epílogo reiterativo e innecesario que dilata nuevamente la trama.
Creo que es una película que tiene grandes virtudes formales, especialmente en lo que se refiere a elementos interpretativos (Emma Suárez, insisto, está estupenda) y visuales (una paleta cromática y unos planos maravillosos). Sin embargo, carece del dinamismo y la fuerza trágica de los grandes dramas de nuestra época.