ANÁLISIS: ‘El Madrileño’: Pucho dice adiós a C. Tangana con el disco con el que Crema ya soñaba
Analizamos el nuevo proyecto del artista, que conquista la primera etapa de su madurez personal y musical regresando a la raíz
"El disco más importante de mi carrera". Esta es la frase con la que Antón Álvarez, que prefiere referirse a sí mismo como Pucho, presenta El Madrileño, un nombre con el que no solo ha bautizado su último disco, sino que también adopta como nuevo seudónimo. Así, este 26 de febrero de 2021, el artista dice adiós a C. Tangana abriendo la siguiente (¿y última?) etapa de su carrera.
"Lo que no se mueve, muere", sentencia. Una declaración que, añadiéndole una dosis de amabilidad y benevolencia, podría evocar ese "nada se pierde, todo se transforma" que escribió Jorge Drexler en el que sin duda también fue un momento clave de su madurez. Sin embargo, la parte de su carácter que Pucho no ha querido (¿o podido?) ocultar al público, siempre ha evidenciado que no es un hombre que deje el rumbo de su vida al azar, al universo, a Dios o a cualquier otra fuerza ajena. Movido por el hambre, la ambición, la autoexigencia y la fe en sí mismo, ha conseguido alcanzar el que ahora considera que es el punto más alto de su carrera. Y si le ha costado 2 años de composición y toda una vida de experiencias coronar su propia cima, estos últimos pasos los da con un cambio de actitud que se deja notar tanto en las canciones que integran este nuevo LP como en la propia forma de presentarlo.
A pesar de que El Madrileño no deja de ser una ficción, esta vez es más evidente que está inspirada en hechos reales. No hay cartel robándole el protagonismo a las luces de la calle Gran Vía (aunque sí un "modesto" neón coronando el hotel Riu Plaza España); no hay declaraciones (excesivamente) polémicas; no hay tanta performance, tanta pose. Quitando todo eso, queda un artista que reivindica legítimamente el puesto que lleva ganándose desde hace años, el que se prometió tener cuando no era más que "un joven poeta urbano".
De Crema a C.Tangana, de C. Tangana al Madrileño
Pese a la distancia que separa El Madrileño de todo lo anterior, el álbum no deja de exigir una breve retrospectiva a la trayectoria de Pucho. Y es que mientras algunas y algunos se siguen empeñando en ver a Crema como lo que nunca tuvo que dejar de ser, no hace falta más que escuchar atentamente las letras que compuso como parte de Agorazein para darse cuenta de que el joven rapero no estaba sino escribiendo su propia profecía.
Porque no, el primer antecedente de este nuevo disco que ahora ve la luz no es Nunca Estoy, ni Un Veneno, que sin embargo sí marcan el gusto y curiosidad por una estética particular que alcanza en este lanzamiento su máximo esplendor. El verdadero germen de lo que estaba por venir lo encontramos en Alligators, cuando el que se estrenaba como C. Tangana rapeaba "solo voy unos peldaños por encima, lo justo para ver otra montaña detrás de la colina, que todos miráis pensando que es la cima, te engañan las ganas de estar arriba". Quitando algún par de temas cuyo resultado no fue exactamente el esperado, ¿podemos realmente hablar de algún paso en falso dentro de la carrera de Antón?
Ahora, el que siempre fue un artista obsesionado de una forma casi psicópata con el siguiente paso, triunfa al permitirse la licencia de parar, echar la vista atrás y buscar "la raíz" que da brillo y presencia a El Madrileño.
En busca de la raíz: Colaboraciones, memorias y referencias
"Este disco tiene mucho de homenaje a mi padre", dice Pucho. Y ese es el verdadero "concepto" que vertebra el proyecto: el de componer canciones que nacen, no solo de un estudio del folclore más urbano de finales de los 80' y principios de los 90', sino también de un vínculo identitario con los orígenes de la música española y la propia vida del artista.
En este sentido, las colaboraciones con Andrés Calamaro, Jorge Drexler, Gipsy Kings, Toquinho, José Feliciano, Kiko Veneno, La Húngara, Nicolas Reyes, Tonino Vallardo, Eliades Ochoa y Pepe Blanco son, más que oportunas, estratégicamente brillantes. Porque, pudiendo haberse limitado a copiar la estética de los géneros de la época, El Madrileño decide llevarse a referentes de los mismos al estudio y abordar los featurings desde la honestidad (brutal), la humildad y la intención de generar una sinergia, condiciones indispensables y muy poco cumplidas hoy en día para que un tema conjunto triunfe.
Por otro lado, sorprende la incorporación de los artistas más jóvenes en el tracklist: Maverick, Omar Apollo, Niño de Elche, Carin Leon y Adriel Favela; en vez de recurrir a contemporáneos más "conocidos" en nuestro país, Antón y su equipo deciden volver a apostar por la aportación musical del artista antes que por el nombre.
Esta receta resulta en la parte más innovadora del álbum, que consiste en haber conseguido conciliar géneros (bachata, R&B, rock n roll, folk rumba, son cubano...), estéticas y sonidos aparentemente opuestos. Durante la presentación del disco, El Madrileño recalcaba su intención de ahondar con este proyecto en esa nueva tendencia que aboga por “escaparse de la música urbana y buscar algo más, darle un pasito más. La música urbana está buscando nuevos puntos de vista y originalidad”.
Que su propuesta en este sentido funciona se evidencia, entre otras cosas, en el logrado balance entre la producción característicamente urban y la cuidada parte instrumental, y en cómo se presentan en las letras arquetipos que nos resultan familiares desde la tradición y la actualidad. Así, sigue siendo evidente la huella del binomio Antón- Alizzz, que se encargan de mantener latente la identidad sonora que auna todos los proyectos del primero. Pero esta vez no es un mano a mano, esta vez el dúo abre el círculo para que las voces de las colaboraciones se integren en el resultado final.
Es por eso que el disco se marca otro tanto al esquivar las críticas de las personas que poseen amplios conocimientos musicales. En las guitarras, que comparten protagonismo con los beats en prácticamente todos los temas del disco, brillan los nombres y apellidos de los intérpretes, que al mismo tiempo fluyen y juegan con picardia con los elementos electrónicos.
El ejemplo más evidente es Hon Kong, el tema con Calamaro que sin duda se convierte en la canción más diferente de la carrera de Antón, reemplazando a Última Generación, su colaboración punk con Antifan. Además de lo icónico de la colaboración (El Madrileño colaborando en la misma canción con dos leyendas de la música como son Andrés y Jorge), la composición cumple con todos los requisitos que podrían exigírsele a un rock and roll. Pero también se hace notar en Párteme la cara, el folk con Maverick donde resuena el eco de Bon Iver; Nominao, donde es tan sorprendente ver a Drexler cantando una letra que se sale completamente de su imaginario como contemplar al Madrileño integrándose en lo que sería una banda al uso; o Los Tontos, con ese toque de canción de feria y corro que también destaca como tono general en la estética sonora de gran parte del disco.
Otro de los aspectos destacables en cuanto a la parte más estrictamete musical es que ninguna composición se pasa de la raya. No vemos a Pucho pretendiendo ser lo que no es, sino explorando con la dosis perfecta de respeto y descaro nuevas facetas musicales.
Madrid, mujeres y vicios
Si concebimos El Madrileño como una mesa, dos de las patas que la mantienen estable serían la música y la producción, y las otras dos las letras y la estética. Pucho no se ha limitado a hablar de la realidad que presenta en estas dos últimas desde la observación y la memoria, sino que ha decido mezclar su persona con el alter ego que ha creado para este proyecto, hasta tal punto que cuesta distinguir entre uno y otro.
Antón siempre ha escrito sus canciones desde la experiencia y la autobiografía, aunque siempre controlando que esa puerta que nos abre sirva para alimentar el mito. En este disco, el personaje que construye retoma ese papel de chulapo castizo que nos presentó por primera vez en Bien Duro. Ahora, lo que en aquel momento fue un esbozo un tanto forzado, se transforma en una identidad completamente formada.
¿Y qué obsesiona al Madrileño? Ya no tanto la fama, el dinero o el prestigio material, sino más bien la trascendencia, el amor de y por las mujeres, y una rutina alterada por los vicios. Las letras del álbum no dejan de ser una reflexión en torno a estos temas desde el punto de vista de la vulnerabilidad, el sentimiento y la subjetividad.
Al mismo tiempo, hay una clara e intencional perspectiva masculina en la forma de contar. El ejemplo más claro es Cambia!, donde el artista aborda de lleno la masculinidad, en ese continuo debate entre la deconstrucción y el empoderamiento de lo que no deja de ser un rol más.
Si la forma de hablar y de expresarse que tiene el autor de Demasiadas mujeres ya exalta ese deje particularmente madrileño, la colaboración con Little Spain (que se han encargado de crear los 14 visuales que acompañan al disco) es imprescindible para que la estética y el arte de El Madrileño, sean redondos. Edificios emblemáticos de la capital española, referencias a distintas etapas de su historia, vestuario y personajes completamente adaptados... Antón y su equipo se marcan su propio estudio sobre Madrid.
Conclusiones
Si bien afirmar que El Madrileño es el disco más importante de la carrera de Pucho requiere aún de poder verlo en perspectiva, no cabe duda de que el esfuerzo y la dedicación atiendan a ese deseo. Él mismo reconoce que no sabía lo que era hacer un disco hasta que tuvo que enfrentarse al proceso y ver al artista hablar abiertamente de sus dudas es algo sorprendente y representativo a la vez.
Hace tiempo que Antón se pasó el juego de la música urbana. Lejos de las polémicas que ha podido suscitar, hoy en día poca gente es la que duda ya que ha sido uno de los grandes precursores del género en España. Experto en sorprendernos, esta vez no lo hace desde el efectismo más inmediato, sino rechazando el trono del que podría haber disfrutado unos años más para seguir persiguiendo su verdadera ambición: la de hacer historia.