Un buen trago de lejía por ‘Bleach’, el primer disco de Nirvana
Se cumplen 30 años de Bleach, el disco de debut que forjó el mito
En los pasillos del instituto Aberdeen High School correteaban los adolescentes embebidos en conversaciones de nula trascendencia. Los egos florecientes derivaban en ombligos del mundo, autoconocimiento, bromas de mal gusto rozando el bullying y un sempiterno aquí estoy yo.
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Kurt Cobain y Krist Novoselic, inscritos en ese centro educativo, se escapaban de esa bulliciosa rutina disfrazada de normalidad. Los silencios entre ellos eran la norma, la comunicación fluida no era siquiera necesaria para sustentar esa amistad. Había un vínculo indivisible entre ambos forjado a base de ondas invisibles. De carácter sonoro. Un hilo conductor que se retroalimentaba gracias a grupos como The Melvins, por los que sentían una íntima devoción.
Rápido surgió el afán por dar salida a esos torrentes de creatividad y desidia que recorrían su interior. Igualmente frenética fue la búsqueda de alguien que les acompañara en ese viaje. Dave Grohl, tercer integrante histórico de Nirvana, todavía no existía para ellos. Las primeras demos se grabaron en 1988 con Dale Crover, curiosamente batería de los Melvins. Mientras tanto, proceder a la búsqueda de nombres, cada cual más hilarante: Skid Row, Pen Cap Chew, o Fecal Matter como grupo previo de Cobain y Crover, sin Novoselic en el horizonte. Al final, escogen Nirvana como nombre que quedaría adherido a la historia del rock. Y que borraría del olimpo de los dioses de forma automática a otro grupo del mismo nombre, un par de décadas anterior, de carácter más lisérgico y procedencia británica.
En Bleach se deshacen de Crover (aunque conservarían alguna de sus grabaciones para usar a posteriori en el disco) y entra en el trío Chad Channing a las baquetas. Entre ellos, bajo la atenta mirada de Sub Pop, discográfica que sentía la necesidad de expandir el incipiente sonido grunge desde los sótanos mugrientos independientes y con la figura de Jack Endino a las labores de producción y un inesperado mecenas: Jason Everman, que aparece en los créditos del disco como guitarrista pese a no haber tocado un solo acorde. Lo que sí que hizo fue financiar el disco usando de su propio bolsillo unos seiscientos y pico pavos estadounidenses, seiscientos seis con siete dólares para ser exactos, para dar a luz un disco de debut del que, pese a su razonable éxito, sus protagonistas renegarían en varias ocasiones.
Bleach es un compendio de bilis, distorsión, suciedad melódica y crudeza en las letras que empezaban a mostrar los complejos engranajes que movían el interior de Cobain. Bleach es un maldito trago de lejía que aun a pesar de que está destrozando tu interior, por fuera no provoca una sola mueca de dolor a quien lo ingiere. Bleach es lo más acelerado que parió Nirvana, quizá su disco más deudor del punk. Alejándose de las ejecuciones maestras, de las interpretaciones clavadas y de la limpieza instrumental. Arañazos inmisericordes a guitarras afiladas, escupitajos sonoros con sabor metálico de sangre. Vendieron cinco millones de copias en todo el mundo, pero con algo de trampa, ya que hay reediciones de por medio. La que realmente consiguió petarlo fue la reedición de 1992, aprovechándose del éxito que había tenido el siguiente largo de la banda, no sé si os suena, un tal Nevermind. Pero es que además en 2009 Sub Pop sacó de sus entrañas una reedición remasterizada que además se abastecía de unas cuantas canciones en directo. Y a la que tampoco le fue nada mal.
¿Y por qué Cobain y cía reniegan de Bleach? Parece ser que se vieron demasiado empujados hacia esa crudeza sonora que inunda las 13 pistas del mismo. La distribución original de las canciones se vio alterada en varias ocasiones hasta dar con la tecla, la grabación se realizó en solo treinta horas y Kurt había escrito la mayor parte de las letras la noche anterior a que comenzaran las grabaciones. Todo un hito creativo que supuso una losa para Cobain, que afirmó con posterioridad sentirse triste aquella noche, y alegando que todas las canciones de ese disco se habían empapado de esa tristeza: «Era como si estuviera molesto, no sé por qué. Simplemente, grité cosas negativas y pensé que mientras no fueran sexistas o no se volvieran muy vergonzantes todo estaría bien. Ninguna de esas letras me es querida».
Quizá de esas composiciones tan poco queridas, la banda rescató una que se adecuaba un poco más a lo que Nirvana pretendía convertirse. About a Girl está considerada como la primera gran canción pop escrita por Cobain. Y cuenta la leyenda que la escribió después de pegarse una tarde entera escuchando discografía de los Beatles. Un grupo al que veneraba, pero cuyos guiños musicales no incluirían hasta bastante más tarde, una vez que Nirvana trascendió el grunge y ascendió un nuevo y definitivo peldaño extra. El miedo a que esta canción mucho más melódica chocara frontalmente con los deseos de los seguidores de corte más underground estuvo a punto de dejarla fuera de Bleach. Al final, se convirtió en su canción más recordada. Y revisitada posteriormente con una versión eterna en el MTV Unplugged del 94.
30 años después, Bleach reverdece en nuestro recuerdo como una patada al costado de la industria, una eclosión de rabia que sentaría los precedentes de una banda eterna. Punk, brochazo psicodélico, noise y hard rock para ir puliendo el diamante del grunge y derivarlo hacia otros rincones algo más luminosos. Ahora Cobain tendría 52 años. Y la curiosidad permanente de qué tipo de música estaría haciendo -si su vida continuara pegada a estos musicales derroteros- será un interrogante que a sus acólitos nos rondará siempre.