Un crimen real inspira ‘El último Stradivarius’ con prólogo de Vargas Llosa: Viajamos con Alejandro G. Roemmers a Cremona, la cuna del violín
Un empresario multimillonario apasionado de la literatura, amigo del Papa Francisco, enfrentado a José Luis Moreno y que escucha reguetón
Alejandro G. Roemmers, recorriendo los lugares que marcaron la vida de Antonio Stradivari en Cremona. / Javier Ocaña (imagen cedida por Editorial Paneta)
Italia es uno de esos destinos que muchos tienen en la cabeza por ciudades como Roma, Venecia, Florencia o Milán. Pero tiene muchos otros rincones dignos de conocer y uno de ellos es Cremona. De hecho, he de confesar que tuve que buscar en el mapa para situar este pequeño pueblo en la bota cuando la editorial Planeta me invitó a viajar con ellos y Alejandro G. Roemmers hasta allí.
El motivo era más que evidente, el argentino acaba de publicar El último Stradivarius, un thriller con toques históricos que tiene como protagonista a uno de estos violines tan valorados que tuvo su origen en este pequeño pueblo italiano de apenas 70.000 habitantes hace casi 300 años.
Siempre es bueno momento para conocer un sitio nuevo y más si la excusa es musical. La propuesta incluía visitar la casa de Antonio Stradivari o el Instituto de Instruzione Superiori que lleva su nombre, una escuela Internacional de Lutheria sita en un palacio renacentista. Una inmersión total en la historia de un instrumento muy valorado que tiene cabida, incluso, en la música mainstream.
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La creación de instrumentos de cuerda como el violín es todo un arte que muchos eligen estudiar. Cremona es casa de muchos talleres de lutería por los que pasan artesanos de todo el mundo interesados en conocer las prácticas que llevan años perfeccionando.
Antonio Stradivari comenzó a trabajar en el taller de Amati cuando apenas era un adolescente y fue elaborando instrumentos hasta pasados los 90 años. Una larga vida dedicada a su pasión y derrochando talento dando prioridad a la estética de un instrumento clave en la época y cuidando y potenciando su sonido.
Cremona, la cuna del violín
La llegada a Cremona se produjo después de aterrizar en el aeropuerto de Milán y un viaje en autobús de casi dos horas. La primera gran sorpresa fue encontrarse con la Catedral de esta localidad, totalmente inesperada por su grandiosidad. Un vasto templo románico continuamente readaptado con elementos góticos, renacentistas y barrocos en perfecto estado de conservación, con visita libre y gratuita.
Por lo que hay que pagar es por subir los más de 500 escalones que llevan a lo alto de su torre del campanario, el Torrazzo di Cremona. Desde allí se observa la extensión de este pequeño pueblo rodeado de verde. Y desde esa altura se respira esa misma calma que transpiran sus calles que todavía no han sido invadidas por un turismo exacerbado lo que permite recorrerlas con tranquilidad y sin agobios.
Catedral de Cremona. / Javier Ocaña (imagen cedida por Editorial Planeta)
En el primer encuentro con el autor ya nos explicó que fue un hecho real el que inspiró su historia, un doble asesinato en Paraguay donde el motivo era el robo de unos Stradivarius. Son instrumentos que pueden llegar a estar valorados en 20 millones de euros si tienen un certificado de origen y documentos que avalen su historia y las manos por las que han pasado.
Roemmers no duda en afirmar que él, después de investigar sobre el tema durante la pandemia en su casa de campo en Argentina, cree que “es una buena inversión si yo tuviera una fundación. Es una forma de tener un dinero seguro porque se van revalorizando y, además, como fundación lo puedes prestar a músicos famosos para dar conciertos. Es algo bueno que se podría hacer”. De momento, en este viaje, ha podido sostener por primera vez uno en sus manos.
Pero no fue ese asesinato el que llamó la atención del autor, sino la sorpresa que le produjo que “en una localidad tan alejada de todo, el crimen hubiera sido para robar unos violines Stradivarius que valen muchísimos millones de euros. Quería saber cómo esos violines habían llegado al medio de la nada, en Paraguay, porque no son habituales”.
Alejandro G. Roemmers en Cremona
¿Quién es Alejandro G. Roemmers?
Muchos se preguntarán quién es Alejandro G. Roemmers, este apasionado del arte, la belleza y la cultura que pese a pertenecer a una de las grandes fortunas argentinas por la empresa farmacéutica familiar, ha desarrollado un lado bohemio centrado en las letras, el disfrute, la cultura y la espiritualidad.
“Mi familia quería que yo me dedicara a la empresa y yo me quería dedicar a la literatura o la filosofía, me gustaba todo lo que era la cultura, el pensamiento y lo espiritual, sobre todo. Mi padre me dijo, ‘a ti te gusta vivir muy bien, yo no te voy a mantener toda la vida, así que, piénsatelo bien y si quieres ser profesor de filosofía ya verás cómo vives’. Me decidí por trabajar 20 años en la empresa y después retirarme para hacer otras cosas que me interesaban más y así lo hice”, explica. Sigue vinculado a los negocios, pero ya no está todo el día en la oficina.
Es un multimillonario bohemio que busca vivir en una continua primavera o verano, aunque se acerca a las estaciones de esquí porque le gusta practicar ese deporte.
“El arte nunca es suficiente, pero hace la vida más vivible porque se podría vivir en un mundo sin arte, pero no sería lo mismo. Es como si todo fuera en blanco y negro”, reconoce asumiendo que no puede conseguir la paz mundial. Él trabaja en proyectos de fraternidad y paz en el mundo y ha recibido premios internacionales por esa labor social. De hecho, este mismo año ha recibido el nombramiento de embajador por la Paz del WOFP (World Organization For Peace).
Alejandro G. Roemmers, recorriendo los lugares que marcaron la vida de Antonio Stradivari en Cremona. / Javier Ocaña (imagen cedida por Editorial Paneta)
Pero no todo es tan idílico en su vida, también le han rodeado diferentes polémicas a las que ha tenido que hacer frente. Una de ellas, el litigio con José Luis Moreno al que acusó de estafa. Asegura que ha ganado una primera instancia en un juicio civil, pero le queda más procedimiento por delante. “La justicia lo tiene que condenar a él penalmente por estafa, pero el juicio es tan complejo y tiene los mejores abogados que existen, porque dinero tiene, que lo complican todo. Seguirá y ganaré todo porque está todo a la luz”, explica, “aunque no creo que recupere el dinero”.
Al margen de polémicas, se ha centrado en su carrera literaria publicando varias novelas y poemarios. Sus libros El regreso del Joven Príncipe y El Joven Príncipe señala el camino se han traducido a 30 idiomas y han vendido más de tres millones de ejemplares.
Vivió en España cuando era joven y estudió en el colegio Los Rosales y sigue muy ligado a nuestro país.
¿Cuál es la historia de El último Stradivarius?
Esta novela está divida en dos tramas muy distintas. Una contemporánea que se centra en la investigación de un doble asesinato. Un alemán asesinado en su casa junto a su hija adolescente en su casa de un pueblo de Paraguay.
Dos agentes que se ven involucrados. Un comisario que sabe apreciar el arte, pero que vive un momento personal complicado con una mujer cada vez más distante. Y un sargento que no entiende nada de arte, ni valores, porque no duda en traicionar a su superior para conseguir su mejora profesional.
Por otro lado, otra historia arranca en Cremona, en ese taller de Amati donde Stradivari forja su vida, se casa dos veces y mantiene a sus once hijos, algunos de los cuales siguen sus pasos en la lutería. En sus últimos días experimenta y se enfoca en construir el último Stradivarius, un violín con tintes mágicos, capaz de acabar con la maldad. O eso, por lo menos, es lo que recoge el autor en su novela que mantiene un difuso límite entre realidad y ficción.
El autor va recorriendo el destino de ese violín a lo largo de la historia incluyendo a personajes tan emblemáticos como Casanova o Verdi o momentos tan relevantes como el de los campos de concentración nazis. Todo para seguir la pista de ese último Stradivarius y conocer su destino que acaba siendo totalmente inesperado.
Prólogo de Mario Vargas Llosa
Hasta ahora, Roemmers le había dado importancia al mensaje en su obra, pero con esta novela, ha priorizado el carácter literario y está convencido de que esta es su mejor novela hasta ahora. “Tenía ganas de dar un mensaje sobre la paz y lo bueno de la enseñanza del arte para la sensibilización el espíritu y la mejora del ser humano y darle importancia a la cultura occidental que termina en este espacio que es la unión europea que después de tantas guerras y vicisitudes y enfrentamientos se logra este espacio de paz que hay que defenderlo y es ejemplo para otras regiones del mundo donde todos los países vecinos están en guerras continuas”, expone.
Con ese objetivo de conseguir su mejor obra literaria decidió mandarle el manuscrito a Mario Vargas Llosa que previamente había estado en la presentación de una novela anterior. Su intención era que le sugiriera alguna mejora en su narrativa, pero “nunca me imaginé que iba a hacer lo que hizo. Sabía que estaba un poco mayor y afectado. Nunca más llegué a hablar con él personalmente y no se lo pude agradecer como hubiera querido y quedé muy conmovido”.
Fue su hijo Álvaro el que le entregó el prólogo que escribió para el libro. “Me dijo, ‘mi papá se empeñó en escribir esto, después ya non podía escribir porque le temblaba mucho la mano y me llamó para dictarme el final y me dijo que si no podía estar en la presentación de tu novela yo tenía que ir y leer este escrito’. El último escrito que leyó fue el tuyo y lo último que escribió fue esto’”, recuerda.
Un prólogo en el que el escritor peruano asegura que le presentaron a Roemmers como empresario, pero que nunca hablaron de negocios, siempre lo hicieron de cultura o temas espirituales.
Dedicatoria al Papa Francisco
El Papa Francisco es uno de los personajes históricos de la novela que tiene un papel anecdótico. También está presente en la dedicatoria, algo que no contempló en un inicio, de hecho, no aparece en la primera edición argentina del libro.
Hace 30 años, Roemmers había soñado que iba a existir un Papa argentino que él iba a conocer y ocurrió. “Cinco días antes de fallecer tuve un sueño con él en el que, curiosamente, me pedía que lo pusiera ahí. Me dice, ‘no me has puesto en tu libro’. ‘Claro que te he puesto en mi libro’, le decía yo. ‘No, no, pero con tu mamá’. ‘¿Cómo que con mi mamá? Ah, ¿en la dedicatoria?’. Y el Papa me dice, ‘pero has puesto a un rabino que es amigo mío’”, relata.
“Lo puse a raíz de este sueño donde me dice ‘pensálo’. Al día siguiente llamé a mi editor y le dije, vamos a poner al Papa en la dedicatoria porque me lo pidió. Fue muy real el sueño. Unos días después murió. Curiosamente, Vargas Llosa y él fallecen con muy pocos días de diferencia y antes de que yo presente el libro”, expone. Le consideraba un amigo, han hecho cosas juntos y tenían complicidad.
Un doble crimen real
El origen de esta novela está en una noticia de actualidad. Un arqueólogo y lutier alemán, Bernard Raymond Von Bredow y su hija fueron asesinados para robarles varios Stradivarius y él presentaba signos de tortura. No se sabe muy bien qué había detrás de aquello.
Aunque más allá del crimen, a Roemmers lo que le interesaba del suceso es saber cómo habían llegado allí esos violines. “Si tenía el poder económico para comprarlos porque eran de él, cómo había decidido vivir ahí solo con su hija en un lugar tan apartado. Eso para mí es un misterio y creo que nunca lo sabremos”, reflexiona, “otra posibilidad sería que esos violines non fueran de él y los tuviera como lutier para restaurarlos”. Pero entonces la duda es saber por qué no se instaló en otros lugares como Italia o Suiza y se quedó en aquel paraje tan retirado en Paraguay.
No conoce la historia ni el destino final de aquellos violines y parece convencido de que nunca la conocerá, pero le ha servido como punto de partida para inventar la suya propia en esta novela que pase a lo que puedan creer algunos, no puede encasillarse en el realismo mágico, algo que no le gusta porque no cree en lo sobrenatural. Sí en las coincidencias y en este viaje se ha encontrado varias, como el hecho de que en la casa de Stradivari haya un violín con un nombre parecido al que le ha puesto él al de su novela o un piano de la misma marca, Bechstein, que menciona también en su historia.
No cree en la magia, pero sí en los sueños premonitorios o señales que sí ha tenido en alguna ocasión.
Relación con la música
El violín y, por tanto, la música, tienen un protagonismo especial en esta novela. “La música nos toca como nadie más. Me siento un poquito músico porque, para mí, la poesía es música escrita con palabras. Hasta la prosa tiene una cierta música, por eso me gusta leer en silencio porque las palabras tienen su música interna”, reivindica Roemmers.
“De chico fui educado porque mi mamá era concertista de piano, no siguió tocando profesionalmente porque se casó y tuvo cuatro hijos y se dedicó a nosotros y dejó la pintura, pero me sensibilizó con la pintura y la música. Me llevaban a conciertos y óperas. Aída la escuché con 8 años, estoy muy acostumbrado a la música y tengo buen oído”, reconoce.
Le concede una importancia vital, “creo que el tema de sensibilizarte para el arte te abre una dimensión de tu ser que te va a alejar más de la violencia y la agresividad y te va a acercar a cualidades que tienen más que ver con una armonía con la bondad y la creatividad. Hay mucha gente que si a Adolf Hitler le hubieran admitido en la escuela de pintura no habría destruido gran parte de Europa y es probable”.
Le da valor a todo tipo de música. “A mí me gusta la música popular de muchos países y escucho muchísima. Escucho más música popular que música clásica, sobre todo, hoy en día. Temas románticos latinos, muchísimo, escucho reguetón también, cumbia, porque estoy rodeado siempre de gente joven”, admite.
Solo hay una música que reconoce que no le hace bien, “es la música electrónica en general, sobre todo cuando tiene mucho golpe que siento en las vísceras, me atraviesa, me parece que no me hace bien. La ciencia efectivamente demuestra que las plantas se alejan de ese tipo de sonido y los animales también. Es el sonido menos favorable. Yo sé que mucha gente necesita tomar sustancias como para eso vivirlo, pero es otra experiencia. Yo nunca tomé ninguna sustancia que me altere el estado de conciencia. Así y todo, he ido un rato a discotecas, pero no me puedo quedar mucho rato”.
En cuanto a si llegará el momento en el que las creaciones con IA nos emocionen tanto como las obras creadas por un ser humano, “quiero creer que no, pero no lo puedo afirmar. Desde el punto de vista intelectual, la IA supera a cualquier ser humano porque tiene la experiencia de millones de seres humanos. Desde el punto de vista de creación, hoy ya puede producir cosas muy interesantes cuando le das determinadas directivas”.
“Puede ser que, para determinado tipo de arte, cine o dibujo animado, efectivamente pueda lograr cosas asombrosas y mejores que las que haga un ser humano. Yo creo que lo mejor va a ser la combinación”, añade.
Cree que la IA es una herramienta muy productiva, “pero si va a poder hacer música que nos emocione, no lo sé, pero tampoco lo puedo negar porque si le metes todas las composiciones de la humanidad ahí dentro y le das también la cantidad de seres humanos a los que les gusta, tiene el algoritmo de placer o gusto de cada composición, te puede armar combinaciones que, por lo menos, van a ser capaces de lograr cosas originales”.
El tiempo dirá, de momento, disfruta con la música y la convierte en protagonista de su obra. Y con él hemos descubierto un pueblo con encanto que nos traslada a un pasado ya lejano lleno de arte.