Especial
Melendi y su 20º aniversario: la historia de una maqueta y la tenacidad de sus fans
El asturiano contó con el apoyo incondicional de sus 'guerreros' en unos duros inicios
La historia de la música está plagada de ejemplos como el que vamos a contar en este reportaje. De cómo la vida de un chaval de Oviedo de apenas 23 años iba a cambiar para siempre gracias a la tenacidad y el apoyo incondicional de la gente que creyó en él y en sus canciones. Ramón Melendi Espina iba a cambiar su futuro durante el verano del 2002 del que ahora se cumplen 20 años.
El asturiano había tenido poca inquietud musical hasta que en 2001 decide dejar a un lado su pasión futbolística para probar suerte junto a algunos amigos en el grupo El bosque de Sherwood. Fue la chispa que necesitaba para dar rienda suelta al caudal creativo que había permanecido dormido durante años.
En aquella época, pese a vivir ya en el siglo XXi, los músicos no tenían la posibilidad como ahora de viralizar sus contenidos en un mercado superpoblado como eran las redes sociales. Los canales abiertos a la música eran limitados y casi todos ellos pasaban inevitablemente por la 'maqueta'. Una prueba de lo que un artista tenía que proponer y que si había calidad solía correr como la pólvora. El caso de Estopa es el paradigma de la maqueta. Melendi también lo iba a conseguir. Como antes El Canto del Loco o La Oreja de Van Gogh.
Pese a hacer algunos 'bolos' en Oviedo, el intérprete no veía mucho futuro en la banda y decidió caminar en solitario. Para ello necesitaba sus propias canciones y melodías. 3 de ellas fueron a parar a su maqueta: Sin noticias de Holanda, Vuelvo a traficar y El informe del forense. Ahora llegaba lo más duro: empezar a escalar hacia el estrellato. Nada sencillo para alguien curtido en la calle y sin demasiados contactos.
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Pero donde falta experiencia hay picardía. En el 2002, aprovechando una prueba discográfica a la que se presentaba su buen amigo Pablo Moro, decide echarle cara y entrega su maqueta a Javier Valiño de la compañía Carlito Records, que tras unos días le llama para ofrecerle grabar su debut. Un álbum con referencias a drogas blandas que quizá estigmatizaron la imagen del asturiano en algunos sentidos. Pecados de juventud que se convierten de alguna forma en su seña de identidad. Como aquella guitarra con la boca de resonancia con firma de hoja de marihuana que le personalizó Francisco Broseta.
En sus letras, como ya hemos dicho, mucha calle, muchas experiencias de adolescentes y un inconformismo que conecta inmediatamente con la gente que ya había escuchado su maqueta. El nombre de Melendi empieza a sonar con fuerza y no solo en su ciudad. Ahí entra en juego la otra pieza fundamental para el despeque de la carrera del artista. Mientras en agosto y septiembre de 2002 se graba su disco, sus 'guerreros' empiezan a coordinarse para promocionar a su ídolo en diferentes ciudades de España.
Para cuando el álbum se pone a la venta el 11 de febrero de 2003 los pilares de su carrera están asentados en una pequeña legión de seguidores que no descansa ni a sol ni a sombra para pedir a radios, ayuntamientos, etc que suenen las canciones de estudio o en directo del ovetense.
Un pequeño gesto que significó un mundo para un artista que empezaba a crear su estética musical y personal. Saber que sus seguidores le apoyaban incondicionalmente convenció a muchos para abrir las puertas. Y el resto ya es historia de la música. Aunque tal y como confesó recientemente durante su visita a un popular programa de televisión "no me caería bien el Melendi de hace 20 años. No me caería bien ese Melendi. Tiene cosas que me harían mucha gracia, pero otras que no. Eso sí, no cambiaría nada de mi vida porque es lo que me ha llevado hasta aquí".
Juan Ignacio Herrero
Redactor de LOS40 desde 2005