¿Comeremos carne de laboratorio en el futuro?
Dicen que por ella pasa buena parte de la sostenibilidad alimentaria del mañana. La llamada carne de laboratorio genera un encendido debate: te contamos qué es, cómo se hace y qué supone para el planeta y los animales.
Comer carne sin que para ello tenga que morir ningún animal y sin generar la huella medioambiental que tiene un filete. Suena a broma o incluso a película de ciencia-ficción, pero es real. Y es posible que, de aquí a no mucho tiempo, algo más extendido de lo que ahora creemos.
La “carne de laboratorio”, también llamada “carne limpia” o “carne sintética” es ya una realidad. Se produce a través de células extraídas de animales vivos, a las que se añaden fermentadores de acero inoxidable para eliminar los desechos. Después, se alimenta a las células con nutrientes para que prosperen y se conviertan en tejidos, primero, y en carne después. El resultado es un filete como los de toda la vida, pero que no ha costado la suya a animal alguno, y con unas emisiones y una huella hídrica mucho (pero mucho) más pequeñas.
Para dar con el origen de lo que para algunos es una revolución alimentaria a nivel global hay que viajar atrás en el tiempo. Pero no demasiado: sólo hasta el año 2013. Fue entonces cuando el científico de la Universidad de Maastricht (Holanda) Mark Post presentó en sociedad la primera hamburguesa fabricada con esta tecnología. Los presentes tuvieron ocasión de probarla, y todos ellos quedaron enormemente sorprendidos: no había diferencia apreciable entre aquella hamburguesa y las que habían probado hasta ese momento.
Aquella hamburguesa salió cara. Muy cara. Hacerla realidad tuvo un coste de 330.000 dólares. Y sin embargo, sólo unos años después el precio de la carne de laboratorio ha descendido muchísimo: hoy en día sigue costando el doble que la carne tradicional, pero ya es una alternativa para prácticamente cualquier bolsillo.
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Inversiones millonarias
¿El motivo de ese desplome en el precio? La gran cantidad de empresas que han apostado por este modelo de negocio, lo que se ha traducido en una mayor competencia y un abaratamiento de los costes. Magnates como Bill Gates o Richard Branson invirtieron en empresas dedicadas a la carne de laboratorio. Compañías como la israelí Future Meats consigió el año pasado la mayor ronda de financiación del sector, con más de 347 millones de dólares. E incluso existe una empresa española dedicada al sector, la vasca Biotech Foods.
Pero el camino no va a ser sencillo. Por el momento, sólo existe un país en el mundo que ha aprobado legalmente el consumo de carne de laboratorio: Singapur. El pequeño e hiperpoblado país asiático otorgó en 2020 la licencia para hacerlo a la start-up estadounidense Eat Just, una de las más pujantes del sector. En el resto del planeta, habrá que esperar para probarla.
Y es que aún quedan muchas reservas para hacerlo. A la oposición del sector cárnico tradicional hay que añadir la reticencia que provoca en muchos consumidores la carne de laboratorio. ¿O quizá no tanto? Según el Informe The Green Revolution 2021, publicado por la consultora de innovación Lantern, casi uno de cada dos españoles (46%) se muestra abierto a comprar carne de laboratorio cuando esté disponible en los supermercados. El 29% de los encuestados muestran una actitud receptiva, afirmando que tal vez comprarían este producto si estuviese disponible en el punto de venta, seguidos del 13%, que señalan que probablemente la compre, y un 4% de la población española, que se muestran plenamente convencidos de su compra. Por su parte, el 27% de los encuestados ha mostrado su total rechazo a la carne cultivada.
¿Y tú? ¿La probarías?