Lana del Rey se corona
Reina de un estilo ya completamente suyo, la artista se ha ganado al mundillo de la música con su último álbum
El pasado 30 de agosto de 2019 Lana del Rey daba la bienvenida a septiembre con el lanzamiento de su sexto álbum de estudio titulado Norman Fuckin Rockwell, despidiéndose así del verano y de los dos años de abstinencia musical que separan a este de su predecesor Lust For Life, un disco donde se atrevía a conjugar su personalidad con diferentes artistas (es el único de discografía que incluye colaboraciones) y que no estuvo falto de polémica al causarle un enfrentamiento con Radiohead.
Esta vez, Elizabeth Woolridge vuelve a presentarse sola ante el peligro. Bueno, casi sola, pues después del suyo el nombre más repetido en los créditos del LP es el de Jack Antonoff, quien firma junto a ella la composición y producción de la mayoría de los temas, a excepción de Doin' Time, California, The Next Best American Record y Bartender. Él no es nuevo ni para Lana, con la que ya ha trabajado en canciones anteriores a este último disco, ni para la industria, pues podemos relacionarle también con otras estrellas del panorama como Lorde, St. Vicent, Taylor Swift (sí, también está presente en Lover) o Troye Sivan.
Pero, si bien la mano de este productor y compositor estadounidense se deja notar, NFR tiene una única protagonista: Lana Del Rey. ¿Por qué? Porque con este álbum la cantante se consagra como dueña de un estilo inconfundible del que además es pionera, siendo este proyecto la firma de su puño y letra que la acredita como creadora de una nueva forma de entender, sentir y hacer música.
A pesar de contar con presencia y autoría propias, es igualmente cierto que la estadounidense recoge el testigo de la obra de grandes de la canción como Lou Reed, Bob Dylan o Kurt Cobain, así como figuras literarias imprescindibles como Allen Ginsberg, Vladimir Nabokov, Sylvia Plath o Scott Fitzgerald. Y es que no se puede ser artista sin ser antes un/a apasionado/a del arte.
Aparentemente, en Norman Fuckin Rockwell nos encontramos con la Lana sexy y melancólica de siempre; sin embargo, al escuchar el álbum detenidamente notamos una nueva madurez estética y de contenido, como si la artista hubiese dejado de jugar (que no de seducir) con una actitud que ahora se convierte en su personalidad al mismo tiempo que decide salir de su estimulante mundo interior para enfrentarse al complejo mundo real, con armas y ganas suficientes.
"Historia de América", por E.W. Grant
Aquellos/as que ya se hayan hecho con la discografía completa de Lana no solo tienen en su poder el legado musical de esta artista, sino que además poseen una pequeña y muy especial recopilación de la historia de América. De Lana del Rey (2010) a esta última propuesta; si algo tienen en común todos sus álbumes es que la estadounidense adquiere en ellos un papel que combina el voyeurismo del flaneur, la astucia del callejero y la precisión del sociólogo.
Sus letras, videoclips y combinaciones sonoras recurren al imaginario estadounidense y utilizan los iconos tradicionales de esta cultura. Del Rey recurre a una semiótica nada encubierta en la que la Estatua de La Libertad, Nueva York, un estándar de jazz, la bandera Old Glory o la ya deformada idea del Sueño Americano le sirven para contar su propia historia. Que no os sorprenda tanto, nuestra sociedad nos define.
Que "Summer time... and the Living is easy" ya lo cantase Ella Fitzgerald antes que la autora de Doin Time es uno de los muchos ejemplos que explican el recurso de la cantante. Como bien señala Pitchfork en su crítica de NFR: "Al mismo tiempo que Lana revive los mitos americanos, los expone", una definición perfecta de la intención de este álbum en el que su autora se ve a sí misma como narradora omnipresente, víctima y Dios juzgador.
Y sobre ese escenario que construye basándose en su propia tierra natal, la artista aborda temas tan diversos como la masculinidad frágil ("Cause you're just a man/ It's just what you do/Your head in your hands/ As you colored me blue"), episodios icónicos de la historia de la música ("I miss the bar where the Beach Boys would go/ Denni's last stop before Kokombo") o reflexiones sobre sí misma ("Spilling my guts with the Bowery Bums/ Is the only love I've ever known/ Except for the stage, which I also call home").
En Norman Fuckin Rockwell hay amor tóxico, pasión enfermiza, autoconocimiento destructivo, sexo masoquista y admiración celosa. Hay, al fin y al cabo, mucha Lana del Rey.
La artista recupera a las grandes olvidadas: las letras de las canciones
La actualidad musical no está falta de talento ni propuestas, pero sí sobrada de esa recurrente simpleza a la que nos confundimos llamando "pop". Y es que gracias a artistas como Lana nos damos cuenta de que este género es muchas veces utilizado como excusa para esconder la falta de originalidad o talento. Porque lo que la estadounidense hace está perfectamente englobado dentro de este estilo musical, solo que macerado de dedicación, estudio y genialidad.
Y una clara muestra de ello son sus letras, que aspiran a la grandilocuencia de Dylan o Leonard Cohen y hacen de ella una de las letristas más destacadas del momento, categoría en la que desgraciadamente no tiene mucha competencia.
Porque la música de la cantante no solo funciona gracias al tema que elige para sus historias o el estilo con la que las canta, sino que gran parte de ese triunfo es gracias a la forma misma de narrar, que recuerda a una especie de estética beat adaptada a los nuevos tiempos.
No se dice "balada", se dice "Lana"
Da igual si se asienta sobre ritmos característicos de la música urbana, si todo el peso de la melodía la lleva un solo instrumento o si en medio del tema se monta una auténtica jam electrónica; todas y cada una de las canciones de la estadounidense utilizan el formato característico de la balada.
Sin embargo, también es cierto que de tanto recurrir a él, Elizabeth ha logrado crear una "variación" de este esquema que lleva su nombre. La intérprete de Venice Bitch se resiste a acomodarse y tiene a experimentar con sonidos y estilos diferentes pero, aún así, es imposible que se deshaga de esa conexión que ha creado con su papel como baladista.
La crítica cae rendida, pero también los/as artistas
A punto de cumplir su primera semana, Norman Fuckin Rockwell ha sido aplaudido por la crítica de importantes medios como Pitchfork (que lo ha calificado con un 9,4) o Times y actualmente pelea por el número 1 en Reino Unido.
Pero este sector de la industria no es el único que ha caído rendido ante su último lanzamiento; compañeros y compañeras de profesión como Rosalía, Cat Power o Cigarettes After Sex también han querido felicitar personalmente a la artista.