Especial
Napster, la plataforma que cambió las reglas del juego
Se cumplen 20 años del nacimiento de la mayor revolución musical hasta la fecha
Hay historias que toca contarlas con cierto toque de dramatismo, así que allá vamos. Historias de esas que ganan con linternas iluminando nuestros rostros para dotarlas de un fantasmagórico halo. De esas en las que el trasfondo consta de hoguera crepitante, acompañado de una guitarra acústica ya desvencijada de recibir siempre los mismos cuatro acordes. Arriba, el cielo estrellado nos vuelve a recordar que somos seres insignificantes. Sobre un tronco tumbado, varios scouts de calcetines por la rodilla y extrañas condecoraciones luciendo amarradas en sus pecheras. Y todos guardando un silencio sepulcral, destrozado tan solo por una voz grave, de esas que adornan más si cabe las buenas historias. Como la que sigue.
Según un tango inmortal de Gardel veinte años no es nada. No conviene rebatir a los maestros, si bien es cierto que hace veinte años, el mundo era bien distinto. Internet empezaba lentamente a desperezarse y la red de redes vivía cómodamente instalada en una situación de práctica alegalidad. El monstruo comenzaba a crecer y la legislación vigente no servía ante toda esta explosión tecnológica, que veía en los derechos de autor y la difusión por Internet uno de sus grandes caballos de Troya.
Bien, hace veinte años del nacimiento de una herramienta que puso patas arriba toda la industria musical. Que sirvió para cambiar un paradigma por aquel entonces inamovible. La cosa hasta 1999 funcionaba tal que así: Te gustaba un grupo/ solista y te comprabas su disco (en el formato que tocara, por aquél entonces se estilaba bastante una cosa que se llamaba CD y era muy graciosa porque brillaba y parecía un donuts estilizado). O eso, o escuchar LOS40 en bucle, que indudablemente también tenía su encanto. Sean Parker y Shawn Fanning, dos traviesos emprendedores estadounidenses, apostaron por cambiar las cosas. Y lo hicieron poniendo toda la carne en el asador, en una estrategia que cambió para siempre el modo de entender y disfrutar de la música.
Nacía Napster, la primera plataforma P2P. Compartir archivos en línea, poder entrar en el disco duro de un usuario en la otra punta del mundo para hacernos con ese disco del que habíamos oído hablar y era imposible conseguir bajo los cauces habituales. Y de forma totalmente gratuita disponer de él en formato MP3. Una revolución que se explica convenientemente en este documental que data de hace unos añitos ya.
Lo de Napster fue caramelo para los melómanos, sin duda. Pero afectó de lleno a cualquier usuario de la red. Se calcula que Napster tuvo hasta 85 millones de usuarios activos. La industria musical, ojiplática al principio, necesitó ponerse las pilas y sacar las uñas para luchar frente a un nuevo modelo que amenazaba con destrozar todo atisbo de saldo positivo en sus ingresos. Y efectivamente, mediante demanda, consiguieron que Napster cerrara dos años después, en 2001. Pero ya nada sería igual. El usuario probó el dulce néctar del sharing y ya no quiso despegarse de esa agradable sensación. Nacía con fuerza el concepto de piratería. Y los discos regrabables que después encontraríamos en el top manta se convirtieron en el canal principal de difusión musical. Los grupos empezaron a esmerarse en ofrecer en sus discos originales diversos y artísticos extras para intentar paliar las pérdidas, pero las ventas cayeron en picado. Lo gratis pisaba con fuerza y no crecían briznas de hierba a su paso.
Pese a estas excelentes perspectivas, Napster fue un agujero oscuro y la empresa, hasta su parón dos años después, acumularía millonarias pérdidas y tuvo que enfrentarse a numerosos contenciosos y sentarse en el banquillo de los acusados de forma recurrente. Sus creadores aseguran que desde un primer momento se intentó llevar a cabo colaboraciones con las discográficas para que Napster fuera perfectamente legal, pero la incredulidad de unas y la falta de reflejos de otras hizo que fuera imposible. Contra la mano tendida, amenazas y sanciones. 50 años de una industria musical inamovible comenzaban a flaquear. Los datos de la SGAE al respecto en nuestro país no dejan lugar a la duda. Antes de la llegada de Napster, se facturaban 700 millones de euros por ventas discográficas en nuestro país. Hoy día, incluyendo las descargas digitales y el dinero que reciben plataformas en streaming, el montante no llega a 200 millones.
Es lícito pensar que sea una exageración que una empresa que funcionó durante tan solo dos años haya cambiado los cauces de una industria tan poderosa, pero solo piensa en los métodos que tenemos en la actualidad para reproducir música (Spotify, Youtube, Apple Music y todas las compañías análogas que se te ocurran). Todas tienen en Napster su pequeño origen, pese a que el streaming le haya ganado la partida a las redes peer to peer.
El caso es que Napster, pese a lo que muchos pensábamos, continúa vivito y coleando. Que no estaba muerto, que no. Con mucho menor calado, eso sí, ya que se estiman unos cuatro millones de usuarios. Y su espíritu se ha visto remozado, ya que ahora funcionan a nivel de plataforma musical. Por una tarifa de unos 12 dólares al mes, se ofrece un servicio de música tanto online como offline, con un catálogo de más de 40 millones de canciones y sin ningún tipo de publicidad. Un intento de perpetuarse como marca, con sus dos creadores fuera de la empresa y jugando conforme a las nuevas normas del sector dispuestas en la actualidad. Pero hagan lo que hagan a partir de ahora, Napster siempre quedará en nuestra memoria como aquel tsunami que cambió las normas del juego y puso sobre la mesa un nuevo modo de compartir música.
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