¿Qué es el permafrost y por qué debería preocuparnos?
El cambio climático acelera el deshielo del suelo que se encuentra permanentemente congelado, el conocido como permafrost. Y sí: es un grave problema.
El nombre resulta imposible de pronunciar para un hispanohablante: Trʼondëk Hwëchʼin. Se trata de un enclave en el que vive una comunidad de nativos americanos, ubicado en la región de Yukon. Allí, el pasado mes de julio, un minero se encontró con algo que no esperaba: una cría de mamut de 30.000 años de antigüedad.
Aquel pequeño mamut fue bautizado como ‘Nun cho ga’, que significa ‘gran animal bebé’ en la lengua Hän de los nativos. Un hallazgo de gran valor arqueológico que pudo ser estudiado gracias a que el permafrost, la capa de tierra congelada puede mantenerse en ese estado durante miles de años, contribuyó a su perfecta conservación. Prácticamente como si no hubiera pasado el tiempo.
Pero las cosas están cambiando. En las últimas décadas, el deshielo provocado por el cambio climático está haciendo que grandes áreas en las que el permafrost lleva intacto desde los tiempos en los que vivió Nun cho ga comiencen a derretirse poco a poco. Es el caso de Sajá-Yakutia, en Siberia, donde investigaciones recientes han certificado la degradación de la capa.
El problema no es sólo que cambie el paisaje, se desplace a pueblos enteros o se perturbe los frágiles hábitats de los animales que viven en estas remotas áreas del planeta: hay más. El deshielo del permafrost hace que se liberen microorganismos peligrosos como virus o bacterias que llevaban miles de años “hibernando”. Y por si ello fuera poco, al derretirse se liberan millones de toneladas de gases contaminantes como dióxido de carbono y el metano, lo que acelera el cambio climático.
El deshielo del permafrost hace que se liberen microorganismos peligrosos como virus o bacterias que llevaban miles de años “hibernando”
Un legado geológico
Sí: el permafrost debería preocuparnos, y mucho. Así lo recuerda Javier Andaluz, responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción. “En primer lugar, el permafrost es un legado geológico, porque son suelos que se formaron, muchos de ellos, en la Edad de Hielo. También es el hogar para toda una serie de ecosistemas muy singulares. Pero, además, es uno de los indicadores clave en la emergencia climática”, explica. “Es lo que llamamos bucles de retroalimentación positiva: ecosistemas particulares que, al alcanzar determinadas temperaturas pueden quebrar y, con ello, acelerar el cambio climático”. Y no se trata precisamente de un pequeño incremento. “Algunos estudios hablan incluso de que esos gases de efecto invernadero son el doble que los que contiene la atmósfera”, señala Javier.
El permafrost está amenazado por infinidad de factores. “Uno de ellos es el uso de esos territorios como zona de expansión para agricultura y ganadería, lo que contribuye a una liberación adicional de gases de efecto invernadero”, apunta Javier. “Pero muy especialmente, el permafrost está amenazado por el cambio climático. Es evidente que si esos suelos han permanecido congelados durante cientos de miles de años, el incremento de la temperatura global hace que la temperatura del suelo también suba”.
Te recomendamos
¿La solución? Enfrentar la emergencia climática. Un reto que pasa “no solamente por apostar por las energías renovables, sino también por una sociedad con un consumo energético que esté dentro de los límites planetarios”, recuerda Javier. Porque el planeta, pese tener millones de años, también tiene sus límites. Y somos los primeros interesados en no rebasarlos.