Leiva muestra la cara ‘menos glamourosa’ de los conciertos (hasta que surge la magia)
El músico acaba de arrancar la gira de presentación de su más reciente disco

Leiva, en una imagen de archivo en concierto / Aldara Zarraoa/Redferns
Si uno no lo vive, no es capaz de darse cuenta de ello. Al menos no tan profundamente como lo ha mostrado Leiva en sus más recientes posts en las redes sociales en los que ha dado una verdadera lección de lo que es la cara 'menos glamourosa' de los conciertos.
A todos nos ha pasado salir de un show con la adrenalina al máximo después de haber disfrutado de una hora y media o dos horas de nuestro artista favorito. Pero detrás de esos 90 o 120 minutos hay un trabajo bestial de un enorme equipo técnico, artístico y humano al que pocas veces se le da reconocimiento.
Esa parece ser la idea de Leiva cuando tras arrancar la gira de presentación de su más reciente disco, Cuando te muerdes el labio, ha explicado cómo fueron las horas previas repletas de nervios, dudas, temores... hasta que cuando llega la hora surge esa magia inexplicable entre el artista y su público que sólo se puede vivir en un directo.
Merece la pena leer sin prejuicios esta reflexión del solista de Alameda de Osuna para entender que hasta los grandes de nuestra industria están hechos de carne y hueso por mucho pedestal en los que les querramos subir.
Y al final la solución no solo está en ese talento innato que tienen las grandes estrellas sino también en el trabajo constante de todo el entorno de un artista que trabajo con el único fin de que el público disfrute de un directo que puede llegar a convertirse en el mejor show de su vida.
Todo estaba previsto para que el pasado 30 de abril la gira Cuando te muerdes el labio hubiera arrancado en el Coliseum de A Coruña seguido de varios shows en México pero el de Alameda de Osuna tuvo que cancelar estos primeros directos para recuperarse completamente de su garganta.
PUBLICACIÓN DE LEIVA EN INSTAGRAM
"Así empiezan las giras, llenas de cabos sueltos. Te mueves lento como cuando te curras con alguien en un sueño. No hay forma de llegar al todo ok que llevas meses visualizando en tu cabeza.
Se arremolinan las dudas en la parte alta de la panza, y se parece un poco a algo malo, como vírico. Por momentos pienso que pudiera ser el virus del mono loco ese, aunque cueste creerlo. Me cuelgo un rato con la sensación de estar poniéndome malo, pero el nivel de decisiones no me permite permanecer mucho ahí, así que se apaga esa alarma.
La prueba de sonido no va, es extraña, suena densa, como deslavazada. El recinto es enorme y rebota mucho. Algunos vídeos de la pantalla no están en sincro apenas unas horas antes del show.
Mi amigo Mario suda pomada. Me lo transmite como en bajito y empiezo a sudar esa misma pomada. Dice que hay cosillas por ajustar pero que va a estar bien. Esa info es igual a esto es un desastre, Lei.
Me sugieren que haga un video para redes comentando que empezamos, y que todo increíble para el arranque hoy en Bilbao. Todos saben que no va suceder tal vídeo.
En mi hab del hotel hay algo enganchado en el extractor de humos, y el ruido está acrecentando peligrosamente mi desquicie desde la noche de ayer. Me subo a una silla alta asumiendo un riesgo alto, y trato de pegar encima una toalla con cinta aislante al techo. Muy Spinal Tap.
Juancho ve todo y me dice que hagamos unos txacolís abajo en el bar del hotel. Va, aflojemos un poco. Hablamos de looks de gira y de lo que mola seguir juntos en el camino.
Escuchamos "I can't get next to you" de Temptations camino al recinto en la furgo.
Es fantástica!"
Se mastican los nervios pero el golpecillo de vino amortigua y me hace ver con gran ilusión la escena maravillosa de todos en la furgo de nuevo. Backstage, gente de la crew sudando y órdenes en walkies solapándose. Me pruebo un traje negro con un chaleco sin mangas y me veo fuera de onda tratando de molar. Mi angelillo de la guarda Paz me dice cosas bonitas y me da un beso. Ella es el elemento "casa" que cuando uno está de gira necesita. Igual que Fede.
En el paseíllo al escenario deseo estar viendo El Conde de Montecristo en mi casa con mi perro ciego que murió. Me hace bien pensarlo. A veces cuando llueve mucho y voy caminando por la calle, también lo pienso.
Piso el escenario y veo esa marabunta rugir. Entro en un viejo conocido estado medio abstracto, como en nebulosa. Álex me da la Telecaster y empezamos.
Zas, zas, zas, zas, zas, zas, las seis primeras al cuello. Sin parar.
Bilbao, como siempre, me envía rápido un mensaje de cariño que me aporta la confi exacta que necesito para fluir, soltar y conectarme. A veces cantan a muerte, otras escuchan en un silencio hermoso, como si de una coreografía perfecta de público soñado se tratase. Me quitan la estupidez de un plumazo. De repente vuelvo a ser músico, y tengo los dos pies puestos en mi oficio después de dos años silbando.
Nos abrazamos en el back y aplaudimos a Esme -nueva integrante de la banda-, que se ha salido. Me siento a cambiar repertorio y algunos tonos. Cuando voy camino de reunirme con técnicos para variar dimensiones de escenario, ajustar luces, etc. Juancho vuelve a verlo y me dice BASTA con dos txacolís en la mano.
Horas después caigo rendido en el hotel y el ruido del extractor me mece.
Supongo que la cosa va de vender tu pescado el día que empiezas una gira y amplificar el molómetro, pero mis arranques se parecen más a esto.
Agradecer que empezamos, que estamos vivos y, sobre todo, celebrar que seguís ahí.
Lo demás, poco a poco.
Ahora parece estar en plena forma para afrontar los más de 30 shows en 3 países diferentes que tiene por delante. Esperamos que lo vivido en este primer directo se repita en cuanto al resultado pero que el proceso sea más sencillo. ¡Ánimo Leiva!

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