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Cuando el rock fue juzgado en el Senado de Estados Unidos: cuarenta años de la polémica

Frank Zappa, Dee Snider (Twisted Sister) y John Denver testificaron defendiendo la libertad de expresión

Dee Snider, de Twisted Sister, testificando en el Senado de EEUU el 19 de septiembre de 1985. / Mark Weiss

El 19 de septiembre de 1985, el Comité de Comercio del Senado de Estados Unidos se convirtió, por un día, en una especie de tribunal moral de la cultura popular. Bajo la atenta mirada de los legisladores y de un país polarizado, varios músicos de rock comparecieron para defender la libertad artística frente a las acusaciones del Parents Music Resource Center (PMRC), un grupo de presión que reclamaba controles más estrictos sobre las letras que consideraban obscenas, violentas o satánicas. Cuarenta años después, aquel episodio sigue siendo recordado como un choque frontal entre el poder político, los guardianes de la moral y una generación de artistas que no estaba dispuesta a aceptar censura.

El PMRC había nacido en 1985 impulsado por Tipper Gore, esposa del entonces senador demócrata Al Gore, junto con Susan Baker, esposa del secretario del Tesoro James Baker, y otras mujeres influyentes de Washington. Alarmadas por lo que escuchaban sus hijos en discos de heavy metal, rap o pop, pusieron en marcha una campaña que denunciaba la “pornografía musical”. Su propuesta más conocida fue la de colocar una advertencia explícita en las carátulas de los discos con letras “inapropiadas”, algo similar a la clasificación de las películas.

El movimiento tuvo eco en sectores conservadores y religiosos, en plena era Reagan, cuando los debates sobre los valores familiares se habían convertido en eje político. La industria musical, sin embargo, veía la iniciativa como una amenaza a la libertad creativa y como una forma de censura encubierta.

Aquel 19 de septiembre, el Senado organizó una sesión para escuchar a ambas partes. El ambiente fue solemne, con senadores de traje oscuro y artistas que, en muchos casos, llegaban por primera vez a un foro político. Entre los músicos citados destacaron Frank Zappa, pionero del rock experimental y defensor acérrimo de la libertad de expresión; Dee Snider, líder de Twisted Sister, banda de heavy metal acusada de promover violencia y rebeldía juvenil; y John Denver, cantautor de folk de imagen limpia, cuya presencia sorprendió a muchos y reforzó la idea de que el debate no solo afectaba a los sectores más extremos del rock.

Zappa, con su habitual ironía, denunció la iniciativa como “una lista de control estúpida” y la comparó con medidas propias de un Estado autoritario. Dee Snider, pese a su apariencia de melena rubias y chaqueta de cuero, dio un discurso articulado en defensa de sus letras, señalando que eran metáforas y no incitación al mal. John Denver, por su parte, evocó su propia experiencia de censura en los años sesenta y advirtió del peligro de cualquier limitación al arte.

La audiencia no terminó con una resolución inmediata, pero sí marcó un antes y un después. La industria discográfica, para evitar medidas más severas, aceptó implementar de manera voluntaria el famoso sticker: “Parental Advisory – Explicit Lyrics”, que desde finales de los ochenta empezó a aparecer en muchos discos. Esa pegatina en blanco y negro se convirtió en un icono cultural: lo que pretendía ser una advertencia terminó siendo, para muchos adolescentes, un reclamo. Comprar un disco con el sello de “contenido explícito” equivalía a transgredir, a formar parte de una comunidad que desafiaba a la autoridad.

La polémica no frenó la creatividad de los músicos, pero sí abrió un debate sobre la responsabilidad social de las letras. En los años noventa, con la expansión del hip hop, la pegatina se hizo omnipresente en portadas de N.W.A., Tupac Shakur o Eminem, y en discos de rock alternativo de Nirvana o Nine Inch Nails. Muchos artistas usaron la etiqueta como emblema de autenticidad, revirtiendo su propósito original.

En términos legales, la iniciativa del PMRC nunca llegó a traducirse en censura estatal, pero sí marcó la relación entre política y cultura popular. Aquellas audiencias fueron el recordatorio de que la música no era solo entretenimiento: era también un espacio de confrontación ideológica. La figura de Tipper Gore quedó asociada para siempre a la batalla contra el “rock obsceno”, mientras que Zappa, Snider y Denver reforzaron su papel como defensores de la libertad de expresión.

Cuarenta años más tarde, el episodio de 1985 se percibe como una metáfora del eterno pulso entre arte y moral pública. Lo que entonces parecía una amenaza de censura terminó transformándose en un sello estético que definió a toda una generación. El “Parental Advisory” pasó de advertencia a símbolo de rebeldía, estampado incluso en camisetas y objetos de merchandising.

La audiencia cambió también la percepción de la música como campo de batalla cultural. Fue la prueba de que las letras de las canciones, más allá de su ritmo y melodía, podían desatar un debate nacional sobre valores, libertades y control. Un cuarto de siglo después del inicio del rock, el Senado de Estados Unidos había reconocido, quizá sin quererlo, el poder político de la música.