Julián López sobre su pasión menos conocida: “Me dedico a ser actor y cómico, pero sigo pensando como músico”
En 'Planetario', su primera novela, nos descubre su relación con la música
Muchos descubrieron a Julián López con La hora chanante. Era uno de los cómicos que mostraron su lado más irreverente y que se veía que llegaba para quedarse. Y así fue. Julián se convirtió en uno de los rostros habituales de la comedia en nuestro país, tanto en cine como en televisión.
Es uno de esos actores que todos conocen por su interpretación, aunque con facetas más escondidas como la de su pasión por la música. La deja reflejada en su debut literario, Planetario. Una novela en la que se sumerge en su lado más nostálgico para recordar su infancia y adolescencia marcados por su vida en un pueblo.
Un costumbrismo de los que despiertan recuerdos y nos hacen viajar a tiempos pasados en los que todavía teníamos walkman y leíamos la Teleindiscreta mientras veíamos la serie V. Un viaje que nos ayuda a conocer mejor a una de esas personas que han logrado colarse en muchos hogares y que ahora nos da un toque de atención para que profundicemos y le conozcamos un poco mejor.
Voy a empezar por el final. Tu última frase en los agradecimientos del libro dice: “A todas las personas que no han podido vivir la vida que hubieran querido”. ¿Tú estás satisfecho con la tuya?
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Sí, tengo que decir que sí. Me siento un privilegiado y un suertudo por tener la vida que tengo que es una vida que yo he tratado de encontrar y he buscado y no todo el mundo tiene esas oportunidades. Yo sí tuve la oportunidad de decir, me voy a lanzar a este tren o voy a tirar por aquí a ver qué pasa. Ha habido personas de mi generación y, sobre todo, generaciones anteriores, que no han podido hacerlo y hubieran querido. Va sobre todo por esas personas. Y dos de ellas van en la línea superior que son mi madre y mi tía y que luego hago extenso al resto. Personas con las que yo he crecido y que tienen mucho dentro, mucho que contar y ofrecer y no han tenido la oportunidad de hacerlo por las circunstancias tan distintas que ha habido en otras décadas.
Juegas con la ambigüedad de si es una autobiografía o ficción, pero supongo que tiene muchas conexiones con tu infancia y adolescencia, ¿todos esos recuerdos los mantienes o has tenido que investigar un poco?
Ha habido una mezcla muy curiosa de todo. Para bien o para mal, me acuerdo de muchas cosas concretas, no ya de lo que me pasó cuando cogí un tren… sino de una frase que dijo alguien en la calle y se te queda para siempre. Más que una frase, una evocación, algo que me lleva a olores, músicas, muchas cosas, y he tenido siempre esa facilidad. Y en base a eso he ido construyendo una ficción que tiene mucho de autobiográfico. No lo escondo y, además, he aprovechado para reivindicar ciertas cosas y, la mayor, reivindicar un instrumento como la trompa, del cual he sido intérprete de verdad y he constatado lo que es decir ‘trompa’ y que provoque risa, cuando tiene una belleza detrás inmensa.
Una buena dosis de nostalgia, ¿con qué sentimiento te has enfrentado a este pasado?
No me gusta decir que soy una persona nostálgica, pero es que sí lo soy. Muchas veces hablo conmigo mismo y digo, ¿la nostalgia es buena o mala? No lo sé. A veces parece que es como palos en la rueda y tenemos que vivir el presente. Pero me gusta evocar una nostalgia buena y bonita y es lo que he tratado de llevar al libro. Pero he pasado por momentos que han sido muy catárticos. Me he encontrado conmigo mismo de niño y me he encontrado de nuevo con mis abuelos y ha sido muy emocionante. He pasado momentos escribiendo de muchos lloros. La vida es increíble cómo vamos tomando todos, el sitio del anterior y que un hijo se convierta en padre y un padre se convierta en abuelo. Eso me sigue fascinando de la vida. Naces y creces y piensas que siempre vas a ser el hijo y tu padre es padre y el abuelo es abuelo. Y eso se va transformando y es algo muy sencillo, pero al brutal a la vez, pero lo normalizamos.
La nostalgia siempre genera conexiones, ¿por qué crees que nos gusta tanto este sentimiento?
Nos une a todos. Soy un enamorado de las personas y de las relaciones personales. Muchas veces cuando no nos entendemos o hablamos idiomas distintos, pones una música que es un idioma universal y puedes conectarme con determinado tipo de personas. Y si yo escribo un libro y saco unos recuerdos a relucir, sé que va a haber muchas personas que van a conectar, ya no sólo porque digan ‘ah, esa película a mí también me marcó, esa canción…’, sino porque dicen ‘esa no me marcó, pero sí lo hicieron esta o la otra’, pertenece a ese cajón. Es algo que conecta muchísimo. Me alucina que el ser humano sea capaz de hacer esas cosas, ha escrito libros, ha hecho películas y músicas que son cosas que parecen de los dioses y que alguien con los pies en la tierra lo haya podido hacer, me maravilla.
V, Teleindiscreta, walkmans, cintas VHS… ¿se echan de menos puntos de encuentro tan masivos?
Nos unían muchas cosas y era lo que había. Tuvimos mucho, pero estaba muy localizado. Ahora mismo puedes estar al lado de alguien de tu edad que ve cosas completamente distintas a las tuyas porque hay muchas ventanas. Puedes tener muchísimo éxito con una serie en una televisión nacional, pero luego el que ve sólo plataformas, el que escucha sólo podcast o el que va solo a los conciertos, no tiene ni idea de quién es este, mientras que para otro es un ídolo. Hay muchísimas ventanitas y ese punto se va perdiendo, ese de decir, todos estos han vivido lo que era ir con el walkman y la magia de escuchar un casete, el VHS cuando llega a las casas… la gran masa lo vivía, ahora se está diseminando y me da un poco de penilla, sobre todo cuando lo miro en mis sobrinas.
Un libro en el que no hay móviles, ni redes sociales, ni internet… ¿hemos ido a mejor?
Me viene a la cabeza una imagen que tiene que ver con el libro. Hay un concierto de Queen en Wembley, el más famoso desde la gira del 86 y hay un plano maravilloso desde detrás de Freddie, que está cantando y detrás se ven todas las cabezas que están mirándole a él. No hay ningún móvil. Puede haber una o dos cámaras fotográficas, pero todos están ahí mirando un momento que está ahí, y ya está. Y luego se lo contarán a sus amigos, a sus padres y yo decía, ‘qué guay’ porque toda la atención está focalizada. Nadie está haciendo un vídeo, mirando a través de un móvil o nadie está pensando en colgarlo en Instagram para que vean lo que estoy viviendo. No, mira porque te lo vas a perder, no estés ahí diciendo que vas a hacer un storie porque te lo vas a perder. Cuando hablo así me veo como abuelo cebolleta, pero sí demando un poco de atención, vamos a vivir el momento y esa imagen es muy esclarecedora. Ahora estamos a otras cosas que a veces aportan, pero muchas otras, no.
Una de las cosas que transmite la novela es una pasión desbordada por la música, ¿cómo la entiendes tú?
Hay cosas que no se pueden explicar y en la novela hay momento en el que hay una comparativa de cuando te enamoras y todo ese halo misterioso de cuando alguien se enamora, que se puede enamorar también de una canción, de un grupo, de un equipo de fútbol y dices, creo que sé por qué me he enamorado, pero no te lo sabría decir. Entra alguien en tu vida o un grupo y te preguntas, ‘¿esto a mí por qué me remueve?’. Supongo que, porque está hecha bien la canción, pero hay un elemento muy grande que no sabes explicar, ha sucedido y ya está. Desde que soy niño he tenido esa pasión por la música, por los sonidos. Hubo un momento en mi vida en que mi carrera se bifurcó, ahora me dedico a ser actor, ser cómico, y estoy encantadísimo, pero sigo pensando como músico. Mentalmente no paro de hacer melodías en la cabeza, de coger todos los sonidos y hacer armonías, es una cosa casi por defecto y es una pasión que he tratado de volcar en la novela. Yo veo la vida a través de la música y la escucho a través de la música, y quería que lo supierais, aunque no sé explicarlo. Sé que me emociona mucho y siempre lo va a hacer.
La base es la música clásica, ¿crees que realmente eres más listo por haberla tenido presente en tu vida desde la infancia a Mozart?
Eso era así, eso se comentaba y a mí me sucedió en clase de pensar que a lo mejor teníamos algún super poder. No sé si más listo, pero la sensibilidad está ahí. Una música como la que hacía Mozart, que en su día era super moderno… es una cosa de la que adolece la música clásica actual y que me gustaría quitar ese corsé. Tiene que haber un respeto por escuchar un concierto, sin duda, que no haya ruido para escuchar el sonido puro, pero está muy encorsetado y Mozart, en su día, era lo que sería hoy en día un rebelde que estaría todo el día de fiesta y llegaría borracho. Hay que poner las cosas en su perspectiva, aunque, sin duda, su música tenía una calidad tremenda, era un genio y hacía unas armonías perfectas y una producción musical apabullante y escuchar un lenguaje como ese te prepara muy bien para la vida. Te haces una persona sensible, que escucha, te percatas del respeto de los instrumentos. Escucharse, entenderse… creo que hace mejor persona.
¿Ese encorsetamiento del que hablas es el que ha alejado a un público mayoritario y especialmente joven de esa música clásica?
Quizás sí porque la música se concibió para divertir y entretener. En muchos momentos era cosa de élite, de entretener a los Reyes en su cámara, vale, pero al fin y al cabo era para entretener y divertir. Y para bailar cosas de la época. El entretenimiento tiene que ir acorde con las generaciones. Ahora los niños demandan un entretenimiento que a lo mejor la música clásica de salón no les da, un disco sí, pero lo pones en casa y pueden hacer lo que quieran, pero ir a la sala de conciertos y llevar a los chavales jóvenes es complicado.
A Michael Kamen le debes el haber querido aprender a tocar la trompa, ¿qué tiene este instrumento que no tiene otro?
Creo que tiene un punto enigmático y creo que es lo que me atrapó. Visualmente es precioso y de niño, casi todo nos entra por los ojos. Luego tiene un punto enigmático porque su sonido, al final, le viene de sus ancestros. La trompa viene de las canterías inglesas y sonaba en los bosques y parecía que venía de los árboles. Un sonido opaco, melodioso, meloso que se mezcla con la manera, la percusión, de la voz. Y tiene ese puntito romántico. Fue un flechazo desde pequeño, sobre todo la forma y el sonido y con ese comienzo en la música que compuso Michael Kamen en Robin Hood, era como lo definitivo para decir ‘qué instrumento más guay, más chulo’.
¿Cuándo fue la última vez que la tocaste?
Técnicamente hace nos meses porque la tengo bastante aparcada por cuestión de tiempo y de no estar en forma. Es como un deporte. Intenté hace unos meses rellenar el tiempo libre que tenía y he perdido muchas facultades porque todo instrumento requiere tiempo. Pero ya he superado ese momento en el que tuve que decidir hacia dónde tiraba y veía que había que elegir y ya está y ahora me siento músico pasivo.
¿Se ligaba más tocando la trompa?
(Risas)
¿O el de la guitarra siempre vencía?
El de la guitarra siempre vencía, incluso el piano o la trompeta que no necesita explicación, es muy popular. Tengo una anécdota del conservatorio cuando ligué con una chica y nos escabullíamos entre clases y nos enrollábamos, estas cosas de chavalines y luego yo decía, ‘oye, pero, ¿yo te molo porque soy trompista?’ y me decía, ‘qué va, es que me haces mucha gracia, y ya está’. Yo quería gustarle por el instrumento, pero veía que no. Pero ya está, el caso es ligar.
Hay mucha alusión a las bandas sonoras y los compositores más destacados en este campo y las llevas mucho a momentos cotidianos de la vida. ¿Cómo es interpretar la vida en clave cinematográfica?
Hay una manera de llamar a la gente en plan ‘este es muy peliculero’, una cosa que quería reflejar. Es como que te crees que vives en una película y yo siempre he tenido ese punto y lo he reflejado en mi alter ego de la novela, pero es que, además, siempre me ha alucinado cómo el cine es incrustó en la sociedad y en nuestras vidas, es algo maravilloso. Siempre me ha gustado analizar cómo una cosa que ha nacido en Estados Unidos, otra cultura, se ha metido en otras culturas y a mí me comprobaba ver cómo, si a una tía abuela mía que estaba con las gallinas, le tarareaba la sintonía de Superman dijera ‘ah, esa es la música de Superman’. Una mujer que estaba con la gallina, enlutada, en el pueblo y separadísima, ya no es kilómetros, sino en frecuencia, de un señor como es John Williams que hizo una música para una película yanqui americana y ver cómo se mete en lo cotidiano de otra cultura es algo que me sigue alucinando y es un poco de homenaje a eso.
Si en la novela, la música clásica es la base, el estallido de fuegos artificiales es Queen, ¿ha habido alguna banda que haya logrado superarla?
No, yo creo que no. Es imposible. Es parecido a cuando un equipo de fútbol te marca desde niño y cuando digo equipo de fútbol, cada uno puede tener su ejemplo, otro puede tener su equipo de baloncesto o un jugador de ajedrez, algo que te apasiona. Yo con Queen tuve un viaje de ida y vuelta. En mi niñez era super forofo, camiseta, poster, lo escuchaba a todas horas. Luego en la universidad, no es que renegara, pero lo dejé un poco de lado porque tenía tantas cosas en la vida. Llegaba la época de querer pasártelo bien, querer ligar, ver qué quería ser el día de mañana, experimentar con muchas cosas y muchas músicas y era como ‘bueno, Queen se ha quedado ahí’. Y luego hay un momento que te hace clic en la cabeza, tienes treinta y pico años y a lo mejor haces ‘ahí va, si es que Queen siempre ha sido mi gran amor’. Volvió y lo hizo para quedarse. Lo sigo escuchando a menudo y es imbatible. Es la banda de mi vida.
En la novela se refleja esa ilusión por el descubrimiento, por ir encontrando canciones, discos, información… eso se ha perdido, ¿es mejor tener la información ilimitada que tenemos ahora o lo de antes?
A veces estoy parado y pienso, si me llegan a decir a mí que un iPad iba a tener como una televisión en pequeñito, yo hubiera dicho ‘lo quiero ya’. Pero he mantenido muchas conversaciones con amigos, sobre todo de mi generación, sobre esto de la investigación, de buscarse la vida y yo creo que lo hacía más bonito. Lo que conseguías lo abrazabas y lo guardabas como oro en paño por lo que te había costado conseguirlo y ahora está muy bien, porque puedes llegar a muchas cosas, pero procuro seguir investigando o cuando pasa, celebrarlo. Recuerdo una vez que iba en taxi escuchando radio clásica y salió un tema que me volvió loco e hice mezcla de varias cosas. Cogí el shazam y no estaba recogido y el tipo nombra a un músico de jazz rápido y lo apunto como puedo en el móvil y me voy a una tienda de discos virtual donde veo quién tiene ese disco y al final lo conseguí, me lo mandó un tipo de Estados Unidos, y fue así. Si no tenemos aventuras de este tipo podemos caer en que lo den todo servido y podemos sucumbir a la máquina, y el ser humano tiene que estar por encima, tenemos que procurar tener esas aventurillas.
Planteas la posibilidad de inventar una máquina para poder volver a leer por primera vez un libro, ver una peli y escuchar una canción y recuperar esa sensación que sentiste cuando lo hiciste, ¿cuáles serían las tuyas?
Quizás leer un libro por primera vez me iría a La sombra del viento de Ruiz Zafón porque había empezado leyendo de chavalín, sobre todo cómics, luego dejé de tener ese hábito de la lectura y fue ese libro el que me reconcilió con la lectura, me reenganchó con una historia preciosa. Querría volver a sentir algo así, de que me atrapó y me indicó un camino. En cine te podría decir miles, pero igual Pulp Fiction, me voló la cabeza. La he visto mil veces, pero como esa primera ninguna, de qué está pasando aquí, está descolocada y me fascinó. Fliparía verla otra vez con esa máquina. Música, igual, te voy a decir West Side Story, el disco, escuchar todas esas músicas por primera vez porque me enamoró desde el primer momento y me gustaría descubrirlas de nuevo por primera vez y decir ‘qué cosa más bonita’.
Reflejas la vida en un pueblo con todo lo que eso conlleva. No había mucha cabida para la diversidad y había mucha mentalidad machista, ¿cómo marca eso en el desarrollo de un niño o adolescente?
Ahora echando la vista atrás, marca, sin duda. Jota podríamos decir que es un chico heterosexual que también le perjudica la imagen de tener que ser el hombre macho, que no llora, que tiene que ser fuerte. Y también existe el hombre heterosexual que es sensible y que puede llorar, es una etiqueta que siempre he dicho… como creo en el ser humano como raza, todo englobado, los seres humanos lloramos y somos sensibles. Luego el que quiera ser fuerte y pegarse, allá él, pero no quieras que yo lo hago porque tenga la etiqueta de ser hombre. Yo no lo elegí, podía haber elegido ser mujer o gato. Yo soy hombre, pero quiero ser sobre todo humano. Yo sí que viví a mi alrededor, en el colegio, incluso empezando la banda de música, esa cosa opresora de hombre macho, de que los hombres tienen que beber alcohol y las mujeres no, de que los hombres no pueden llorar y las mujeres sí, hay que ser duro y pelearse. Yo no quería porque aparte de que era un tirillas y me soplaban y me tiraban al suelo, es que no quería. Se puede ser también hombre sin esas cualidades. La figura de la abuela reprimida que el patriarcado ha marcado mucho, sobre todo en generaciones anteriores. Esa abuela reprimida que tiene muchas cosas dentro, pero que no las puede expresar porque si la ven desde fuera… si quiere bailar, o cantar o ser feliz. Si te mostrabas muy feliz era como sospecha. El que se reía o era feliz en un pueblo antes, era sospechoso de algo. Por eso muchas veces las personas mayores compiten por el sufrimiento y quién tiene más, gana. Y no oye, gana quién es más feliz. Ojalá las generaciones que vienen sepan eso.
Es un libro de recuerdos que da mucho protagonismo al olvido, ¿cómo se asimila esa contradicción?
Es duro porque al final los recuerdos forman parte de las personas. La nostalgia está bien en cuanto a recordar cosas y no olvidarlas, sobre todo las cosas bonitas. Cuando la memoria empieza a fallar, es algo que sufren, sobre todo, los que están alrededor. Quería lanzar ese guiño a mis abuelos maternos que fueron los que más padecieron alzheimer y demencia senil y fue muy duro sobre todo los primeros compases, luego lo asumes y los intentas ayudar y no deja de ser duro, pero al principio es complicado. Ahora creces y ves que les empieza a pasar a otras personas y dices ‘qué pena’, porque parece que a una persona sin memoria le quitas bastante, mucho más de lo que pensamos. Si amamos a otro, tienes que saber por qué lo amas, cuando la memoria se te va, ya esa persona no significa nada para ti y eso es lo más duro que puede haber. Es algo que me obsesiona mucho.
Por no acabar sin tocar todos los palos, ¿es buen momento para el humor?
Creo que es mal momento para muchas cosas, por desgracia y el humor es una más de todas. Creo que el humor es víctima, no al revés, no puedes ser víctima de un chiste, puedes ser víctima de un disparo o de un cuchillazo, pero de un chiste, no. Sin embargo, el humor sí es víctima de que vayamos como pollos sin cabeza, sin tiempo, que queramos opinar de todo, que eso hace que haya mucha fricción entre las personas y estemos irascibles y el humor es una víctima. El que se ríe o es feliz es sospechoso. Dejemos al humor en paz porque no tiene culpa de nada, en todo caso, señala ciertas flaquezas del ser humano, y estaría bien mirar para adentro para intentar mejorar.
Como humorista, ¿miras, ahora, con más cuidado cada comentario que haces?
Quizás sí, pero no como humorista o cómico, sino como pensador o persona, tristemente, sobre todo públicamente. Yo con mi familia y mi entorno me sigo comportando igual y si tengo que hacer un chiste de humor negro, lo voy a hacer y si es blanco, también lo voy a hacer. En mi caso son más de humor blanco, pero porque me gustan más, pero lo voy a hacer sin ninguna duda. De cara afuera, sí que notas que dices, ‘joder, iba a poner una cosa y me la he retenido porque va a haber que dar explicaciones, que no las tiene, pero va a haber que darlas porque te las van a pedir’. Qué pereza, esa es la parte mala. No nos queremos poner cortapisas, pero a veces lo haces, por salud mental, porque quiero dormir tranquilo.
Para acabar y por saciar la curiosidad, ¿qué pasó con Christian Gálvez en un concierto de Morgan?
Estaba con mis hermanas viendo el concierto en La Riviera y le saludé. Empezamos a hablar, te pones al día y en una de esas de ponerte al día le digo que estaba con el nacimiento de Planetario y no sabía qué forma darle y llamó a Gonzalo, que es el editor jefe de Penguin Random House y empezamos a hablar de buen rollo y hubo ese flechazo de decir, ‘tienes las puertas abiertas’. Y empezó todo y Christian me ha ayudado y me ha animado. Fui al concierto a pasármelo bien y me lo pasé muy bien porque Morgan son maravillosos, pero, además, salí con una novela.
Cristina Zavala
Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...