Especial
‘Englishman in New York’: la historia detrás del tema más famoso de Sting
La canción, uno de los éxitos más longevos y emblemáticos del cantante británico, se ha convertido en un himno universal al sentimiento de desarraigo
Englishman in New York es un tema del segundo álbum en solitario de Sting, tras la disolución del grupo Police, Nothing likes the sun, publicado en octubre de 1987. Ya existía un tema del mismo nombre, del dúo Post Punk Godley & Creme editado en 1979, sin embargo la coincidencia solo está en el título de la canción. El dúo inglés, que también trabajaban cómo directores de videoclips, dirigieron varios de los vídeos del grupo Police.
El tema es una delicia que consigue unir diversas emociones, temáticas y estilos musicales. De un lado, tenemos la presencia fundamental del sentimiento de desarraigo de alguien que reside en un país diferente al suyo y en ese sentido representa un universal del sentimiento nostálgico de añoranza a la tierra original de cada persona. Matizado por la realidad de ser un desplazado de lujo, legal y con papeles, cómo indica en su letra, pero no por ello menos desplazado y fuera de lugar.
El tema de Sting Englishman in New York llegó en el puesto número 17 a la Lista de LOS40 el 16 de abril de 1988 y permaneció durante 9 semanas consecutivas en la Lista. Tardó 7 semanas en alcanzar el primer puesto de la lista, el 28 de mayo.
Analizando la lista de dicha semana nos encontramos con un periodo peculiar, donde en la lista coinciden un puñado de intérpretes y grupos españoles de la primera movida, que en ésta época ya habían alcanzado su cumbre de popularidad y que no aguantarían muchos años más en el candelero, junto con un puñado de éxitos internacionales. Estaba plagada de grandes nombres, de diversos estilos, desde el techno pop de Tino Casal, al heavy ochentero de Whitesnake, el rock duro sin concesiones de AC/DC o bandas facilonas como Dinamita. Una época desprejuiciada con los estilos que se refleja en la Lista de LOS40.
En éste orden de cosas, la colaboración entre el músico y el escritor Quentin Crisp es magistral, ya que ambos se encuentran en la ciudad de Nueva York como dos perfectos outsiders, llegados alrededor de 1986. El escritor aporta al sentimiento de soledad universal, la marginación que un hombre gay recibe en la sociedad de aquella época. Crisp se convirtió en un icono gay en los 70 tras escribir sus memorias.
Sting lo explicó así para la revista Time Out en 1987 que “Quentin es un amigo mío y alguien a quien admiro mucho porque pienso que es una de las personas más valientes que he conocido. Pero es un héroe en una forma femenina. Así que es una canción sobre las cualidades femeninas que pueden existir en un hombre, sin que sea algo negativo” y matiza para la revista Rolling Stone en 1988: "Tenía un gran sentido de humor y gozaba de la vida de tal manera que todos podrían aprender una lección de él. Mi canción era para homenajear su singularidad. Pero también es sobre mí”.
Adicionalmente, el tema se carga de guiños y referencias musicales, recogiendo a la perfección esa esencia de la ciudad de Nueva York, donde han convivido, germinado y crecido tantos estilos musicales diferentes, cómo el swing, el bee pop, el mambo, las músicas caribeñas, el punk, etc…
Este homenaje lo recoge a través de un participante de lujo, como es el saxofonista Branford Marsalis, que aporta un solo que recorre todo el tema, dotándolo de un influjo nostálgico, pero que nos liga con la quintaesencia de la ciudad de Nueva York en su época clásica, los años 40 y 50.
El intérprete comenta en una entrevista a la revista Musician en 1987: “Comencé con un estilo reggae, luego agregué un puente que se siente clásico, así que puse violines y arpa antes de pasar a la sección jazz. Quería dar la idea de alguien caminando por la calle y escuchando diversos estilos, para representar cómo es caminar por Nueva York”.
Si bien, años más tarde, descubrió un pequeño detalle escondido dentro de la composición y es que introdujo en una escala menor dentro de la canción el motivo musical del tema God save the Queen”. Estas son estas pequeñas joyas las que otorgan a la canción ese sentimiento de nostalgia a la vez que destila multiculturalidad y mundo por sus cuatro costados.
El videoclip fue dirigido por David Fincher y en él podemos ver a Sting recorriendo la ciudad con un largo abrigo. Rodado en blanco y negro, lo que concede esa calidad atemporal a la ciudad que encaja perfectamente con la sonoridad jazzística que aporta Marshalis al tema, músico al que podemos ver tocando junto a un cuarteto de Jazz en un café. La participación en el videoclip del escritor Quentin Crisp completa la ecuación, ya que éste fue fundamental en la génesis del tema.
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