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Diez consejos para hacer compost casero
No importa que no vivas en el campo: elaborar compost es una excelente manera de fertilizar tus plantas, tu pequeño huerto o tu jardín.
En materia de ecologismo, a menudo lo importante es hacerse preguntas. Y en lo que respecta a los residuos, éstas pasas fundamentalmente por plantearse cuántos generamos y cómo los gestionamos.
De entrada, lo que casi todo el mundo sabe hacer: reciclar. España tiene una asignatura pendiente en esa materia. La tasa de reciclado de residuos municipales se situó en 2021 en el 35%, lejos del objetivo marcado por la Comisión Europea del 50% e incluso de la media de la UE, que está en el 48%.
Más allá de los contenedores verde, amarillo y azul, cada vez hay más ciudadanos que dedican un recipiente a echar todos aquellos residuos orgánicos para, con ellos, elaborar el conocido como compost. Una palabra que tradicionalmente estuvo unida al sector agrario, pero que cada vez es más habitual en los hogares, especialmente en aquellos que consumen frutas y verduras en abundancia.
Y es que tiramos muchos (pero muchos) restos vegetales. De media, en los hogares españoles se van a la basura aproximadamente 1,3 kg por habitante y día de desperdicios provenientes de frutas y verduras. Si empezamos a sumar días, meses y años, el resultado es que todo ese material orgánico podría servir para hacer un compost.
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Pero, ¿qué es exactamente el compost? Muy sencillo. Se trata del producto que se obtiene gracias a un proceso biológico de descomposición, que acaba convirtiendo todos esos residuos vegetales en un abono orgánico cargado de nutrientes. Un material prodigioso para nuestras plantas o jardines que es, también, una idea genial desde el punto de vista del respeto al medio ambiente: con el compost se ahorra agua, dado que el terreno abonado con compost captura hasta 8 veces más agua. Además, reduce la cantidad de materia orgánica que va a los vertederos y el uso de fertilizantes inorgánicos.
¿Qué más necesitas para empezar? Quizá, unos consejos sencillos. ¡Ahí van!
1. Una buena compostera. Por aquí se empieza. En realidad, una compostera no es más que un recipiente ubicado en el exterior en el que depositar todos los restos que generes en casa. Sólo hace falta que tenga unas características sencillas: un sistema de ventilación que permita la entrada de oxígeno, esencial para que se produzca la degradación natural de los restos, y una tapa para evitar la inundación en caso de que llueva. Dicho lo cual, es perfectamente posible que tú mismo fabriques tu propia compostera.
2. Ojo a lo que tiras. Bienvenidas son las cáscaras de fruta, las hojas secas y restos de verduras. De hecho, cuanto más variados sean los residuos, mayor será el equilibrio entre los que concentran nitrógeno y carbono y, en consecuencia, mejor será la calidad de tu compost. Además de todos aquellos desperdicios de origen vegetal, también puedes echar cáscaras de huevo, restos de café o té y legumbres. Pero no todo vale: nada de carne, pescados ni huesos. Y, por supuesto, tampoco ningún producto químico, vidrio, metal o plástico, capaces de echar a perder todo el proceso.
3. Dale de comer. No es un animal, ni una planta, pero el compost requiere que le eches nuevos residuos con relativa frecuencia. Ten en cuenta, además, que a medida que los materiales se vayan descomponiendo irán ocupando menos espacio y dejando hueco a otros nuevos. ¿La mejor manera de no olvidarte? Tener a mano un recipiente en tu cocina que, una vez lleno, vaya directo a la compostera.
4. El tamaño importa. Cuanto más pequeños, mejor. El proceso biológico que necesita el compost se realizará de manera mucho más sencilla, rápida y efectiva si todos los residuos tienen un tamaño reducido. Por eso, procura cortar en trozos los restos antes de echarlos en la compostera. Y si puedes triturarlos, mejor que mejor.
5. Remuévelo de vez en cuando. Con el objetivo de que los restos se aireen convenientemente y la descomposición se produzca de la manera más uniforme posible, es importante que dediques unos minutos a remover todo el material de vez en cuando. Puedes, por ejemplo, clavar algún palo para crear bolsas de aire que oxigenen tu compost.
6. Mantenlo húmedo. El aire es importante, pero también el agua. Por eso, y aunque no se trate de una planta, prestar atención a la humedad de tu compost es esencial para que la degradación orgánica se produzca de manera adecuada. Eso sí: tampoco te pases. Demasiada humedad no deja espacio para el aire y el compost puede pudrirse. Por el contrario, si te quedas corto los microorganismos no pueden proliferar adecuadamente, lo que ralentizará el proceso de descomposición.
7. Si necesitas ayuda, la tienes. Hay muchas cosas que pueden contribuir a que el compostaje casero sea un éxito. Los lombrices, por ejemplo, hacen que aumente el proceso de descomposición de los residuos. Agregar bacterias, presentes de manera muy abundante en alimentos como el kéfir, también acelerará sustancialmente tu compost. ¿Más ideas? Elaborar un lecho de ramas o paja, cuya descomposición es lenta y no se compacta fácilmente, también ayudará a que corra el aire.
8. Ten paciencia. Existen residuos de descomposición rápida, lenta… y muy lenta. Así que el compost requiere de tiempo y paciencia. A menudo es cuestión de muchos meses e incluso, en el caso de algunos residuos, de más de un año. Todo lo buen se hace esperar.
9. Examínalo antes de extraerlo. El compost que está listo para ser utilizado ha de tener una textura homogénea, un característico color marrón y no oler mal, sino a un singular aroma que recuerda al de un bosque. Si ese el caso… ¡ya lo tienes!
10. Utilízalo… y haz más. Una vez compruebes los beneficios que produce el compost en tus plantas, tu huerto o tu jardín, no tardarás en volver a ponerte manos a la obra. O, mejor dicho, en ponérselo fácil a la naturaleza para que, con una serie de consejos sencillos como éstos, ella sola haga su trabajo.