Elena Blanco, la inspectora de Carmen Mola, se despide enfrentándose a su peor rival: “Un monstruo que está por encima de todos los psicópatas”

Elena Blanco es el personaje que un buen día unió a Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero. Desde el anonimato de su proyecto en común presentaron La novia gitana, la novela que nos sumergía en la vida de esta inspectora de la BAC que nos ha hecho vivir múltiples aventuras llenas de sinsabores y que hemos visto, incluso, convertida en un personaje de carne y hueso en la adaptación audiovisual.

Lo que iba a ser una trilogía se convirtió en una saga de cinco entregas que ahora presenta su desenlace en El Clan. Y lo que era un proyecto individual de una autora llamada Carmen Mola, acabó siendo el descubrimiento de lo bien que puede resultar la escritura a seis manos.

Para presentarlo ante la prensa, la editorial organizaba una comida a modo de mini boda, como han definido los propios autores, que más bien tendríamos que considera un funeral. Y no porque con esta afirmación queramos hacer spoiler del final de la historia, sino porque toca despedirse de Elena Blanco, es algo que han remarcado los tres hasta la saciedad, para que no quede ninguna duda.

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Novela antisistema

La BAC se desarticula en esta quinta novela que tiene a Madrid como escenario protagonista junto a Liberia para mostrarnos el horror de la migración y de las guerras civiles donde los niños se convierten a la fuerza en soldados crueles y deshumanizados.

En esta ocasión, el equipo de la BAC ha tenido que enfrentarse, como explicaba Agustín, “a su peor enemigo, al enemigo más tremendo que hemos escrito nunca para enfrentarse a la BAC, que ya se presentaba en Las madres, que es esa cosa que es El Clan, que es el sistema, un monstruo que está por encima de cualquiera de los psicópatas que hayamos escrito”.

También aseguraba que “es nuestra novela más real porque todo lo que estamos contando, los crímenes que se describen, por desgracia no son fantasía, sino que son descripciones de cosas que realmente han pasado y que nosotros estamos metiendo en el universo de Elena Blanco”.

“Nosotros somos un poco más estilizados que Villarejo, pero poco más. Al final, lo que hay en El Clan, uno lo encuentra en muchas páginas de los periódicos, esta es la parte terrorífica”, añadía, “la conexión que engloba jueces, políticos, empresa privada…”.

“Una de las cosas que detona eta novela son las imágenes de los niños soldados de Liberia, vestidos de carnaval, completamente enloquecidos y con metralletas en la mano. Este tipo de imágenes nos hacen preguntarnos por qué nos enganchan y nos generan un montón de preguntas. Y aparte de preguntarnos cómo un ser humano puede llegar a este lugar, cómo un niño de 16 años puede llegar ahí, creo que hay una pregunta más terrorífica que es, quién se está beneficiando de esto, quién está ganando dinero a costa de este niño de 15 años que tiene una metralleta que, evidentemente, alguien le ha puesto en la mano y está totalmente enloquecido. Nosotros llegamos a esa realidad. No hay que ser hipócritas. Vivimos en un sistema que se alimenta de los más miserables, de la gente que menos tiene. Ese es el fondo de El Clan”.

El fin de Elena Blanco

Jorge destacaba que es un libro de Carmen Mola y que, por tanto, “va a tener su parte de qué barbaridad, su parte de sangre, va a tener su parte de amor, de relaciones, pero lo que sí que quiero decir es que es la última novela de Elena Blanco. No la vamos a resucitar, no vamos a hace precuelas. Cheska no está viva y la BAC se ha acabado, ya no va a seguir. No vamos a volver a escribir novelas de la BAC. Queríamos dejar a la gente con buen sabor de boca, una trilogía de cinco era el modo de acabar con ella y esperamos que la gente se enfade mucho con nosotros cuando acabe de leerla y diga, ¿cómo? ¿no va a haber una sexta?”.

Pues no, lo tienen muy claro. Dicen que no es bueno decir nunca por lo que pueda pasar, pero ellos parecen tenerlo bastante meridiano. Eso sí, aclaran que el final de Elena Blanco no supone el final de Carmen Mola. “Aquí se inicia uno de esos mini duelos que hay que hacer en la vida cuando algo se acaba, algunos son más grandes, otros más pequeñitos. Este lo considero de los grandes. Hay que despedirse de Elena Blanco. Es un personaje que nos encanta y le hemos visto pasar por un montón de avatares y quiero pensar que ha tenido una infancia muy feliz, de la que apenas hemos hablado porque en la edad madura se lo hemos hecho pasar bastante mal”, añadía Antonio.

El brutal enemigo

“Esta novela tiene las características de Carmen Mola de arrancar con fuerza, esta vez en Liberia con los niños soldado y escenas aterradoras, sobre todo, porque son reales. En seguida lanzamos la trama al ritmo que nos gusta, que es, al galope, con muchos giros y siempre buscando provocar muchas emociones al lector y con un final que está a la altura de lo que se espera de nosotros que es brutal”, reflexionaba Mercero.

Más complejos en el retrato de la sociedad, este desenlace es el más social de todas las novelas. “El psicópata se define por la falta de empatía y el sistema, que no solo mira con indiferencia la desigualdad social en el mundo, sino que, además, saca rendimiento económico de ella, es el ejemplo más aterrador de la falta de empatía. Tenemos al gran psicópata de la serie de Elena Blanca que es el sistema y su monetización de la miseria humana y la desigualdad”,

Los momentos de Elena Blanco

Hemos vivido muchos momentos con la inspectora, pero los autores se quedan con algunas escenas especiales por uno u otro motivo. Antonio Mercero se queda con ella cantando en el karaoke, “es quedarme con su desamparo. En el trabajo es decidida, tiene energía y es muy gallarda, pero para mí una de las palabras que definen a Elena Blanco es el desamparo y cuando está cantando un poco borracha en el karaoke me parece que aparece ese desamparo más claramente que en otros pasajes”.

“Me acuerdo el día que creamos a Elena Blanco cuando dijimos, vamos a escribir una novela y nos invitamos aquello de la novia. Nosotros nunca quisimos hacer aquello del gore, pero necesitábamos una forma de matar a la hermana que fuera inconfundible, no la podíamos matar de un disparo porque había coincidencia con su hermana. Teníamos que buscar una manera que fuera extraña y se le ocurrió a Agustín lo de los gusanos”, admitía Jorge Díaz. “Tengo una plantación de gusanos en casa”, añadía el aludido.

“Cogimos todas aquellas características de los detectives de los años 50 americanos y nos planteamos trasladarlo y en lugar de bourbon le pusimos grappa. Y le dimos una característica que luego no hemos puesto hasta esta novela y es que la ilusión de su vida fuera cantar en el Festival de San Remo. En esos momentos que dice que está desamparada, también es ella misma”, continuaba Jorge, “es cuando se evade de la BAC y cuando piensa en una canción para cada uno de sus compañeros. Esa Elena que quiere a los demás, aunque no se lo sepa hacer ver, es lo que más me gusta”.

“A mí no me gusta Elena Blanco, estoy feliz de no tener que escribir más. Me quedaría con dos, uno es el final de La novia gitana porque creo que es cuando se define del todo el personaje de Elena Blanco. Es cuando recibe el vídeo de su hijo y descubre que no está muerto, sino algo peor, que es un asesino. Ahí se produce una especie de magia en el personaje que hace que se catapulte a otro sitio. El personaje cobró vida”, contaba por su parte Agustín. Él también se quedaría con las últimas páginas de El Clan, “me parece que es 100% Elena”.

Si hay que despedirse de Elena Blanco, no ocurre lo mismo con Carmen Mola. Los autores aseguran que seguirán escribiendo juntos, tal vez después de darle una oportunidad, de nuevo, a sus voces como autores en solitario.