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Beyoncé y Jay-Z, crónica de una reconciliación anunciada
The Carters superan sus infidelidades y muestran su amor ante 47.000 personas
Sólo ellos podían reconciliarse delante de 47.000 personas. Beyoncé y Jay-Z han sido los protagonistas de una de las historias de infidelidad más conocidas en el panorama musical. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga: esto les ha servido para sacar un disco en sollitario a cada uno, un disco conjunto reconciliándose e irse de estadio en estadio en una gira mundial.
Este miércoles 11 de julio tocaba el Estadio Olímpico de Barcelona. Beyoncé y Jay-Z hacían parada en la Ciudad Condal con su On The Run Tour II, una gira que incluye casi 40 canciones en las que van, vuelven, se van otra vez y finalmente (SPOILER) se besan delante de las miles de personas que gritan sus nombres.
The Carters, la familia afroamericana más poderosa del mundo, demuestra su fuerza sobre el escenario dando uno de los shows más espectaculares en cuanto a luces, infraestructura, escenario, vestuario y repertorio.
Sin embargo, es Beyoncé la que lleva el peso del concierto. Canta, baila, se ríe, interactúa, llora, se acerca a Jay-Z, se aleja y, cuando le da la gana, le dice "ven" y Jay-Z "lo deja todo". Normal, sabiendo que este último le fue infiel con "Becky, with the good hair" y tiene que hacer todo para que le perdone.
Todo esto, claro, medio realidad medio ficción. Realidad porque ambos lavan los trapos sucios delante de un público que, literalmente, ve a la pareja como unos dioses a los que adorar. En la ficción porque todo está más que medido, estudiado y la reconciliación ya llegó hace tiempo. Pero hay que exprimirla, está claro.
La gira mundial OTR II está siendo un éxito: una auténtica celebración del amor, la familia y la cultura. Una escenografía impactante, una Beyoncé que lo da todo con sus coreografías, complicidad entre la pareja, una cuidadísima realización audiovisual con unos vídeos cargados de significado e imágenes preciosistas y un Jay-Z que se mete al público en el bolsillo con su carisma y sus ritmos. La pareja, además, es acompañada por 17 bailarines y una banda de 26 músicos. Vamos, un bombazo.
A pesar de todo, lo importante de este espectáculo no es demostrar que ambos han superado sus infidelidades y que han salido reforzados como pareja. Lo esencial de On The Run Tour II son los tres mensajes que se lanzan al público.
El primero es la importancia del amor, de la familia y la fraternidad. El segundo es el poder feminista, con una Beyoncé que supera con creces en todos los sentidos a su marido y se ensalza como una auténtica diosa en pleno siglo XXI. El último, y no por ello menos importante, es la igualdad racial y la conquista de derechos por parte de la raza negra: el concierto es una denuncia a todas las injusticias racistas que ha habido (y hay) en el mundo. Beyoncé, una mujer negra, es el icono de miles y miles de personas, de todas las razas, géneros y orientación sexual. ¿Qué más conquista que ésta?
Beyoncé supera con creces en todos los sentidos a su marido y se ensalza como una auténtica diosa en pleno siglo XXI
El concierto, por tanto, va rodado. Lo mejor de todo es ver cómo Beyoncé se mueve en su hábitat natural, el escenario. Ella, junto a su cuerpo de baile, protagoniza los mejores momentos del show, los más álgidos. Lo peor, en el lado contrario, es el inacabable repertorio, con ciertos temas que sobran y con algunos momentos en los que Jay-Z parece que está de pegote.
Pero hay que recordar que es una gira conjunta, una gira de reconciliación, de reivindicación y de magnitudes estratrosféricas. Además, ver a Beyoncé en directo siempre es un espectáculo y más si todo se salda con un beso junto a su marido y padre de sus hijos (que por cierto, aparecen constantemente en las pantallas).
Nunca antes había tenido más sentido cambiar este refrán: detrás de una gran mujer, hay un gran hombre. En este caso, Beyoncé se endiosa para dejar en un segundo plano a un gran Jay-Z que hace del concierto una mezcla entre R&B, rhythm, blues y hip-hop y, sobre todo, no tiene miedo alguno en admirar a su mujer ante las miles de personas del público. Como para no.